ARA Balears
06/10/2025
2 min

La historia agónica de la leche en Mallorca es, de hecho, la historia repetida de un fracaso colectivo: la incapacidad que existe en Baleares de hacer pervivir proyectos que no sean turísticos o ligados a la construcción. Lo que un día parecía sólido y arraigado en el territorio, con valores de proximidad, sostenibilidad y arraigo social, hoy se desvanece entre la indignación de unos pocos y la indiferencia de la mayoría.

El caso de Agama es paradigmático. Esta empresa, fundada en 1958 bajo el acrónimo de Asociación General Agraria Mallorquina, se presentaba como la garantía de la leche Km0. "Granjas de Mallorca. Desde 1958, envasamos la leche de vaca recién ordeñada, procedente exclusivamente de granjas de Mallorca, para que conserve todo su gusto": así lo dice todavía hoy cada envase de leche que sale de su factoría. Pero la realidad hace tiempo que desmiente ese compromiso. Laccao, la bebida icónica de generaciones de mallorquines, hace ya unos años que no se hace con leche de la isla. Y hace sólo unos días, la empresa ha anunciado que dejará de comprar leche en las vaquerías de Mallorca, dejando en la cuneta a los pocos productores que aún resistían. Hay que tener en cuenta que a mediados de la década de 2000, eran una quincena las explotaciones que suministraban leche a Agama. Ahora quedan tres. Y el anuncio de la retirada de esta compra hace bastante inviable su continuidad. Es la última estocada de una historia que también incluye contratos injustos, precios bajos y la precariedad forzada del campesinado.

No es menor la paradoja de que Agama fuera declarada proyecto estratégico por el Govern balear hace sólo veinte meses. La empresa ha recibido subvenciones públicas, y sin embargo parece que hoy da la espalda al territorio donde nació y creció. Es legítimo preguntarse de qué sirven las declaraciones de apoyo y ayudas, si al final no evitan que el sector se destruya. Lo que se pierde al final de la leche mallorquina va más allá de una actividad económica. La agroindustria tiene o debería desempeñar un papel clave en la cohesión social. La agricultura y la ganadería, cuando están vivas, garantizan un territorio vivo, diversificación económica y más soberanía alimentaria. Cada pico que cae una explotación nos hacemos más dependientes de fuera y más frágiles frente a crisis globales.

La historia agónica de la leche en Mallorca es, así, un síntoma más de un modelo económico desequilibrado, que concentra todos los esfuerzos en el turismo y la construcción, mientras margina cualquier otra actividad productiva. El resultado es un archipiélago incapaz de sostenerse a sí mismo en lo básico. Si no queremos que el futuro sea un desierto productivo fuera de los hoteles y las promociones inmobiliarias, es necesaria una apuesta real y decidida por el campo y por la agroindustria. El problema no es sólo del sector lechero: es de todos.

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