En los años 60 los conocidos 'peluts' no sólo se establecieron en las Pitiusas sino también en Mallorca y en Menorca. Gracias a su influencia, algunos residentes entraron en contacto con el mundo de las drogas
PalmaEl movimiento hippy estalló en 1965 en California (EE.UU.), en plena guerra de Vietnam. Eran jóvenes que mantenían una visión del mundo más moderna (hip en inglés) con lemas como 'haz el amor y no la guerra'. Serían bautizados como los 'hijos de las flores' en alusión a su insignia pacifista. Se trataba, sin embargo, de hijos de familias acomodadas que podían permitirse el lujo de viajar al otro jefe del mundo, a lugares donde poder vivir libremente.
Uno de los destinos preferidos de aquellos privilegiados 'antisistema' fueron las Pitiusas, que, en la España franquista de la época, se presentaban como un oasis de libertad, con precios muy asequibles. La población local los conocería como 'peluts' por su aspecto descuidado. En 1965 el director neoyorquino Edward Mann ya estrenaba la película Alucinación Generation. El protagonista es un joven de San Francisco que desembarca en Eivissa en busca de drogas y sexo. La cinta causó furor en el festival de Cannes. Sin embargo, por culpa de la censura franquista, no se estrenó en nuestro país hasta 1977.
En 1969, en cambio, la dictadura no pudo detener el impacto que tuvo More, del francosuiz Barbet Schroeder. El filme narraba la historia de un joven alemán que, en las Pitiusas, descubre los placeres, pero también el infierno de las drogas en compañía de una joven americana. La banda sonora corría a cargo de Pink Floyd, el mítico grupo británico de rock progresivo que desde 1967 era asiduo de Formentera. En la portada del disco aparecería el molino de Teuet de la Pitiusa menor, que en 1971 sumaría dos nuevos homenajes musicales de artistas residentes que también se imbuyeron del espíritu hippy: Formentera Lady, del grupo británico King Crimson, y Yo, la doña y el sapo, del catalán Pau Riba. A raíz del estreno de More se disparó el número de turistas alemanes y franceses en ambas islas. La consagración de toda esa moda alucinógena se produciría en 1976 con la inauguración en Eivissa de la discoteca Amnesia. Su promotor fue el filósofo madrileño Antonio Escohotado, que en 1983 escribiría Historia general de las drogas.
Joan Graves en la guitarra en 1968 en Ca n'Alluny, casa de Robert GravesArxiu Tomàs Graves
Nicho de negocio turístico
Aunque más reducido, el turismo hippy también llegó a Mallorca y en Menorca. Su huella se puede seguir en el último libro del historiador Tomeu Canyelles titulado Cabalgar el abismo. La cultura de la droga en las Islas Baleares (Leonario Muntaner Editor). "Entre 1966 y 1967 –asegura– Mallorca era considerada, junto a Barcelona y Melilla, como parte de un triángulo de entrada de drogas en Europa, del que los turistas eran los principales clientes. Muchos habían sufrido el trauma de la Segunda Guerra Mundial y vieron las drogas como un medio de evasión".
Entonces había grupos como los Beatles y los Rolling Stones que romantizaban el consumo de unas sustancias psicodélicas, que, tal y como indica la etimología griega del término, permitían hacer visible (dêlos) el alma (psyché). El 31 de marzo de 1968 el Teatro Balear de Palma ya acogía el I Psychodelic Festival con grupos locales y de la Península. Un año después tendría lugar en Nueva York el festival Woodstock, que dio gran proyección internacional al movimiento flower power.
Las discotecas del boom turístico no dudaron en sacar provecho de aquellos ricos 'peluts', que tanto criticaban o ridiculizaban la prensa y el cine con películas como Una vez al año ser hippy no hace daño (1968), protagonizada por Alfredo Landa. En 1968 el empresario británico Mike Jeffery abría en Palma la Sgt. Pepper's. Situada en la plaza Mediterrani, la sala tomaba el nombre y la iconografía psicodélica del revolucionario disco de los Beatles aparecido un año antes. Se inauguró el 15 de julio con la actuación de la estrella de la guitarra del momento, el estadounidense Jimi Hendrix, de quien Jeffery era mánager. "El 10 de agosto –afirma Canyelles– Sgt. Pepper's organizó la primera fiesta hippy, el 'Psicodelium Show'. Después, otros locales palmesanos también harían lo mismo, lo que ayudó a popularizar entre el público mallorquín toda la estética atribuida al hippismo: pantalones acampanados, camisas de colores estridentes, flores, pelo largo, extravagantes percheros...".
"La mayoría de drogas que se consumían –resalta el investigador– eran variantes del cannabis como la marihuana, el hachís y el famosochocolate', que solían llevar legionarios destinados a África sin que tuvieran que pasar por ningún control. También circulaba el ácido LSD y, en menor medida, la heroína. Eran unas sustancias totalmente desconocidas para la población local". Para evitar el efecto contagio, en 1967 la dictadura franquista creó la Brigada Especial de Estupefacientes.
El microcrosmos de Deià
Los 'peluts' acabaron penetrando en el corazón de la sierra de Tramuntana, en Deià, un pueblecito de pescadores que en 1929 había descubierto el escritor británico Robert Graves. Pero su presencia incomodó al autor de La diosa blanca (1948), que curiosamente se había convertido en el libro de cabecera del flower power en EE.UU. En 1969, en una carta, escribió: "Al estiércol hippy se le ha dicho que abandone el pueblo". El hijo pequeño del sabio de Oxford, Tomás Graves, de 72 años, rememora ese ambiente en Afinando al amanecer, la traducción al castellano que acaba de editar Libros del Kultrum, 21 años después de su publicación en inglés. "La fuerte emigración que había sufrido el pueblo –dice– había dejado muchas casas vacías, que se alquilaban a muy buen precio. Aquí, sin embargo, se distinguían dos castas de hippies. Había quienes vivían de forma muy precaria, como ocupas, en Cala Deià, haciendo nudismo y robando naranjas en los huertos para sobrevivir. Eran los que causaban mayor rechazo entre los deiaenses. Frente tenían los que no debían pasar nada de pena gracias al dinero que les enviaban los padres".
El músico Daevid Allen (vestido con una túnica negra) fue el artífice en Deià de la comunidad Bananamoon Observatory.Arxiu Tomeu Canyelles
La figura del progenitor de Tomás Graves atraería hasta Deià a una legión de músicos, entre ellos el australiano Daevid Allen. "En 1966 subió a una montaña, donde tuvo una especie de epifanía que le llevó a crear una de las bandas más reconocidas de la psicodelia inglesa: Soft Machine. Lo hizo con la ayuda de los británicos Kevin Ayers, Mike Ratledge y Robert Wyatt". Eran muchas las fiestas que se organizaban en el pueblo. "En recuerdo especialmente una de cuando tenía 14 años. Abrí el nevero y encontré hachís dentro de un bote de mantequilla. Yo nunca probé ninguna droga, ni cuando fui mayor y empecé a tocar con mi hermano Juan con la Pan Con Oli Band. Como fumador pasivo que era, ya me 'colocaba' con el 'colocaba' con el. ácido entró muy fuerte gracias a un italoamericano llamado Paul Arnaboldi".
Joan Bibiloni
En 1968 Allen creó en su casa de la zona del Puig The Bananamoon Observatory. Era una comunidad dedicada a cultivar el espíritu, el arte y la música, que posteriormente se convertiría en la semilla de la banda experimental Gong. En 1971 el artista australiano se mudaría a una casa del barrio del Clot, que habilitó como un estudio de grabación desde donde ayudó a grabar discos de amigos suyos como el catalán Pau Riba y el valenciano Pep Laguarda.
Quien también pasó por el estudio de Allen fue el guitarrista manacorense Joan Bibiloni. Hoy, a 73 años, se mantiene incombustible con la publicación de su último vinilo titulado Los párpados del corazón. "Yo entonces –afirma– vivía en Llucalcari y solía ir mucho a Deià. Los conciertos en el bar Las Palmeras eran memorables. Aquello era una isla dentro de una isla". En 2013, una de las almas de ese ambiente, el británico Kevin Ayers, quiso que sus cenizas fueran depositadas en el cementerio de su refugio mediterráneo. Descansaría junto a dos compañeros de gamberros: el guitarrista inglés Ollie Halsall (1949-1992) y el artista judeoalemán Mati Klarwein (1932-2002), el diseñador de las psicodélicas portadas de los discos de Carlos Santana.
Movimiento desvirtuado
Aparte de Deià, las comunes hippies se extendieron a otras zonas de Mallorca relativamente aisladas como Cala Mondragó, Cala Figuera y Portopetro (Santanyí), Biniaraix (Sóller), Estellencs y Banyalbufar. Algunos 'peluts' llegaron procedentes de Ibiza y Formentera, de donde habían sido expulsados a partir de 1968 con la puesta en funcionamiento del Juzgado Especial de Vagos y Maleantes de Baleares. En un primer momento, la dictadura los había visto como los perfectos aliados para proyectar una imagen de tolerancia en el exterior que permitía atraer a más turistas. Sin embargo, pronto pasó a considerarlos unos "elementos indeseables" debido al problema moral que representaban.
La onda expansiva del flower power también llegó a Menorca, donde tuvo como epicentro las antiguas necrópolis de Cales Coves. Situadas a nueve kilómetros al sur de Alaior, eran uno de los sitios más emblemáticos del pasado talayótico de la isla. En la década de los 80 se estableció una nueva generación de hippies nudistas. En 2000 el Consell Insular les desalojó de las cavidades y bloqueó su acceso con planchas metálicas. "Hoy –lamenta el historiador Tomeu Canyelles– el neoliberalismo ha convertido un movimiento contracultural como el hippismo en un producto más de consumo al servicio del hedonismo".
'Neohippies'
En los años 50, los precursores de los hippies habían sido los beatniks. Eran una generación de intelectuales estadounidenses que se sentían derrotados (beaten) ante la sociedad feliz y rica del American way of life surgida después de la Segunda Guerra Mundial. Algunos también recalaron en Mallorca. Fue el caso del poeta Robert Creeley, que en 1952 se instaló con su familia en Banyalbufar, donde fundó la editorial Divers Press.
A finales de los 70 los hippies dieron paso a los neohippies. Uno de ellos fue el artista Ricardo Gago, natural de Zamora (Castilla y León). Aterrizó en Mallorca en 1968, a 19 años. "Vine –dice– a hacer de camarero y luego logré trabajo como jefe de sección en uno de los primeros grandes almacenes de la isla. Pronto, pude comprarme una finca en Alaró. En los 80, me instalé en otra mayor, cerca de Sineu, de la que no me he movido". Abducido por el flower power, Gago tenía claro que quería estar en contacto con la naturaleza. "Éramos un grupo de amigos que habían leído muchos libros que habían escrito los hippies de Ibiza. Yo quería trabajar en la agricultura y vivir de la artesanía como ellos, pero pronto me di cuenta de que no era tan fácil. Con hijos a mi cargo, la prioridad era tener un sueldo fijo para pagar gastos".
El artista de Zamora intentó ser algo autosuficiente en el campo haciendo pan con harina comprada y queso con la leche de sus cabras. Trataba de practicar un neohippismo responsable, aunque se veía obligado a moverse con un Renault 4L de la época. "He conocido –afirma– hippies de los 60 que vivían sin preocupaciones gracias al apoyo económico de sus padres. Yo, sin embargo, tuve que espabilarme por mi cuenta". El escultor ve impensable que hoy las nuevas generaciones puedan seguir su planteamiento de vida de juventud. "Todo está carísimo. Solo los ricos se pueden comprar una casa en desfile para huir de la almazara de la ciudad. No quieren, sin embargo, vivir del campo, que lleva un trabajo, sino vivir en el campo con conexión a Internet. Y, mientras tanto, el campo se está muriendo. Me da mucha pena ver lo arrasada que queda Mallorca".
La relación del Gago neohippy con las drogas fue más bien escasa. "Me fumé algún canuto, pero poco más". Peor suerte tuvieron otros jóvenes de los años 80 que acabaron teniendo brotes esquizofrénicos o murieron víctimas de la heroína, conocida coloquialmente como 'caballo'. El historiador Tomeu Canyelles destaca el origen de aquella pandemia psicotrópica: "Los isleños que en los 60 entraron en contacto con el mundo de los estupefacientes no supieron calcular los peligros de la adición. Se engancharon inocentemente sin tener ninguna información". En 1985, ante la gravedad de la situación, se aprobó el Plan nacional de drogas y en 1987 se fundó en Mallorca la ONG Projecte Home a instancias del obispo Teodor Úbeda.