La hija única

"Soy una fracasada", me digo a mí misma al menos una vez por semana

Después de todos aquellos años, la persona en la que me había convertido se planteaba si no había sido un gran error, si no había matado el tiempo. Arrepentirme de todo era una tentación muy grande que me aterraba

Jessica, la protagonista de 'Too Much', de Lena Dunham.
21/07/2025
3 min

PalmaRecuerdo el día en que, por primera vez, fui capaz de verbalizar que estaba perdida, que no sabía qué hacer de mi vida, que quizás había fracasado. Estaba en Hong Kong, junto a mi chico, a punto de finalizar un viaje de casi cuatro meses por Asia. Hacíamos una excursión que se preveía larga y me acompañaba la sensación de tener todo el tiempo del mundo delante, aquella que te hace sentir cómoda para empezar los temas pendientes. Así que empecé a reflexionar en voz alta, sin parar de andar, poniendo un pie detrás de otro: derecho, izquierdo, derecho, izquierdo. "Tal vez debería haber estudiado otra cosa". Derecho, izquierdo, derecho, izquierdo. "Es que no fui lo suficientemente valiente". Derecho, izquierdo, derecho, izquierdo. "Lo he hecho todo fatal". Derecho, izquierdo, derecho, izquierdo. De cada vez más arriba, de cada vez el pecho más estrecho. Recuerdo la cadencia de mi aliento, el ritmo constante, el estado de tráfico que hacía circular muy rápido todos los pensamientos intrusivos. Hiperventilaba y no podía detener el torrente de palabras.

Cuando estuvimos arriba ya bramaba. Me senté, abatida, y me permití la vulnerabilidad por un momento: "Tengo miedo. Nunca he sentido eso. Pero no tengo ni idea de qué hacer a partir de ahora" Acababa de dejar mi trabajo estable después de casi cinco años, y sentía que me rendía, pero no sabía a qué: si a continuar esforzándome o al hecho de que no podía continuar así. La vida que tenía la había escogido de adolescente, que era en 4º de ESO, cuando en un último momento decidí que hacía el Bachillerato Social y que me iba a Barcelona a estudiar Periodismo. Después de todos aquellos años, de todo aquel esfuerzo, la persona en la que me había convertido se planteaba si no había sido un gran error. Arrepentirme de todo era una gran tentación que me aterrorizaba.

"Bueno y, ahora, ¿qué harás?", me preguntaban, constantemente. Tuve que entrenarme para contestar esta pregunta, con la dosis justa de sinceridad y complacencia. "Todavía no lo sé, tengo que darme un tiempo". Era como si no hubiese dicho nada, o como si lo hubiera dicho todo. Sus caras, inmóviles, parecían esperar una justificación con la que les fuera más fácil darme el visto bueno y continuar con la conversación. Mirar aquel abismo de dudas me provocaba tanta angustia. Me daba pánico soltar las riendas y que todo el mundo, menos yo, viera que estaba a punto de estrellarme.

De esto ya ha pasado un tiempo, la gente me sigue pidiendo por mi futuro –que todavía es confuso– y yo luché por no decirme a mí misma, más de una vez por semana, que soy una fracasada. Suerte que Lena Dunham ha vuelto para golpearnos de cinismo y consuelo en esta crisis existencial de la treintena. "Creía que sería una gran directora. Quería decir cosas relevantes sobre la experiencia femenina. Renuncié a mi sueño. Ahora ya hace 15 años que trabajo para gente a la que le importo una mierda. Si me dispararas un disparo al cuello con una pistola y me desangrara, al mediodía ya me habrían sustituido", dice Jessica, la protagonista de Too Much, la última serie de la creadora de Girls, como si pusiera palabras a todo ese drama que me da vergüenza oír.

Es así. Hemos sido la generación de internet, de las oportunidades, de las vidas frustradas de nuestros padres. "¿Qué querrás ser de mayor?". Parecía que pudieras soñar tan alto como tu imaginación te permitiera. El abanico nunca se acababa, y venga a probar actividades extraescolares, no sea cosa que la muñeca tenga algún talento oculto. Me apuntaron a montar a caballo y en dos días quise dejarlo porque el animal me daba miedo. Di clases de natación, pero hoy en día sólo sé nadar como un perrito o una octogenaria. Mi primer y único año de ballet coincidió con el momento en que los muslos empezaron a crecerme, de modo que los complejos se hicieron mayores que las ganas de continuar. Sin embargo, en breve las expectativas llegaron a los estudios. "¿Qué carrera te gustaría hacer?". Y esa prenda que es la frase "tú podrás hacer lo que quieras". Llegar al éxito parecía algo factible, si realmente te lo proponías.

Confiaban tanto en nosotros que ahora resulta imposible no sentirse una decepción constante. Y, de alguna forma, buscamos culpables. "He descubierto que no soy ni una miserable gota de lo importante que me hizo creer que era", confesaba Mariona Ramis en un texto sobre sus padres que escribió para el taller de narrativa que hemos hecho juntas en los últimos seis meses. Durante media vida hemos creído lo contrario, pero ninguno de nosotros es tan importante. Todas estamos allí mismo, intentando encontrar la medida exacta entre éxito y fracaso.

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