El espejismo del crecimiento de Baleares
PalmaEn las Islas Baleares no nos salen las cuentas. Somos la comunidad que más ha crecido en población durante las dos últimas décadas y también somos una de las que más ha incrementado la producción: concretamente, un 155% entre 2000 y 2023, sólo por detrás de Madrid. Pero los estudios dejan patente que este dinamismo no se ha traducido en bienestar. El hecho es que, en el mismo período, el PIB per cápita ha subido sólo un 8,2%, bastante por debajo de la media estatal, que es del 11,1%. La paradoja es evidente: crecemos más que nadie, pero la prosperidad se reparte peor.
En el caso de las Islas, se demuestra que más manos no quiere decir más rentabilidad. El motor económico de Baleares ha necesitado a cientos de miles de trabajadores adicionales para sostener el ritmo, pero a la hora de pagarlos no llega, bien porque somos demasiado a repartir, bien porque una parte del capital se va fuera. Mientras tanto, territorios que han crecido menos en población y producción, como Extremadura y Galicia, han mejorado más en PIB por habitante. Y las comunidades que comparten con nosotros dependencia turística –como Canarias y la Comunidad Valenciana– muestran también malos resultados. En el polo opuesto, País Vasco, con una base industrial sólida y una estrategia a largo plazo, presenta un balance envidiable.
En las Islas Baleares, la imagen es la de una bicicleta que sólo se mantiene en marcha –pero no hace más vía– si cada vez pedalean más personas, con el agotamiento de recursos, de territorio y del medio ambiente que ello implica. Se crean puestos de trabajo, sí, pero con demasiada frecuencia son muy precarios. Y la renta disponible de muchas familias no refleja la riqueza que se genera en el conjunto del Archipiélago.
Es cierto que hace más de 25 años que se habla de la necesidad de diversificar la economía, de reducir la dependencia del monocultivo turístico, de generar actividad productiva más allá del crecimiento cuantitativo. Pero en todo este tiempo han gobernado opciones políticas de todos los colores y el resultado es el mismo: no se han dado grandes pasos en este sentido. No es sencillo –si lo fuera quizás estaría resuelto–, pero el diagnóstico está más que repetido. Faltan acciones concretas.
Ahora que la palabra 'contención' ha entrado en la agenda, conviene evitar que se convierta sólo en un recurso retórico, como ha ocurrido con tantos otros conceptos. Contención debe significar poner límites definidos, con cifras y calendarios; planificar y establecer caminos para conseguirlos. Si no, Baleares continuarán instaladas en un modelo cada vez más ineficiente y, sobre todo, más empobrecedor. Porque la paradoja más dolorosa, el espejismo del crecimiento de las Islas, es que entre tanta riqueza como la que producimos, cada vez hay más ciudadanos que están excluidos.