Santanyí

El Caló del Moro, al límite: “No le conocían ni en Santanyí, sólo marineros y contrabandistas”

Mallorca todavía no estaba tan masificada y los residentes estaban acostumbrados a las playas vírgenes a las que actualmente no caben

En julio de 2024, el Ayuntamiento de Santanyí anunció que cada día 4.000 personas iban al Caló del Moro.
26/07/2025
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Palma"Vacío", contesta Francisca Aguiló –una santañera de 90 años– cuando le piden cómo estaba el Caló del Moro cuando era muñeca. La cala de Santanyí, que la inteligencia artificial ha calificado recientemente como la "más guapa de Mallorca", hace 70 años "no la conocía nadie". "Incluso, había mucha gente de Santanyí que no sabía ni que existía. Era un calón más", recuerda. Cuando era muy pequeña nunca fue porque "hacía mucho mal bajar porque no había camino y todo eran matas y pinos".

Iban a playas más cercanas y más accesibles, como Cala Santanyí. Su familia tenía un huerto cerca y, al acabar los trabajos, bajaban con el padrino, los primos y las tías a limpiar el caballo dentro de Cala Santanyí. "Y sólo estábamos nosotros", recuerda riendo mientras cuenta con los dedos cuántos eran.

De mayor, iba en barca con una amiga alemana que conoció en 1964 en Santanyí. Pero no se echaba al mar porque le daba miedo. "Yo quedaba dentro de la barca y miraba el color del agua. Íbamos por eso. Era espectacular", cuenta. Aún tiene el recuerdo de ir alguna vez al año desde Santanyí "en bicicleta, en carretilla oa pie", e insiste en que era un sitio "desolado". "Solo sabían dónde estaban los marineros, los pescadores de caña, los contrabandistas y nadie más", dice. Explica que ellos establecían "señas marítimas" para llegar, como los castellets que hay en el Caló del Moro y en Almunia, que son caracoles de rocas pequeñas agolpadas.

El padrino de Juan, un hombre de los Lombardos, era guardia civil, y su madrina tenía un hermano que era contrabandista. Por eso recuerda haber oído historias del contrabando que se practicaba años atrás en las costas de Santanyí. "Un lombardero que murió contaba que debían cargar con sacos de 50 kilos, no podían soltarlos y debían llegar del Almunia o el Caló hasta los Lombardos". También expone que la madre de una amiga suya "estuvo a punto de parirla en medio de Almunia mientras hacía contrabando".

En el camino que separa la Almunia del Caló había agricultores que cultivaban la tierra, pero dejaron de sembrarla porque "estaba muy cerca del mar y no era buena", cuenta Aguiló. En aquella época, todavía no había "ningún camino" en medio de las dos calas, pero sí había "mucha mata" y "muchos pinos". Joan Vidal, un santanyinero de 47 años, recuerda bajar a la cala y rasgarse las piernas con los matorrales de hierba seca que estaban repartidos por todo el camino. Iba cuando era muy pequeño a hacer tremponadas con su familia. "Bajábamos una vez cada verano, un día cualquiera, a comer trempó con la familia. Era como una tradición. No había nadie. Iba tan poca gente que era raro coincidir con otra familia. Sentías que el Caló era tuyo. Era un espacio virgen más en Mallorca", dice.

Cuando tenía 20 años, recuerda que Caló era una como un lugar secreto donde iba a festejar. "Iba a veces contadas porque no era muy cómodo y, además, no había gente. Con los amigos íbamos a otras playas donde había más, para conocer a gente nueva", recuerda. Sin embargo, a medida que pasaron los años, entre los residentes y los visitantes ya se empezó a oír el nombre del Caló del Moro. Juan admite que los residentes de la zona le tenían "celoso". Si alguien les pedía dónde estaba el Caló, siempre lo intentaban convencer para que fuera a Cala Llombards. "Era nuestro rincón, íbamos prácticamente cada tarde a estar tranquilos porque muchas veces hacía sombra y la gente que quería tomar el sol partía mientras nosotros quedábamos allí. Cuando tenía unos 17 años, incluso cambiábamos de lugar rótulos que indicaban dónde estaba el Almunia para despistar a los visitantes. confiesa.

Con la llegada del turismo de masas y el nacimiento de las redes sociales, donde se ha hecho y se hace mucha promoción del Caló del Moro, quitar un cartel ya no es suficiente. Según los últimos datos del Ayuntamiento de Santanyí, en junio del año de 2024 esta cala "sufrió la presión diaria de más de 4.000 personas y 1.200 coches".

Efecto llamamiento a cortar

El consistorio santanyiner recalca que "las redes sociales son el principal reclamo y generan un efecto llamada a cortar". Por su parte, Aguiló considera que la masificación que ha provocado subir una foto de este espacio en las redes sociales es una "aberración". También lamenta que se haya hecho "tanta propaganda".

Los residentes no priorizaban el Caló del Moro por encima de otras playas porque antes tenían "para elegir", comenta Aguiló. "Cala Figuera y Cala Santanyí estaban vacías y había más", recuerda. Sin embargo, el Caló ha pasado de ser un lugar que "nunca solía ser la primera opción para ir", asegura Vidal, a ser una cala donde los residentes ya ni van, no porque aún haya más espacios vírgenes vacíos para elegir, sino porque no caben. "No nos dimos cuenta de que no podríamos volver hasta que no pudimos ir más", lamenta Vidal, que lleva 17 años sin poner el pie.

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