Júlia Febrer: "La poesía es crear puentes entre las cosas"
Publica 'Raíz inoïda', premio Ciudad de Manacor de Poesía
PalmaBasta hablar medio minuto con Júlia Febrer (San Juan, 1998) para saber que, aunque Raíz inocida es el primer poemario que publica, la poesía es parte esencial, inseparable, definitoria de su vida. El jurado del premio Ciudad de Manacor de Poesía Miquel Àngel Riera destacó "un trabajo lingüístico sorprendente", una calidad derivada del profundo respeto, y también de la devoción, que Febrer siente por las palabras.
Ganar el Ciudad de Manacor ha significado, en su caso, publicar por primera vez una obra. ¿Cómo lo vivís?
— Sí, el premio ha hecho posible publicar este poemario y eso es precioso y al mismo tiempo nuevo para mí. A veces es doloroso, entrar en estos círculos, y cosas así lo hacen posible. Y la verdad es que también me ha servido de empuje a escribir más, a confiar más en lo que hago. Hasta ahora todos estos versos eran sólo míos, eran un trabajo íntimo y personal, y ahora veo que empieza a ser hora de que otra gente pueda leerlos.
¿De dónde surge su interés en la poesía?
— Yo diría que la poesía es una forma de mirar y de sentir el mundo, de crear relaciones con los demás. Y siento que todo esto me acompaña desde los 15 años, más o menos, cuando tuve una profesora de catalán en el Mossèn Alcover que nos enseñó poetas y versos. Y con una amiga íbamos a la biblioteca y buscábamos: nos sentábamos junto a la estantería de poesía, que tenía todos los libros medio apegados porque nadie los consultaba, y compartíamos versos. Y algo caló entonces, y hasta ahora. Si lo perdiera, perdería la fascinación hacia el mundo: me gusta pensar que la poesía también es eso.
Sin embargo, se dedica al arte también desde otras disciplinas. ¿Están todas conectadas entre sí, de alguna manera?
— Sí, todo forma parte de una misma forma de expresarte. Hoy en día ya se ha dicho y repetido en muchas ocasiones: las etiquetas como los géneros literarios y las disciplinas artísticas se han trascendido, aunque cada una pueda mantener su idiosincrasia. Pero me gusta pensar en lo que se hizo durante las vanguardias: cómo la palabra salió de los libros y entró en otros soportes, y de la misma manera en los libros entraron dibujos, fotos, y muchas otras cosas. De este roce sale todavía muchísimo zumo. La poesía para mí es mucho más que un conjunto de versos: es crear puentes entre las cosas, también entre las disciplinas con las que trabajo.
La palabra es su material primigenio, ¿no es así?
— Sí, no es un material más, es esencial en todo. La palabra pasada por el cuerpo, por las manos y por la boca. Cuando estudiaba escultura mis trabajos bebían de poemas y fragmentos literarios.
¿Cuáles son sus referentes, en este sentido?
— No son sólo poemas, ni mucho menos. Pienso en gente como Fina Miralles, Perejaume y Giuseppe Penone, entre otros, porque para ellos la poesía va de la mano de otras prácticas, como la performanza y las instalaciones. Y estos tres, además, comparten la fascinación hacia el elemento del árbol, que para mí es también esencial. En cualquier caso, por cada proyecto artístico siento que tengo unos referentes concretos, que también pueden ser compañías de teatro o fotolibros o… Estos tres que he dicho, por ejemplo, escriben igualmente que caminan y pintan y hacen fotografía, y siente que es en estos gestos que la poesía obtiene un valor añadido.
Y ésta Raíz inocida, ¿de dónde proviene?
— Un día una amiga me contó que a su repadrina le había entrado un granito de trigo en la oreja y había germinado. Es una historia que se ha repetido mucho, pero a mí entonces me quedó. Me generó un interés por las cosas que quizás no veamos a primera vista, pero que están ahí y que de alguna manera nos atraviesan: para mí el secreto es fijarse en todo lo que no es explícito ni evidente. Así que de alguna manera Raíz inocida significa estar disponible, atento a todo lo que nos rodea y conforma, también a través de los silencios. También tiene que ver con el diario ARA, el origen del poemario.
¿Cómo es?
— Bueno, yo le suelo leer en casa de mi padre y mi madre cuando ya ha pasado por muchas manos. De hecho, muchas veces me llega cuando tanto mi madre como mi hermana ya la han subrayado, pero da igual porque a mí también me gusta recortar palabras cuando lo leo, como una manera de tenerlas físicamente también. Y un día mi madre me dio una que ella había recortado y le había hecho pensar en mí: era el verbo inoir, que estaba escrito en alguna página del periódico, y cuando me la dio pensé que esa palabra yo no la soltaría nunca. Así que, en realidad, también procede de allí.