Proxenetismo del territorio

Hay quien entiende el desprecio a las formas como un máximo ejercicio de poder; hacer algo, no porque sea necesario, sino simplemente por el gusto de que así sea. Esta actitud posiblemente sea la expresión de una pulsión autoritaria irrefrenable que trasciende la erótica del poder para convertirse en exhibicionismo. En el manejo que el Gobierno hace del Impuesto de Turismo Sostenible hay mucho de eso, de placer oculto en la profanación ejercida por el no creyente.
Se hace difícil entender cómo financiar desaladoras con los recursos obtenidos a través de un impuesto con vocación ambiental y de sostenibilidad. 'Desalación' y 'sostenibilidad' son términos contradictorios, aun cuando las fuentes utilizadas son renovables. La desalinización requiere una ingente cantidad de energía para bombear el agua a alta presión a través de las membranas y, además, el coste de construcción, operación y mantenimiento de las instalaciones es muy elevado. La salmuera, que es el residuo líquido de alta concentración salina que se produce durante el proceso, supone un riesgo ambiental para los ecosistemas marinos. Una planta de desalinización puede adjetivarse de 'necesaria', sin embargo, nunca de sostenible.
Juntar Impuesto de Sostenibilidad Turística y desalinización es un oxímoron, no sólo por el impacto ambiental, sino por lo que representa de insistencia en un modelo de crecimiento sin límite y de avidez extractivista como motor de producción, que es radicalmente opuesto a lo que podría considerarse razonable en una sociedad tan expuesta internacionalmente como son las Islas Baleares. En este sentido, no puede dejarse de tener en cuenta que el debate inicial sobre la llamada 'ecotasa' sobrepasó ampliamente los límites de nuestro país para adquirir una dimensión europea. La sensibilización sobre el impuesto sigue siendo elevada y el visitante (que es el mayor contribuyente) espera una actuación ambiental y culturalmente positiva.
No sólo se juega con la imagen, sino que se va en dirección contraria a la que marcan los indicadores económicos. Para el año 2026, el informe anual de BBVA Research anticipa una clara ralentización del crecimiento, con el PIB aumentando únicamente un 1,6%. Los factores que reseñan como causas serían el estancamiento de la demanda europea, el agotamiento de la capacidad durante la temporada alta y la incertidumbre económica global. En síntesis, el estudio señala que el turismo en Baleares mantiene su fortaleza, pero el sector muestra síntomas de maduración y pérdida de vitalidad de cara a los próximos años, con riesgo de desaceleración debido a limitaciones estructurales y de recursos.
La solución que da el Gobierno conservador frente al agotamiento de recursos y la masificación es la construcción de más infraestructuras, negando la naturaleza del problema. Esto conduce a un suicidio colectivo. Además, en las consultas que en su día se llevaron a cabo con algunas de las más potentes asociaciones de consumidores europeos, para la implementación del impuesto sobre los alojamientos turísticos (comúnmente conocido como ecotasa), se pudo detectar un rechazo frontal al hecho de que con los nuevos recursos se financiaran infraestructuras sufragadas por programas europeos.
La idea básica de lo que defendían las asociaciones de consumidores era estar dispuestos a ayudar a financiar (a través del impuesto) un nuevo proyecto destinado a impulsar un turismo respetuoso con el medio y la diversidad cultural común, pero no infraestructuras agresivas. La financiación de desaladoras con los recursos del ITS, potencialmente, podría acarrear un conflicto innecesario con consumidores. Está claro que el Gobierno, con la propuesta, prioriza los mensajes en los mercados por encima del diálogo con los ciudadanos, potenciales visitantes y clientes. No es casualidad.
En plena canícula asfixiante es desalentador oír hablar de la nada refrescante noticia de aumentar el consumo energético y las emisiones de CO2. Seguramente sería más confortador que se hablara de estrategias para reducir el consumo y de decrecimiento de la oferta, con la idea de tranquilizar a la economía y la convivencia y, en definitiva, de un camino de esperanza para construir un país mejor. Pero, la cosa no va por ahí, se impone el conformismo, negación de la esperanza, que conduce a repetir lo mismo de siempre, como si no existiera alternativa. Se juega con la idea de que el sistema no falla y el fracaso es individual.
El negacionismo crece sobre esta dualidad y da pie a la sumisión patológica en el mercado como única posibilidad de crecer. Un relato perfecto para encubrir la pulsión autoritaria del Govern y su hiperactividad extractiva. La relación del Gobierno con el mercado podría considerarse como un impúdico proxenetismo del territorio sin límites. Los deseos del mercado por encima de las necesidades de la gente, aunque se empeñen en afirmar que la bonanza económica hace que la riqueza gotee hacia abajo manando sobre la gente. El cuento de la lechera versión neoliberal que ha conducido a cotas nunca conocidas de desigualdad social.