Filosofía

La caña pensante de Pascal

El filósofo nos está diciendo que el ser humano es frágil y débil, vulnerable, pero que sabe vincularse y resistir, como las cañas

Pascal
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PalmaEn el contexto del Barroco francés, Blaise Pascal redacta unos pensamientos con un contenido eminentemente religioso y cristiano, y una finalidad apologética en defensa de la religión cristiana y la versión jansenista basada en la Biblia y la creencia en los milagros, las profecías y los misterios, en oposición a las demás religiones monoteístas, al protestante. Los pensamientos son notas y fragmentos publicados póstumamente en 1670, sin respetar las recomendaciones del autor sobre su ordenación. Según el orden previsto por Pascal, los fragmentos debían agruparse temáticamente en pensamientos sobre la vanidad, la miseria, el aburrimiento, la diversión, la inmortalidad, la moral cristiana, y otros 20 temas más, y finalizar con una conclusión. Estas instrucciones sí que han sido respetadas en la edición catalana de referencia titulada Pensamientos y opúsculos (Adesiara, 2021).

En Los pensamientos, critica la importancia que los estoicos dan a la razón, no comparte la filosofía de Cicerón, porque prioriza la autoestima al amor a Dios. Y a su vez, se distancia de santo Tomás y la doctrina tomista de los jesuitas, porque invitan a adoptar unas reglas de vida cristiana muy laxas que debilitan los preceptos de los Evangelios y la moral cristiana y hacen demasiado accesible la salvación, con la intención de ganarse el favor de los fieles. Además, dice que los jesuitas se mueven por intereses mundanos y no por una fe sincera y desinteresada, cree que su mayor aspiración es influir en el poder papal y político. Y denuncia la conducta maquiavélica de la compañía de Jesús, la falta de escrúpulos para alcanzar sus fines, que les lleva a recurrir a las calumnias y la corrupción.

Muerte y homicidio voluntario

En sus pensamientos ataca la visión anticristiana de Montaigne sobre la muerte y el homicidio voluntario, le reprocha que dude sobre la inmortalidad del alma, aunque le reconoce el mérito de adoptar una escritura aforística, directa y popular que contribuye a la memorización de las ideas. Adopta el escepticismo de Montaigne como arma eficaz para combatir la filosofía dogmática de Descartes y en los propios escépticos. También se refiere a Descartes en un tono bastante crítico, puesto que no comparte la visión teísta del racionalismo que presenta un Dios que se retira y deja de intervenir en el mundo después de la creación, y permite que sean las leyes físicas las que gobiernen el mundo; en cambio, sigue la doctrina de los capparas de la Iglesia y la interpretación agustiniana de las sagradas escrituras, y se lamenta de la poca influencia que tiene san Agustín en la Iglesia de su tiempo.

La filosofía de Pascal refleja el conflicto entre fe y razón que vive en primera persona, aunque se decanta por dar prioridad a la fe, entendida como intuición inmediata, íntima y vivencial, vinculada a la capacidad de conocer, como se puede leer en uno de los pensamientos más conocidos, identificado con el número 423, donde dice "cono". Se trata de una idea anticipada en el pensamiento 110, donde valora la importancia de la fe en el conocimiento con estas palabras exactas: "Conocemos la verdad no sólo con la razón, sino también con el corazón" y –añade– que es el corazón y no la razón, y por tanto, los sentimientos, los que nos proporcionan el conocimiento de los primeros principios. En el fragmento 424 aplica esta misma idea al conocimiento de Dios: "Dios es perceptible por el corazón, no por la razón". En un fragmento anterior, en 418, ha introducido su innovador argumento demostrativo de la existencia de Dios, conocido como 'la Apuesta', que parte de la idea de que aunque existen las mismas probabilidades de que Dios sea y que no sea, hay que apostar a favor de su existencia, porque las ganancias son infinitamente superiores a las pérdidas. Más o menos, quienes deciden creer en Dios pueden ganar una vida infinita y eternamente feliz, en cambio, aquellos que no creen pueden acabar en el infierno, sometidos a una tortura eterna. Ante esta probabilidad, considera que la apuesta más segura es arriesgarse y creer, y vivir como si existiera Dios, a pesar de la incertidumbre racional. El Dios de Pascal es bíblico, y no se parece al de los filósofos racionalistas cartesianos, porque su existencia no es ahistórica ni puede ser probada racionalmente. Además, representa el límite del conocimiento humano, como se pone de manifiesto en el aforismo 148: "Que el hombre sin la fe no puede conocer ni el auténtico bien, ni la justicia".

Una de las definiciones más afortunadas del ser humano es la expresada por Pascal en el aforismo 200, según la cual "el hombre es una caña pensante". El filósofo nos está diciendo que el ser humano es frágil y débil, vulnerable, pero que sabe vincularse y resistir, como las cañas, y que pensar lo hace digno, pero es insuficiente, porque aspira a elevarse moralmente a través del esfuerzo de pensar bien. Anteriormente, en el pensamiento 199, proporciona esta otra definición: "El ser humano es un promedio entre todo y nada". La percepción de Pascal sobre la condición humana es ambivalente. Según Pascal, los humanos están sumidos en grandes contradicciones porque se han alejado de Dios y su naturaleza primera determinada por la creación, y han adoptado una segunda naturaleza que se mezcla con la primera y da como resultado un ser paradójico definido por una condición miserable y bajeza que se desprende de su grandeza, porque ser consciente de su miseria es ya ser grande miserable" (fragmento 114). Este estado en el que se encuentra el humano hace posible tener sentimientos de aprecio y desprecio, de amor y odio hacia sí mismo, y lleva a moverse entre el saber y la ignorancia, ya querer "tener lo suficiente y más", entendiendo que "ni la contradicción es señal de falsedad ni la falta de contradicción es señal de verdad" (fragmento 17).

La pequeñez humana

Pascal describe la condición humana desesperanzada a través de la imagen de un grupo de hombres encadenados que van siendo degollados unos a la vista de otros, de modo que quienes aún no han muerto saben anticipadamente que van a morir en breve y esperan su turno con dolor y sin ninguna brizna de esperanza (fragmento 434). La pequeñez humana se manifiesta claramente en el fragmento 28, donde dice que "somos tan incapaces de llegar al bien como a la verdad". Pascal presenta una visión cristiana del hombre corrupto marcado por el pecado original y su incapacidad de redimirse por medio de su voluntad, lo que le sitúa dentro del abismo de una gran insignificancia, y consciente de que la única esperanza de salvación no está en sus manos, ya que implica necesariamente a Jesucristo y la gracia divina (frago).

En los pensamientos dedicados a la miseria ya había anticipado que el hombre sin Dios es ignorante e infeliz, porque ser infeliz en la ignorancia es inevitable. (fragmento 75). Atribuye la infelicidad humana a la incapacidad de despreocuparse de la condición mortal y no saber dejar la mente y el cuerpo en reposo, totalmente desempleados. Tiene esperanza en que el hombre se pueda redimir, salir de ese estado de angustia existencial y alcanzar el conocimiento y la felicidad a través de la fe. Sólo hace falta creer en Dios, como deja claro en el fragmento 407: "La felicidad está en Dios". Estas reflexiones y preocupaciones existenciales las hacen extensivas a los papeles no clasificados.

Pascal resume el compromiso cristiano con la humanidad declarando la intención de amar a todos los hombres como hermanos, ser justo, sincero y fiel, amar la pobreza, cuidar de los miserables, no hacer daño a nadie, asumir los errores cometidos a causa de su debilidad y concupiscencia, y someter a su conducta.

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