Maceraremos las flores de lavanda y una grapada de sal en vinagre dentro de un recipiente cerrado. Lo tendremos en un lugar oscuro varios días. Antes de utilizarlo lo diluiremos con un poco de agua y ya lo tendremos listo.
Medicina doméstica
Las destilaciones de rosas, tomillo y romero recuerdan las técnicas culinarias de conservación y aromatización


PalmaEl rastro más antiguo de recetas mallorquinas no está en libros de cocina, sino que aparece en el ámbito de los libros jurídicos, morales, agronómicos, y médicos y farmacológicos. En la literatura moral las recetas sirven para enseñar a vivir bien y corregir los vicios. Las recetas morales suelen aparecer en sermones, tratados de enseñanza religiosa y obras didácticas en las que el lenguaje culinario se utiliza como metáfora.
Los predicadores, por ejemplo, hablaban de cocinar el alma con los ingredientes de la virtud. En algunos manuales de conducta se formulaban incluso recetas imaginarias: cómo preparar un caldo de humildad o un plato de obediencia con medidas exactas de paciencia, fe y constancia. En la esfera médica, durante los siglos XIV y XV, los médicos prescribían alimentos con recetas concretas. Se indicaba, por ejemplo, cómo preparar caldos ligeros con pollo o capó para los enfermos convalecientes, y cómo hornear verduras y legumbres para favorecer la digestión, entre otros.
Las recetas que aparecen en los tratados farmacológicos medievales y modernos son un punto clave para entender cómo la frontera entre cocina, medicina y farmacia era muy difusa. Estos textos, a menudo conocidos como 'antidotarios', 'tratados de pestilencia' o 'libros de salud', contenían fórmulas para elaborar remedios a base de alimentos y plantas: jarabes, caldos, peladillas, vinos medicinales, electuarios (pastas dulces hechas con miel), ungüentos y miel. Muchos de estos remedios se preparaban con ingredientes cotidianos que también entraban en la cocina: miel, aceite de oliva, vinagre, especias, frutos secos, huevos, leche y harinas.
Versiones en catalán
En Mallorca, al igual que en el resto de la Corona de Aragón, estos tratados circulaban entre médicos, boticarios y conventos. A veces eran compilaciones en latín, como elAntidotarium Nicolai (año 1200, originado en la Escuela de Salerno y difundido por toda Europa), que marcaba fórmulas básicas para farmacias. Pero también hubo versiones en catalán, adaptadas al público local, en las que encontramos instrucciones tan detalladas como en un recetario culinario: cantidades precisas, tiempo de cocción, orden de incorporar los ingredientes e incluso recomendaciones sobre la calidad del producto.
El lenguaje de la farmacia era, de hecho, muy cercano al de la cocina. Preparar un jarabe de hierbas requería hervirlas en agua o vino, colarlas y mezclarlas con miel, vinagre o azúcar. Hacer un confit medicinal era casi idéntico a hacer un dulce: cubrir semillas o frutas con almíbar hasta que quedaran acolchadas de azúcar. Las destilaciones de rosas, tomillo y romero recuerdan las técnicas culinarias de conservación y aromatización.
Estas recetas farmacológicas no sólo servían para curar, sino que también influyeron en la gastronomía. Muchos dulces medievales como las frutas confitadas, los mazapanes y las aguas aromáticas tienen su origen en fórmulas farmacéuticas que con el tiempo se desataron de su uso médico y se convirtieron en comida de fiesta. El azúcar y el dulce, por el contrario de ahora, se consideraba medicinal y beneficioso para la salud.
Los recetarios de cocina de los siglos XIX y XX suelen incluir una sección final de remedios caseros, como si de algún modo se hubiera girado la tortilla. Estas preparaciones no se presentan como farmacia erudita, sino como sabiduría práctica transmitida de generación en generación y recogidas en papel. Pero la lógica de fondo es la misma que la de los antiguos manuales: partir de alimentos y plantas para hacer medicina doméstica.
La receta de hoy, recogida en el libro Hierbas y remedios caseros de Lluís Ripoll (1985), no es una receta de cocina, en realidad es un remedio para prevenir y combatir las picaduras de moscas y otros insectos. Según el texto también es excelente para curar los cortes que uno pueda hacerse mientras se afeita o para mantener el cutis fresco.
l 3 o 4 grapadas de flores de lavanda
l 1 grapado de sal
l Vinagre de vino blanco
l Agua