05/08/2025
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Carlos Garriga, vicepresidente y director de investigación de la Reserva Federal de St. Louis, en 'La Contra' de La Vanguardia decía que "no son los españoles y sus salarios los que determinan el coste de la vida, sino turistas y visitantes". La frase es una buena síntesis de una situación compleja. Dos ejercicios prácticos:

Ejercicio A. Un esbozo de crisis en la restauración ha abierto una ventana informativa sobre los precios en las Islas Baleares. No hace muchos días, un dirigente de la patronal explicaba cómo algunos restaurantes están cambiando la carta con el fin de abaratar precios y frenar la pérdida de clientes. Podría titularse como la discordancia entre el poder adquisitivo de muchos turistas y los elevados precios de la oferta de restauración, mientras el ciudadano sufre directamente las consecuencias de esa inflación.

La propia patronal atribuía los elevados precios a factores como la energía, el agua y los costes de personal, además, en algunos casos, la renovación de alquileres. Vamos a las estadísticas: España tiene un precio de la electricidad inferior a la media europea, el menor de las potencias económicas punteras de la Unión. Las tarifas de agua para consumidores domésticos en las Islas Baleares pueden duplicar perfectamente la media estatal. A pesar de haber experimentado un crecimiento notable en los últimos años, alcanzando un máximo histórico reciente, el sueldo medio en Baleares sigue siendo algo inferior a la media estatal y, no sólo está lejos de los países europeos más ricos (Luxemburgo, Alemania, Francia), sino también es sensiblemente menor que la media de la UE.

Más allá de las leyes de la oferta y la demanda, la falta de apoyo estadístico al argumentario de la patronal denota la pluralidad de factores que inciden en la idea del turismo como el determinante principal en la conformación de los precios en una sociedad turistificada. Deberían tenerse en cuenta en este proceso actores como la insularidad, que genera un coste adicional de las mercancías, la estacionalidad, que obliga a maximizar beneficios en un período corto de tiempo, la existencia de oferta obsoleta, que capta segmentos turísticos poco exigentes en cuanto a calidad y, también, el imprevisible descontrol de la vivienda vacacional.

Ejercicio B. Estos mismos días, el DM publicó la noticia de una promotora inmobiliaria que había lanzado un proyecto de financiación colectiva o crowdfunding (un modelo que está en las antípodas de la vivienda cooperativa) para la construcción de cuatro chalets de lujo en Establiments. El reclamo publicitario garantizaba "un alto potencial de revalorización inmobiliaria debido a la creciente demanda y limitada oferta". Los folletos inmobiliarios llevan tiempo hablando únicamente de rentabilidad de las inversiones. En ese caso las viviendas saldrán al mercado por un precio entre 2,7 y 4 millones de euros. Seguramente éste es el paraíso de las segundas residencias de Europa imaginado por el PP años atrás.

La nueva fórmula representa una perversa democratización de la especulación urbanística y un paso más en la 'balearización' del territorio. Primero fueron las empresas constructoras, después, los fondos de capital riesgo y, ahora, son pequeños inversores a través del micromecenazgo fomentado por intermediarios. Todo un símbolo de la sociedad del rendimiento. Un paso más en la sofisticación tecnológica de una relación con las Islas Baleares basada únicamente en la idea de ganancia. El mensaje es nítido: las Islas Baleares son el lugar adecuado para convertirte en un capitalista ganador, si no lo consigues, la culpa será tuya.

De la erótica del poder se pasa a la pornografía del poder, en una profanación permanente del territorio y el ejercicio de la violencia en contra de derechos sociales y constitucionales. Un máster en el infierno de la especulación o, simplemente, sobre la libertad neoliberal y postcapitalista. En conjunto, estaríamos hablando de una relación colonial sin una metrópoli definida, una fórmula propiciada por la deslocalización del capital, aunque eficaz en la transferencia de bienes comunes y necesarios –como sería el suelo urbanizable de propiedad privada– a una esfera de poder externa. El afán extractivista sería la base de la relación, la titularidad del capital pasa a un segundo plano. Incluso, el capital podría ser de origen local, en cuyo caso, el explotador sería, a la vez, el explotado.

Corolario. El PP y Vox conmemoraron con fruición el 18 de julio aprobando en el Parlament la Ley de actuaciones urgentes destinadas a la obtención de suelo mediante proyectos residenciales estratégicos en las Islas Baleares. Definitivamente no existe colonialismo sin un gobierno colaboracionista. En el doble ejercicio planteado a este escrito, la gran trampa del sistema, en el primer caso, consiste en enfrentar al pequeño y medio empresario al trabajador (reducido éste a la condición de una nómina), culpabilizándolo por los sueldos altos, y al gobierno del Estado, por la reforma laboral y otras reformas de carácter social que obviando la codicia egocentro.

En relación a la vivienda, la gran coacción consiste en prefabricar una aparente libertad del individuo para afrontar su propio proyecto vital, mientras el Gobierno pone en el mercado más suelo urbanizable que lo único que generará será avivar la avaricia especulativa del propio mercado inmobiliario y de los grandes fondos que lo controlan. Obviando, en este caso, que el problema de la vivienda no es individual, sino que es estructural y afecta a amplias capas de la sociedad y que sólo poniendo límites en el mercado será posible encontrar soluciones. Éste es el nudo de la cuestión, en ambos casos detrás de las falsas soluciones afloran el pensamiento y las orejas del lobo de la derecha radical.

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