El nombre de la nueva escuela de Sa Pobla, en juego: ¿se debe cumplir la condición de Guillem Caldés y ponerle el de su mujer?

El empresario asegura que, años atrás, el pleno del Ayuntamiento aprobó que el nuevo centro se llame Maria Margalida Socias, pero la decisión real está en manos del futuro Consejo Escolar

PalmaLa reciente colocación de la primera piedra de la nueva escuela (CEIP) de Sa Pobla ha reactivado un debate que viene de atrás: ¿el centro debe llevar el nombre de Maria Margalida Socias, difunta esposa del empresario agrícola Guillem Caldés? La controversia no es sólo simbólica. Según varias fuentes, él condicionó la cesión del solar de su propiedad donde se ubicará la escuela a que ésta llevara el nombre de su mujer, una persona sin vinculación con el mundo educativo.

Fuentes muy próximas al Ayuntamiento explican que el concurso público celebrado durante la legislatura 2015-2019 recibió pocas ofertas, pero sólo la de Caldés cumplía estrictamente las condiciones económicas. Pese a ajustarse al precio, la oferta de Caldés presentaba algunos elementos controvertidos: el solar principal no tenía acceso a la calle y, para hacerlo viable, se anexó una porción de finca rústica que no era suya, mediante acuerdo con el propietario, un amigo suyo.

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Caldés desmiente esta información facilitada por personas estrechamente vinculadas a la gestión municipal. Según relata, el consistorio necesitaba un solar y él estaba "tocado" por la muerte de su esposa. "Pedí a mamá ya mis hijos a mí si encontraban bien que diéramos el solar, y de paso preservar el recuerdo de Margalida poniendo su nombre en la escuela. Ella desde pequeña trabajó fuera villa y sabía lo básico. Era una persona muy querida en el pueblo", defiende. Añade que no cobró nada por el terreno y que "sí tiene acceso". "El Ayuntamiento me pidió si de paso podíamos incorporar un aparcamiento para dar servicio a la nueva escuela y al IES Can Peu Blanc. Es aquí cuando se añade un pedazo de tierra nuevo de un amigo, por el que sí se pagan 90.000 euros. Pero yo por mi pedazo no cobré nada. Era una donación", .

Sobre los servicios que tiene el solar, afirma estar dotado y que "no han tenido que ir a buscar agua ni nada, porque los tiene. Me han pedido un metro más, y les he dado", dice, visiblemente molesto. "Todos los que están en contra de lo que se ponga el nombre de Margalida y que dicen que he cobrado es por envidia", remata.

Desde el fracaso de la Cooperativa

Para entender el malestar que genera la figura de Caldés en algunos sectores, es necesario remontarse al pasado de la Cooperativa Agrícola Poblense (CAP), de la que formaba parte de la junta directiva. La CAP vivió una crisis profunda que desembocó en su suspensión de pagos el 3 de octubre de 1989, un episodio que afectó gravemente a muchos socios campesinos, que perdieron sus ahorros en la Caja Rural, y que marcó la vida económica y social del pueblo.

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Durante los años de esplendor, la cooperativa realizó inversiones ambiciosas, abrió mercados internacionales, construyó infraestructuras y mecanizó el cultivo, pero también acumuló deudas y sufrió descontrol en la gestión administrativa de la sección de crédito. Por último, la entidad colapsó; pese a recibir un aval de la comunidad autónoma, paralizó la actividad y fue liquidada. Este pasado pesa aún en la memoria colectiva de Sa Pobla.

En el momento en que se produjo la cesión del solar, la presión por avanzar con el proyecto educativo era grande. El municipio acumulaba más de diez años de espera por un nuevo centro y muchas familias temían que, si Caldés retiraba la oferta, el proyecto volviera a quedar atascado. Esta urgencia hizo que los partidos, presionados por las familias, aceptaran la operación pese a las reticencias legales y éticas. El secretario municipal advirtió de que no pueden incluirse condiciones sobre el nombre del centro en un concurso público, pero el peso político y económico del empresario condicionó el debate, explican fuentes consistoriales y residentes consultados. "Sabe mover hilos, de toda la vida, y sabe dónde se cuelga el demonio", confiesan las mismas fuentes.

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En manos del Consejo Escolar

Ahora que las obras ya están en marcha, que el solar ya no es de Caldès y que las nuevas familias están menos vinculadas a ese episodio, el debate sobre el nombre ha vuelto a emerger. Una parte de la comunidad educativa defiende que el centro debería llevar el nombre de una figura destacada del ámbito educativo, cultural o social del municipio; otros consideran que es necesario respetar el compromiso asumido en su momento.

La decisión final corresponde al Consejo Escolar del futuro centro, no al Ayuntamiento ni a la Consejería. Es el órgano que tiene la potestad, aunque no está exento de posibles injerencias externas. El ARA Baleares ha intentado hablar con el equipo directivo del CEIP Nou de Sa Pobla, un centro que ahora sobrevive gracias a las aulas modulares y que, al estar, se trasladará a las nuevas instalaciones. Ha declinado por declaraciones: "No haremos ninguna declaración al respecto, ni abriremos ninguna polémica en torno a este tema".

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Caldés, sin embargo, muestra su enfado ante la posibilidad de que se modifique la denominación del centro: "Si se decide cambiar el nombre será una cerrada, porque Margalida era poblera como la que más. Es injusto que ahora se emplee su nombre. Yo di un terreno que ahora vale más de un millón de euros con esta condición, que se aprobó en pleno".

Con la primera piedra colocada y el proyecto en marcha, el debate sigue vivo. Para algunos, mantener el nombre sería un gesto de reconocimiento hacia Caldés; para otros supondría validar un episodio controvertido del pasado. Sa Pobla vuelve a ponerse ante el espejo de su historia cooperativa mientras decide cómo decir el futuro CEIP. Mientras, entre los nombres alternativos que circulan se encuentran el de Alexandre Ballester, dramaturgo, narrador, guionista pueblo y cronista municipal, o el del artista Ferran Pizà.