Madrid quiere que embarquemos turistas en el laúd

PalmaParece que la experiencia de airbiandbizar nuestra vida no ha bastado. Aunque buena parte de los gobernantes han reconocido el enorme error que ha significado para el acceso a la vivienda convertir los hogares en pequeños hoteles, parece que, en el fondo, no lo creen. Sólo así se explica que el nuevo Reglamento de Ordenación Marítima elaborado por el Estado permita alquilar hasta tres meses las embarcaciones particulares. Es decir que, como informa Laura López, cualquier propietario puede dedicar su embarcación a pasear a gente, eso sí, cobrando.

Hay un precedente, el hecho de que los pescadores puedan llevar a algún turista a bordo. Siempre hay un discurso peligroso tras esto: complementar los ingresos. La idea de conseguir unos recursos extraordinarios a base de turistizar y tarificar nuestra vida me parece una aberración no sólo económica, sino también social. Es la mercantilización total y absoluta de las relaciones humanas que, por tanto, deshumaniza completamente.

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Se acaba con el sueño de ir de viaje y conocer un pescador o un particular que tiene un laúd y, sólo si se dan las condiciones y hay un diálogo intercultural y una conexión, poder subir a bordo. Ahora todo será mucho más sencillo: un espacio con tarifa. Un taxímetro y una fría relación que sólo tiene un contexto: el dinero.

Seguro que la dirección general de Marina Mercant, autora del buñuelo, se pasa el día hablando de sostenibilidad. Pero ha aprobado una medida que aumenta la contaminación, porque pretende que las barcas circulen todo el rato. Y, peor, piensa que el mar lo aguanta todo y todo el mundo. Y no, debe descansar. No ocurre nada si la barca está parada un ratito.