"La tienda ya casi no da beneficios pero no cierro porque lo amo"
Fina Olives es la cuarta generación que da vida a Can Candu, un comercio de ropa en Alaior que ya suma 140 años y que se resiste a morir
CiudadelaFina Olivas todavía aguanta. Tiene 68 años y ya es la cuarta generación que mantiene con vida la tienda de Can Candu, uno de los negocios emblemáticos más antiguos de Menorca, junto con Ca na Genera (Ferreries) y Ca n'Hernando (Ciutadella), que, casi 140 años después, sobrevive a los embates del comercio electrónico. Tiene a su hombre enfermo en casa, pero cada mañana, y cada atardecer, Fina se acerca al número 38 de la céntrica calle del Ramal de Alaior para vender sábanas, toallas y ropa interior a una clientela tan fiel como grande. "Y no sólo de Alaior. Aquí viene también gente del Mercadal y del Migjorn Gran a comprar", comenta. Y eso que, se queja, los últimos cambios circulatorios impulsados por el Ayuntamiento han reducido el tráfico rodado en el centro y ya es más difícil que clientes de fuera puedan llegar y estacionar el coche cerca de la tienda. "Si encuentran las calles cerradas no me lo ponen nada fácil, porque solo con la gente de Alaior que viene a pie me va justito".
"En realidad –admite– debería cerrar porque lo que saco sólo sirve para cubrir los gastos y los beneficios son ya escasos". Pero si no lo deja, dice Fina, "es porque le quiero. Piensa que nosotros, todos los hermanos, nacimos en esta tienda. La puso en marcha el padre de mi abuela, la siguió la abuela, luego, mi padre y desde hace 25 años me encargo yo. Tengo dos nietas de 16 y 9 años y, sobre todo esta es demasiado joven y no sé qué hará. Mientras tanto, voy aguantando, pero es cierto que se está poniendo la cosa fea".
Ahora bien, la propietaria de Can Candu no teme la competencia. La tienda de arriba de la calle, Dalia, "es más de moda y para la juventud. No vendemos el mismo producto. Lo que tengo yo es más clásico". Y tampoco el comercio electrónico es enemigo. "La compra por internet no me afecta mucho porque la gente mayor no se ha acostumbrado a ella y prefiere venir a los oscuros con sus hijos y probarse la ropa directamente. Están hechos más a la antigua".
Además, haber superado los 65 años le ha permitido abaratar considerablemente la cuota que paga como autónoma, de los más de 300 euros mensuales que le cobraban hasta ahora a sólo 27. "De repente no me lo creía", afirma. Tanto que "tuve que ir a la Seguridad Social a comprobarlo".
Reorientar el negocio
Can Candu, que debe su nombre al bisabuelo fundador del negocio, Alejandro, nació, sin embargo, como un establecimiento de alimentación. Fina recuerda que cada mañana acompañaba a su padre a recorrer los lugares del término en coche para ir a buscar la leche fresca del día. "Llegábamos a vender más de 200 litros cada día", apunta. Pero cuando su padre se fue haciendo mayor, "ya se hacía muy pesado mantener una tienda de comestibles". Además, "pusieron un diskonto" (supermercado) justo al lado y ya no pudieron hacer frente a la competencia. Así que la familia decidió reorientar su negocio hacia el textil, los productos del hogar y la confección, "que tiene un horario mucho más cómodo y bueno de llevar". Cuando el padre de Fina cumplió los 85 años le vendió su negocio, que ella ha mantenido inalterable. Incluso el escaparate y el mobiliario del interior son los mismos que en sus inicios.
Pero si el negocio ha estado abierto tantos años es, sobre todo, gracias a sus clientes, que en los años más duros de la posguerra "pagaban cuando podían", lo que ayudó a muchas familias del pueblo a sobrevivir económicamente en una época de tanta penuria. La familia de Fina es muy querida en Alaior y esto hace que, sobre todo los atardeceres, la visiten algunas vecinas sólo a charlar ya comentar las novedades del pueblo. "Pero son muy respetuosas, ¡eh! Si alguien entra a comprar, salen un momento y dejan que el cliente pueda mirar con calma".
Claro que, últimamente, la cosa se le ha complicado en casa. "Hoy no abriré", comenta Fina, que tendrá que pasarse el atardecer al médico con su marido, convencida de que "igualmente nadie se quejará. En Alaior me conocen lo suficiente y saben que pueden venir perfectamente mañana a media mañana y me encontrarán".
A finales de año ya cerró en Alaior una zapatería y espartería tradicional, Can Sabater Pagès, que durante más de 70 años había sido el mantenimiento de tres generaciones. Con la muerte de su madre, Marga Riudavets decidió clausurar el negocio, uno de los dos únicos en el pueblo donde todavía se vendía calzado.
Su abuelo, conocido como Es zapatero campesino , había abierto la tienda al dejar de trabajar en el campo e ir a hacer de zapatero al pueblo. Incluso llegó a fundar la marca Riudavets, de calzado tradicional que, como la tienda, ya ha pasado a la historia.
De hecho, el sector del calzado es uno de los más afectados en Menorca por la carencia de relieve generacional. El economista Alfons Riera, que ha investigado la supervivencia de los comercios históricos de Baleares, así lo confirma. Detrás de los hornos y pastelerías, los pequeños fabricantes de zapatos, las ferreterías y las tiendas de confección son las que más han cerrado durante el último cuarto de siglo.
Tanto es así que la patronal del calzado ha pedido con insistencia a la Administración que se pongan en marcha iniciativas de formación que animen a la juventud a dedicarse a ella. La petición, reiterada, ha obtenido eco y, por segundo año, el instituto Josep Maria Quadrado de Ciutadella impartirá este año el curso de grado básico de Formación Profesional en textil y calzado. Por el momento ya hay cinco alumnos matriculados en primero y otros seis en segundo.