El escaparate roto de los sueños

Si un gran poder comporta una gran responsabilidad, una fuerte especulación comporta una profunda frustración

El escaparate roto de los sueños
05/09/2025
3 min

PalmaLas agencias inmobiliarias son fábricas de sueños: como Hollywood, pero en pequeño. O las podemos considerar, según se mire, un primer paso para acercarse a vivir cómo se supone que lo hacen las estrellas de Hollywood. Es curioso que, en la era de las redes sociales y los algoritmos, los escaparates de las agencias inmobiliarias siguen exponiendo fotos del género que despachan, es decir, casas, pisos y terrenos edificables (un adjetivo que ha perdido buena parte de su sentido porque ahora lo son casi todos, edificables). Pero estos escaparates deben ser eficaces, porque consiguen lo que quieren, que es hacer de reclamo. Éste es al menos el efecto que da, cuando vemos que las personas se detienen delante de estos escaparates y abren un rato, a veces un buen rato, ante los anuncios, que generalmente son hojas din-A4 colgadas en el cristal con una ventosa. Las hojas en cuestión suelen llevar impresa una foto, así como los datos principales de la vivienda a la venta: situación, metros cuadrados, distribución por habitaciones (en caso de que haya más de una, de habitación), servicios (en caso de que haya en la casa o en la zona) y, claro, lo que todo el mundo quiere ver, lo que todo el mundo quiere conocer y saber: el precio. Y aquí es donde ha habido un cambio verdaderamente importante.

Años atrás, no tantos, los anuncios de casas y pisos solían dar prioridad a opciones más o menos asequibles, a propuestas que la mayoría de los compradores pudieran plantearse de asumir (casi siempre vía hipoteca, pero que al menos pudieran planteárselo). La pareja que decidía vivir junta o casarse, los socios que querían abrir un negocio, los adinerados que se interesaban por un lugar de descanso o de veraneo o, incluso, los jóvenes que buscaban emanciparse con una primera vivienda (estas solían tirar más hacia el alquiler), veían a los escaparates de las inmobiliarias posibilidades que podían, si más. Las propuestas de lujo también estaban, pero solían estar en un rincón un poco aparte del escaparate, y eran pocas. Se suponía que las personas que buscaban casas de lujo ya sabían cómo debían encontrarlas, y tenía poco sentido dedicar demasiado espacio a este tipo de viviendas. Las personas que se detenían a mirar las otras propuestas, las digamos asequibles, echaban un vistazo también a los dos o tres anuncios de casas de lujo y le dedicaban una broma, una carcajada, algún comentario ingenioso, dando por hecho que aquello no iba por ellos. ¿Quién puede gastar esto?, era el comentario implícito, que no era necesario ni decir en voz alta.

Ahora, en cambio, casi todos los anuncios son de viviendas de lujo. No es la primera vez que en esta sección comentamos una foto (la de hoy, de Ismael Velázquez) del escaparate de una inmobiliaria, pero la novedad, en esta ocasión, consiste en los impactos del cristal: tres veces bien visibles, causados ​​por lanzamiento de piedras o algún otro objeto contundente.

Evidentemente el destrozo de escaparates y otros elementos de la propiedad privada entra dentro del ámbito del vandalismo, y no será aquí que hagamos apología del vandalismo. Ahora bien, hay un detalle que en la foto no es tan visible, y que vale la pena que destacamos aquí, en el texto: los precios de las viviendas que se publicitan en la parte inferior de la foto oscilan entre los 990.000 euros (por un apartamento de dos habitaciones y 86 metros cuadrados) y los 3.495.000 resonancias, en el centro de Palma). De por medio hay una propuesta de 1.840.000, y dos de 2.500.000. Sólo un anuncio es capaz de ponerle el freno con un precio de 420.000 euros (impensables, sin embargo, para la gran mayoría de la población) por un piso que no tiene de entrada mal aspecto: 117 metros cuadrados cerca del Born; eso sí, con una sola habitación.

Fuerte especulación y profunda frustración

Si un gran poder comporta una gran responsabilidad, una fuerte especulación comporta una profunda frustración. Ya hemos dicho que echar piedras a los escaparates es una práctica inaceptable, pero también debemos saber que, a veces, las personas se enfadan y pierden la noción de lo que es o no es aceptable. Es como esa famosa historia sobre María Antonieta, seguramente apócrifa pero descriptiva. "Majestad, el pueblo se ha levantado contra usted porque no tiene pan", le advirtió uno de sus ministros. "¿De verdad?", habría respondido la reina. "Ido, si no tienen pan, que coman bollos". Las respuestas equivocadas a las desigualdades, la burla a la desdicha de los pobres y de los desfavorecidos, suelen pasar adelante sin mayores problemas. Pero en ocasiones generan reacciones de ira.

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