El peso relativo del turismo, el peso real de todo
Los últimos datos apuntan a que el turismo ha perdido peso relativo en la economía de Baleares. Pero conviene realizar una lectura honesta: no es que haya menos actividad turística o que se haya reducido la presión que ejerce sobre el territorio. Hay otros sectores que han crecido aún más y que en buena parte están bien conectados con el mismo modelo. El negocio inmobiliario, la construcción, el comercio y el consumo interno derivado del incremento de población hacen que el peso porcentual del turismo se diluya. Pero que el sector pese proporcionalmente menos no es un consuelo.
Si el turismo pierde peso es porque se han sumado actividades con impacto muy similar: más ocupación del suelo, más presión sobre los servicios, más tráfico, más demanda de agua y energía. El volumen de residentes ha crecido hasta límites que obligan a replantear la capacidad real de las Islas para seguir absorbiendo población. Mientras, los aeropuertos no dejan de incrementar el número de vuelos, los supermercados registran cifras récord y las carreteras se colapsan tanto en verano como a menudo en meses tradicionalmente tranquilos. El estrés sobre los recursos naturales es evidente y persistente, el agua llega justa y el medio queda supeditado a un ritmo de actividad cada vez mayor.
Así, el debate no puede ser si el turismo pesa más o menos. El debate central es qué límites pueden y deben asumir Baleares. ¿Hasta qué punto podemos seguir creciendo en actividad y población? ¿Hasta dónde queremos –y podemos– llegar antes de agotar un modelo que ya muestra claros signos de saturación?
Además, como advertía recientemente en el ARABalears el presidente del Colegio de Guías Turísticos, Pedro Oliver, las Islas se encaminan a ser un destino de lujo, con un mercado inmobiliario y turístico orientado cada vez más a las élites. Quizás no son turistas y ya cuentan como residentes. Pero eso, lejos de aligerar la presión, puede acabar incrementándola porque significa más demanda de servicios exclusivos, más consumo de recursos y más desigualdad.
Al mismo tiempo, como observaba Oliver con acierto, se mantienen las contradicciones de un sistema que se desborda: decimos que queremos limitar cruceros, pero ampliamos el puerto; aseguramos que queremos menos turistas, pero el aeropuerto sigue creciendo; defendemos poner orden en los alojamientos, pero no se ataca la raíz: las mil formas del alquiler turístico ilegal. Son decisiones que apuntan en direcciones opuestas y que dificultan cualquier estrategia a largo plazo. Por eso, más que celebrar que el turismo pese proporcionalmente menos, lo que hace falta es una discusión seria y valiente sobre la capacidad de carga de Baleares. Necesitamos fijar límites claros y acordados democráticamente. El futuro de estas islas no dependerá tanto de si reducimos unos puntos de peso turístico como si somos capaces de preservar un territorio y una calidad de vida que hoy ya se sostienen con muchos esfuerzos.