Católico Bar de Manacor: Entra sin comulgar
Recuerdos de uno de los bares más históricos de la zona: "Nos inspiramos en un bar ronco de la Barceloneta: beber y humo para pasar el atardecer y salir de lo normal".
Manacor"El nombre fue consensuado de una forma muy casual, en una cena, mientras escuchábamos la canción Catholic Girls, de Frank Zappa; pero sin ninguna connotación despectiva ni para reírse de nadie", recuerda Miquel Àngel Bauzà (Manacor, 1967). "Abrimos en diciembre de 1989 a un sótano de la calle Miguel de Unamuno, sin número; un espacio familiar desocupado que reformamos".
"En aquellos momentos en Manacor no había un bar de esas características. Ahora ya hay alguno. En realidad fuimos unos avanzados. Es cierto que coexistimos con los Espíritus de Manolo Badia, pero era diferente", añade Sebastià Gaià Garba (Manacor, 1964), que primero como cliente y después como uno de los responsables, vivió todos los años de ese oasis musicocultural.
"Yo hacía de camarero en el hotel Torreblanca de la Coma. No era una idea de negocio en absoluto. Era lo que habríamos querido encontrar y no había", dice Antoni Martí (Manacor, 1968). "La primera idea era comer, pero lo descartamos pronto. También al principio abrimos todos los días a partir de las 13.30 h". "Nos inspiramos en un bar ronco de la Barceloneta: beber y humo para pasar el atardecer y salir de lo normal". "Éramos más cañeros y eclécticos con la música que los demás. Podía sonar la misma noche Gato Pérez, The Pogues y Led Zeppelin, uno tras otro".
Tomeu Caragol y Gustau Fernàndez idearon uno de los puntos fuertes del Católico: las fiestas temáticas. Ahora una alemana, ahora mexicana, después otra dedicada a la psicodelia… o una Rúa nocturna el día antes del oficial de los ruidos. Era normal ver cada año aquella 'competición' vespertina que iba de los Espíritus al Católico, en una procesión siempre complementaria: "Si unos íbamos de indios a otros, de cowboys, si unos romanos, otros de la aldea de Astérix".
Navidades icónicas
En diciembre de 1990 nacieron los Villancicos, organizados, entre otros, por Xavier Ramis. "Eran una alternativa y versión libre de las de Portocristo, sin querer burlar. Eso sí, con jurado corrupto", recuerdan entre los tres. Una idea, la de cantar de la forma más crítica e irónica posible a los hechos sociales y políticos del año, que ha llegado a nuestros días, ahora en Can Lliro (previo paso efímero por el pub Sa Pua de Portocristo).
El escultor felanitxer Jaume Canet era un asiduo del oratorio manacorense. "Recuerdo que una vez monté un belén hecho de esculturas metálicas en forma de plantas carnívoras. Pero en lugar de eso, en Navidad se transformaban y solo comían pescado", recuerda. "En un principio querían representar el nacimiento, crecimiento, la madurez y la muerte; pero las dispuse de tal modo que parecían las figuritas de un belén".
"El Católico era más punki que nada… era icónico. Yo todavía guarda un cenicero", añade Canet, que solía ir "con una cresta que aguantaba con jabón" y que reconoce un poco triste que no se acuerda, de la mitad de noches, "porque eran unos años que bebía mucho… el dueño, ahí dentro después de cerrar".
En el Católico también se organizaron conciertos de música en directo. Irreverentes algunos, más clásicos de otros, pero siempre con la voluntad de ocupar un espacio que en Manacor de principios de los 90 era muy poco frecuente. No en vano, en el escenario del Católico (aún se puede ver el vídeo en Youtube) fue donde debutó Roger Pistola, cuando todavía iba a clase con Damià Timoner y la guitarra hacía dos de él.
Sebastià Amer Garaña, concreta que "íbamos por la música, pero sobre todo porque conocíamos a todos y nos sentíamos como en casa. Era prácticamente la misma gente que frecuentaba los Espíritus y hacía la ronda noctura de un lado para otro".
Actas de Izquierda
"Nunca tuvimos ningún problema con los vecinos. Nadie telefoneó a la Policía por ruidos, aunque sí es verdad que durante una temporada aparecieron sistemáticamente cada fin de semana. Hacíamos actos de Esquerra Republicana y nos dijeron que venían personas que tenían fichadas para ser de Terra Lliure."
Poco antes de acabar el siglo y con el trasvase de la marcha nocturna desde el Callejón de Portocristo hasta la ciudad (donde se abrieron en cuestión de dos años una decena de pubs), los socios originales quisieron traspasar el negocio. Una primera 'balón de partido' que se consiguió salvar. "En 1999 lo cogimos entre varios amigos, básicamente porque si no, no sabíamos dónde teníamos que ir", sonríe Garba.
Pero fue un espejismo. En 2003, la situación del Católico Bar, demasiado alejado del centro respecto al resto de locales, ya fue insostenible. Pasaba definitivamente a la historia uno de los bares nocturnos más memorables de la historia contemporánea manacorina. Las de una pequeña ciudad que empezaba a despejarse.