03/08/2025
2 min

Tengo una amiga que, cuando repartieron la cuota de pecados capitales por persona, le dejaron la pereza en blanco. A mí me tocó la suya, la mía y la de alguien más. Seguro. Me tiene por un vago y me envía el enlace de un podcast donde debaten sobre el potencial político de la pereza. Cree que puedo sentirme identificado. Me pide que le escuche. Y, sólo con leer su descripción, me hace muchísima... pereza. Son dos mujeres cuya verborrea insoportable teorizan sobre ideas leídas a otros sobre algo que, digo yo, debería ser más simple: el derecho o el gozo de no hacer nada, de tumbarse a descansar hasta quedarse dormido. Tienen el tic de quien sufre FOMO (el miedo a perderse experiencias) y acusan al sistema capitalista y laboral de un sometimiento del que difícilmente podemos escapar. Terminan estresándome y sólo pienso que es imposible que estas locutoras descansen, por pura hiperactividad. Yo ya me perros sólo de escuchar sus teorías. Por supuesto que el trabajo es alienante y los sueldos son una basura, pero disfrutamos, al menos, del descanso.

Hace ya unos años viajé con unos compañeros de trabajo. Me hubiera quedado en esa ciudad los cinco días. No sé muy bien cómo, acabamos visitando las capitales de tres países distintos. ¡En cinco días! No es que yo sea perezoso, es que esto es un infierno. Y, por supuesto, no unas vacaciones. En el vuelo de regreso dije que nunca más. En mi último viaje, me levantaba, preparaba la merienda para todo el mundo y volvía a tumbarme en la cama a leer. Podíamos salir a la calle casi al atardecer. Un paseo sin excesivos paros y ya veremos... La perfección. Yo somos de esos que llega a las taquillas de un monumento, le dicen que no hay tickets, que las entradas debían comprarse con antelación, y piensa que no hay ningún problema. Me da igual perderme la mitad de los imprescindibles de una ciudad si después acabó tumbado en el césped de un parque o charlando en un bar con algún lugareño. Cero FOMO.

Mi amiga, a pesar de ser metódica y organizada, es la compañera perfecta de viaje. Juntos perfeccionamos en algunos viajes ese 'no hacer nada' sin mirar el reloj. Le escribo después de escuchar el podcast (con mucho esfuerzo) y me dice que esperaba que me sintiera identificado. No la creo. Me conoce demasiado para no saber que estas cotorras me enervarían. Ojalá la vida nos tenga más viajes reservados para ejercer huelgas.

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