Dialécticas salvajes

[Y can't get no] Satisfaction

Las historias que nos hemos contado desde hace milenios son una terapia lenta que nos deja ser lo que somos

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26/09/2025
3 min

PalmaVivimos la tiranía de las pasiones débiles, racionalizadas, catalogadas para que no den tanto miedo. Debemos ser individuos asertivos, adaptables, ligeramente felices. Trabajadores dóciles, ciudadanos serviles. Pese a las frases motivadoras, las listas de consejos insufribles para convertirnos en individuos funcionales y los lugares comunes vestidos de psicología rápida al alcance de todos, nos cuesta mucho llegar a la plenitud, somos seres insatisfechos.

'Animals enferms' es quizá la definición más acertada de la condición humana, la feu Nietzsche, en el siglo XIX. Enfermos de incertidumbre y razón. Somos el animal inacabado, rehén de pasiones desmedidas, porque estamos tejidos por el tiempo y por los demás. Un alumno esta semana me ha devuelto a la memoria el cuadro de Caspar David Friedrich, caminando sobre un mar de nubes, quizá sea la imagen más precisa de nuestra condición, exiliados del paraíso, contempladores de los abismos, a veces preciosos a veces terribles, siempre más allá de nuestro alcance.

Se ha esparcido una fiebre contagiosa, en las aulas, en las redes, incluso, entre las amistades o los amores: debemos aprender a gestionar las emociones, a domesticar adentro, porque ser serviles es la única manera de soportar nuestra época. Intentamos encajar en un presente hostil que nos impide tener una vivienda digna, nos aboca a un planeta en escombros, a la misoginia descarada, nos obliga a ser testigos del genocidio del pueblo palestino, nos fuerza a ver masacres, guerras, hambre, seres humanos que pierden la vida cada instante a causa del capital. Una lista intolerable de miserias que nosotros aceptamos con un estoicismo de feria que no es estoico.

Manifestación artística

Nietzsche, en 1872, explica el origen de la tragedia griega como manifestación artística, defiende que en las tragedias encontramos una fusión de dos principios vitales presentes en el ser humano: el apolíneo y el dionisíaco. Por un lado, el orden, la apariencia, la luminosidad, el lenguaje, la razón; por otro, el caos, el instinto, la embriaguez, las pasiones feroces, la noche. Nietzsche hace un diagnóstico y una crítica de la cultura occidental que lanza una flecha en el corazón del hoy: el racionalismo excesivo borra la desmesura y rompe el equilibrio frágil que nos hace humanos.

Los sentimientos profundos no son transferibles al lenguaje, nos habita lo irracional, el elemento caótico que siempre permanece ajeno al orden. Y renunciar a nuestra parte dehybris, en la complejidad profunda de las pasiones, en una especie de homogeneización de los afectos, favorece la indiferencia, la apatía, una insatisfacción crónica que mueve los engranajes del consumo y de la autoayuda. Apolo no sabe vivir sin Dionisio, suprimir nuestros instantes de noche es una mutilación. La razón nos enferma al no saber conjugarse con la desmesura.

Quién sabe si la única manera de aprender a vivir para nosotros, animales enfermos, está cerca del cine, de la literatura, de las manifestaciones artísticas que se convierten en una educación sentimental. Las historias que nos hemos contado desde hace milenios son una terapia lenta que nos deja ser lo que somos, entre el claro de Apolo y el bosque de Dionisio. Maria-Mercè Marçal, Virginia Woolf, Alejandra Pizarnik, Patti Smith, Céline Sciamma son las ponentes de una educación sentimental que acaso no nos ayudará a gestionar las emociones, pero nos permitirá cuidar nuestra fragilidad, el sufrimiento, las profundidades inclasificables pero del todo nuestras. Nietzsche señala que la creación artística es la labor más elevada del ser humano, precisamente porque es la única que puede acercarse a las insondables pasiones. En las páginas de Gramática de la fantasía, Rodari se propone enseñarnos a inventar historias, no porque todos seamos artistas sino porque nadie sea un esclavo. Quién sabe si deberíamos hacer espacio al arte de inventar, para que la fantasía nos cure de la autoayuda y podamos gritar que estamos insatisfechas y que queremos imaginar juntos otro mundo, hacerlo posible.

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