Filosofía

Los cuentos filosóficos de Brecht (I)

Brecht desmitifica la figura de Sócrates, desmiente sus méritos militares, y más concretamente, su heroísmo

Los cuentos filosóficos de Brecht (I)
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PalmaEl escritor Bertolt Brecht mantuvo una estrecha relación con la filosofía, tanto con su actitud intelectual interrogativa y reflexiva, como a través de la selección de los temas y contenidos de sus obras, y la amistad personal con el filósofo Walter Benjamin, a quien dedicó un poema cuando recibió la noticia de su suicidio.

Brecht utiliza la literatura para expresarse filosóficamente, concretamente escribe una serie de cuentos breves que invitan al lector a que haga el esfuerzo de pensar por sí mismo, y no se deje llevar por los detalles más anecdóticos, de tal modo que concentre la atención en las cuestiones filosóficas y las éticas ocultas.

Entre los relatos escritos por Brecht, hay tres dedicados a figuras filosóficas muy representativas, titulados La herida de Sócrates, El abrigo del hereje y El experimento, y que tienen como protagonistas a respectivos Sócrates, Giordano Bruno y Francis Bacon.

Licencia literaria

En el relato La herida de Sócrates, dedicado al dramaturgo alemán Georg Kaiser, Brecht pone en duda el relato convencional sobre la conducta valerosa del filósofo ateniense en la batalla de Délion, un enfrentamiento militar que se produjo en el contexto de la Guerra del Peloponeso, y que enfrentó a Atenas contra Esparta y sus respectivos aliados para tomarle de ésta a los que se narra de ella.

Brecht presenta a Sócrates como filósofo, escritor de diálogos, hijo de una matrona, experto en aplicar el método mayéutico, el más inteligente de los griegos, con pensamientos propios y fama justificada de no tener miedo a la muerte por haber bebido la cicuta con serenidad y tranquilidad, pero curioso. Quizás esta mentira le fuera útil para justificar su condición de soldado raso y sin recursos. Y termina esta corta presentación advirtiendo al lector de que hablará del coraje de Sócrates en el campo de batalla.

De manera muy resumida, la historia sitúa a Sócrates en el frente de batalla, como hoplita, formando parte de las tropas de infantería ligera, y explica que cuando está a punto de entrar en combate, y ante el ataque del enemigo, atemorizado, empieza a correr con la intención de desertar, con "la mala" clava una espina puntiaguda en el pie. Esta herida profunda le obliga a detenerse, y sentado tiene la ocurrencia, ante la proximidad del enemigo, de empezar a gritar de dolor, bramular y dar voces como si diera órdenes de ataque a una falange entera. Según la narración, lo hizo tan espantoso que confundió al enemigo, que se retiró temeroso de una emboscada. En cambio, la tradición dice que durante la retirada ateniense fue protegido por Alcibíades, un joven aristócrata que servía como jinete, y que, por cierto, no era el general de las tropas como anota Brecht. Es importante reseñar también que, en contra de lo que dice Brecht, que la batalla la perdió Atenas.

En la segunda parte de la historia, Sócrates debe enfrentarse al escrutinio de su esposa, Xantipa, sobre lo que realmente ocurrió, que es caracterizada siguiendo los cánones de la tradición, llena de astucia y desconfianza hacia su marido. Estaba convencida de que sus amigos le habían protegido y asignado un lugar seguro en la retaguardia. Antes, al verle cojear, le había preguntado si iba bebido. El interrogatorio persistente sitúa a Sócrates ante el dilema de decir la verdad o mentir. Si dice la verdad va a perder la credibilidad, la fama, la buena reputación, y será repudiado. Si miente, en cambio, será tratado como un héroe a ojos de sus conciudadanos y pasará a la posteridad. Durante un tiempo Sócrates elige la opción intermedia de mantener silencio sobre el episodio vivido para evitar ser calificado de cobarde, y no desmiente la versión oficial que circula por las calles de Atenas, ni tampoco niega el coraje ni la valentía que le atribuyen los jóvenes discípulos y amigos que le visitan, como Antístenes. La actitud de Sócrates nos invita a reflexionar si guardar silencio es lo mismo que mentir y si el miedo a las consecuencias debe condicionar nuestras decisiones. Por último, Sócrates se atreve a decir la verdad ante la insistencia de Alcibíades de que le acompañara al areópago a recibir el reconocimiento de la ciudad, lo que a ojos del destacado militar y político fue una muestra de coraje.

Brecht desmitifica la figura de Sócrates, desmiente sus méritos militares, y más concretamente, su heroísmo, una conducta extrafilosófica que en su momento le dio fama, destacada por su discípulo Platón, y Jenofonte, y transmitida por la tradición filosófica, y por la que todavía. Así, el Sócrates imaginado por Brecht es popona y cobarde, incapaz de luchar contra el enemigo, y juega, por tanto, el poder que tiene como narrador de rehacer la historia y construir una mentira que conduzca a alguna verdad.

El azar, la casualidad y la suerte

Brecht se inventa esta historia con el fin principal de mostrar la influencia del azar, la casualidad y la suerte en la vida humana y su capacidad para transformar un acto de cobardía, movido por el miedo y el instinto de supervivencia, en un hecho digno de ser recordado, elogiado y glorificado. Y sobre todo, le sirve para ilustrar la idea de que no existe una esencia humana, de que las condiciones sociales e históricas cambiantes explican el comportamiento humano.

En la segunda historia, Bruno es presentado como un gran hombre, un mártir injustamente condenado a muerte por la inquisición, y quemado por sus ideas religiosas y cosmológicas. En el párrafo introductorio reproduce también esta frase antológica que dice el nolá cuando conoce la sentencia: "Pronunciáis la sentencia contra mí quizás con más miedo que cuando yo la escucho", reafirmando su actitud valiente.

Brecht cuenta que Bruno fue denunciado ante la inquisición por un patricio veneciano llamado Mocenigo, que previamente le había contratado para que le enseñara física y el arte de la memoria, a cambio de hospedarle durante unos meses. El motivo fue el descontento con Bruno por haberle dado sólo lecciones de física y no haber compartido los conocimientos mnemotécnicos, que creía que le habrían permitido lucrarse. Mocenigo le denuncia por carta y escribe que Bruno habla mal de Cristo y la Iglesia, y defiende la pluralidad de mundos, por lo que solicita que sea juzgado por blasfemias, infamias y herejía.

El grueso de la historia de Bruno tiene lugar durante el año de confinamiento en prisión veneciana, antes de ser trasladado a Roma y continuar con el largo proceso inquisitorial, y tiene como eje conductor una supuesta deuda por un abrigo, contraída por el filósofo con un sastre llamado Gabriele Zunto. Naturalmente, se trata de una anécdota inventada por el autor, que le da pie a contar los infructuosos intentos de la mujer del sastre por cobrar la deuda, durante los cuales se reúne con funcionarios del Santo Oficio y con el propio Bruno, de quien obtuvo de inmediato el compromiso de mover cielo y tierra para saldar la deuda. Brecht cuenta que Bruno intentó conseguir sueldos de la venta de sus libros, incluso que propuso vender sus pertenencias y devolverle el abrigo, pero que no fue posible porque todo se lo había quedado Mocenigo. Según Brecht, Bruno dedicó todas sus energías a obtener ese dinero en vez de centrarse en su defensa, aunque se jugaba la vida, mientras que la mujer del sastre se ponía en peligro, ya que no era bien visto relacionarse con un encarcelado por herejía. Por último, el filósofo logra recuperar el abrigo después de presentar una instancia.

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