31/08/2025
3 min

Al igual que con un martillo en las manos se nos ocurren ideas que no tendríamos si fuéramos con las manos desnudas, la herramienta de la IA modifica nuestra relación con el lenguaje y con la creación de textos. En las próximas décadas veremos hasta qué punto afecta –influye o condiciona– a la literatura 'seria', si bien la popular ya es, ahora mismo, la que sufre más los efectos de esta gran disrupción. Miles de 'novelas' son subidas a las librerías digitales en forma de libro electrónico, ficciones creadas gracias a IA, que, poco o mucho, ha ayudado a sus autores a terminar de darle forma. Creadas con simuladores de lenguaje y gracias a la invención algorítmica, estas novelas pretenden venderse al por mayor, y parece que existe un público dispuesto a comprarlas, en parte porque son más baratas y evidentemente más sencillas de leer. Quien sólo busca una literatura de evasión, fácil ya partir de situaciones estereotipadas, puede encontrar una máquina capaz de darle la magarrufa. Si la literatura era 'la guerra contra el cliché', por decirlo como Martin Amis, estas máquinas te enseñan a ver cualquier literatura como una forma de cliché más o menos evidente, pero siempre capaz de ser reproducido.

También se está dando el caso de autoras de best-sellers –de literatura popular alimentada de clichés, pues– que comienzan a encontrar que por las librerías digitales circulan obras firmadas con su nombre, pero que ha escrito una IA, empujada por algún espabilado o falsario. Aquí la autoría es falsa y debe denunciarse, pero, ¿hasta qué punto se puede decir que lo que ha creado una IA después de estudiar los tópicos de un autor es obra de este autor y debe generar derechos para él o sus herederos? Cervantes ya encontró en vida a quien hacía circular otras aventuras de su Quijote, así Alonso Fernández de Avellaneda; lo que se puede llegar a hacer ahora mismo con la IA no es muy diferente a lo que ya encontraron algunos autores en el pasado, como Calderón de la Barca, que se quejaba de la gran cantidad de obra que le era atribuida apócrifamente. Ahora, por internet circulan falsos –y horribles– poemas de Borges (se difunden y gustan mucho más que los auténticos poemas).

Encontramos igualmente inquietante el caso del autor muerto al que se hace hablar gracias a la IA, la cual, tras asimilar la obra completa del prosista y miles de entrevistas y artículos sobre –o del– el autor, es pretendidamente capaz de decirnos qué pensaría de determinados temas y, por tanto, de responder a preguntas sobre cuestiones de actualidad. La IA se basa en simular un lenguaje a partir de patrones de lenguaje, y ahora también de estilo, asimilado por la máquina una vez se 'alimenta' de la literatura del autor finado. La IA, y esto es incuestionable, no 'crea' nada original, pero es capaz de reproducir los patrones, y la obra de un autor determinado es reducible a una serie de formas y lenguajes, a partir de los cuales se puede simular que la máquina 'piensa' y 'habla', como lo haría el fallecido. Antes de que lo hiciera la IA, ciertos autores 'hábiles' –también en la prensa– escribían artículos de opinión al estilo de los 'maestros' del género, con resultados muy meritorios (así lo hizo Sergi Pàmies).

stats