Menorca

Balada de una herencia (en manos de la Casa Real)

La renuncia de los primeros herederos no aclara aún el futuro del bien más preciado del millonario legado que el menorquín Juan Ignacio Balada dejó en 2009 a la realeza española

La farmacia Llabrés también está dentro de la herencia de Balada y la gestiona la Fundación Hesperia.
David Marquès
11/12/2025
4 min

LadrilloEl sorprendente testamento que hace 16 años se desveló en una notaría de Ciutadella aún llena digitales, diarios y telediarios de todo el Estado. La herencia envenenada que Juan Ignacio Balada, un filántropo menorquín sin descendencia, dejó en manos de la Casa Real no ha tenido por ahora el efecto que Menorca esperaba.

La princesa Leonor y la infanta Sofía, las dos hijas de los actuales reyes de España y los miembros más jóvenes de la monarquía española, acaban de renunciar a su parte de la herencia, pero el futuro de los bienes sigue siendo una incógnita. En especial, el del palacete de la plaza curiosamente llamada de Joan de Borbó, donde Balada murió el 18 de noviembre de 2009, a 69 años.

El enigmático personaje, que en el momento de su muerte tenía nueve propiedades inmobiliarias, algunas acciones en bolsa, una colección de radios y un piano, dio la mitad de sus propiedades a los entonces príncipes de Asturias ya los ocho nietos de los reyes eméritos. El otro 50% se ha destinado, como quería, a crear la Fundación Hesperia, que el rey Felipe preside honoríficamente, para que ayude a facilitar la formación de los jóvenes, la integración laboral, la promoción de proyectos de carácter social y el fomento de la cultura.

La carta remitida recientemente del palacio de la Zarzuela al Ayuntamiento de Ciutadella confirma que tanto Leonor como Sofía "ya no tienen poder decisorio sobre el destino del palacete" donde vivía Balada que, aún hoy en día, permanece cerrado a la espera de quien pueda hacerle renacer. La decisión final recae en los otros seis nietos de los reyes eméritos, ya que los actuales reyes, Felipe y Letizia, fueron los primeros en el mismo 2010 en renunciar a la herencia.

Ciutadella, de hecho, necesita una nueva residencia geriátrica. Hace apenas un mes, el Ayuntamiento anunció que cederá al Govern un solar de 6.718 metros cuadrados en la zona de Son Blanc para que se construya un centro para personas mayores. El proyecto urge, ya que hasta que el futuro geriátrico no esté realizado no se llevará a cabo la reforma y ampliación de la actual residencia municipal, para así no dejar a los usuarios sin servicio.

En junio del 2021 el Consistorio ya acordó en sesión plenaria pedir a la Zarzuela la cesión del inmueble, pero la petición, a la que sólo el PP votó en contra, ha sido desatendida hasta ahora por la Casa Real que, eso sí, ha ido informando de la evolución seguida por la herencia.

Todo el legado fue valorado en un primer momento en 10.636.330,63 euros. Prácticamente la mitad, 5.219.861 euros, correspondía a la promotora Adalab (el nombre de Balada al revés), que el empresario menorquín administraba en solitario y con sede social en Barcelona. Pero también contaba con 3.583.410,97 euros depositados en cuentas bancarias y algunas acciones. Sus bienes patrimoniales en Ciutadella fueron tasados ​​en su conjunto en 1.833.058,10 euros.

El palacete, el bien más valorado

El más preciado de los edificios es el palacete de 555 metros cuadrados, que mandó construir en 1996 y donde vivió durante trece años hasta su muerte. Pero también era propietario de la finca de Bini Talaiot, que solía ceder a los salesianos para la realización de campamentos y colonias de verano juveniles, y otros tres edificios urbanos. Es el caso de una casa de tres plantas en la céntrica plaza de Federico Pareja, un edificio deteriorado en la calle de Gustavo Mas y un bloque de ocho pisos en la calle de Jerònia Alzina, a pocos metros del palacete, con más de 50 años de antigüedad. La Casa del Rey, de hecho, ordenó su reforma, para solucionar los desperfectos que presentaba, y se encargó de cobrar la renta mensual a los inquilinos, a los que no ha echado.

Sin embargo, siguiendo la voluntad de Balada, buena parte de su patrimonio fue puesto rápidamente a la venta por un precio de mercado ligeramente superior a los tres millones y medio de euros, el doble de su teórico valor de tasación. Sin embargo, la realidad se acabó imponiendo y la Casa Real tuvo que adaptarse a las circunstancias de cada inmueble, lo que le ha impedido dotarse de la liquidez necesaria para destinar más fondos a iniciativas sociales.

El Govern balear es, por ahora, quien más provecho ha sacado de la herencia. Los gastos notariales y algunas deudas que arrastraba el empresario se llevaron 803.335,21 euros, pero el mordisco más fuerte lo ha hecho la Conselleria de Hacienda que, a través del impuesto de sucesiones, se quedó con 3.300.000 euros, casi un tercio.

Con tanto por descontar, Menorca todavía ha visto pocos frutos del legado de su ilustre y peculiar vecino. La que más lo ha notado es la Fundación de personas con discapacidad de Menorca, que ha recibido una inyección de 30.000 euros que, junto con otra de 80.000 del Consell Insular, ha permitido reformar la histórica y emblemática farmacia modernista, que su madre, Catalina Llabrés, adquirió en 1926 en el corazón de las Vol. años. Gracias a esta inversión, la antigua farmacia que Juan Ignacio Balada gestionó tras la muerte de su madre es hoy un local de visita obligada por los turistas que recorren el casco antiguo de Ciutadella, además de convertirse en una de las sedes de la Fundación.

El testamento dejó fuera a sus primas María del Pilar y María del Carmen Arregui Llabrés, aunque fueron las que cuidaron el filántropo en sus últimos meses, en el mismo palacete de la plaza de Joan de Borbó. Aunque se llegó a especular que sus únicas familiares podrían impugnar el testamento, no lo hicieron y aceptaron haber quedado excluidas. Según explicaron, siguieron igualmente a su lado hasta que murió porque era su "deber moral", ya que la madre de Balada las había acogido durante más de un año después de la muerte de su padre en la guerra.

En caso de que la Casa Real no hubiera aceptado la herencia, el legado de Balada hubiera ido a parar al estado de Israel. Así lo dejó escrito en su testamento, poniendo de manifiesto así su vinculación a la Gran Logia Masónica de los hebreos. Seguro que, en este caso y en el actual contexto internacional, igualmente habría conseguido que se hablara tanto de él después de su muerte.

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