La derecha lleva su ofensiva contra el catalán en el Consell de Menorca
El PP pacta con la consellera expulsada por Vox un nuevo reglamento que introduce el castellano y prioriza al menorquín
CiudadelaLa derecha ha acampado en la sede de la plaza de la Biosfera de Maó y ha dado la vuelta a la principal institución de Menorca. El ala más derechista del PP y la consejera expulsada de Vox juntaron fuerzas para alcanzar la mayoría aritmética en el Consell e imponer sus políticas. Desde el modelo territorial al de carretera y, ahora también, al identitario.
Sin el apoyo del Servicio de Asesoramiento Lingüístico (SAL) de la institución ni de su principal ente consultivo y académico, el Instituto Menorquín de Estudios (IME), el profesor y graduado en historia que el PP arrebató antes de las elecciones a la formación de ultraderecha ha trasladado, como a. Lo mismo que ya pregonaba al frente de Sa Fundació y que ahora impone al Consell para que se charle "como habla el pueblo". Lo hace suprimiendo la comisión de seguimiento que hasta ahora controlaba de forma participada la aplicación del reglamento lingüístico de la institución, y poniéndose como único supervisor de la norma, abriendo el abanico para poder externalizar el asesoramiento lingüístico cuando no le interese seguir las directrices del SAL en defensa del catalán estándar.
Patrimonio inmaterial
Joan Pons Torres asumió el cargo dispuesto a reivindicar las modalidades insulares y convertir al menorquín en patrimonio inmaterial. En octubre de 2024 ya quiso dar el paso. Registró una propuesta de reglamento lingüístico y un borrador de memoria, pero no salió adelante en la tramitación. La consejera bisagra de la corporación, Maite de Medrano, todavía estaba dentro de Vox, firme de manos y pies para poder negociar, y el gobierno en minoría que preside Adolfo Vilafranca no se veía con corazón de llevar al pleno los cambios que realmente buscaba: la continuación de los puentes a doble nivel en la carretera general que afectan a los bienes de la Menorca Talaiótica de usos en el campo y la apuesta por el menorquín y el bilingüismo real en la institución.
La expulsión de De Medrano de Vox y la necesidad de pactar con ella los proyectos de mayor calado de la legislatura han permitido al fin dar pasos adelante en este sentido.
Primero fue el proyecto de Rafal Rubí, que mantiene la solución viaria a doble nivel pese a la advertencia de Icomos y la Unesco, que piden que se derrumbe para no estropear la declaración de Patrimonio Mundial. Luego vino el intento de "modificar de forma sustancial los objetivos y principios fundamentales del PTI" en cuanto al suelo rústico, las áreas protegidas, las zonas turísticas y la preservación del paisaje, pero los informes contrarios de los propios técnicos y de la secretaria del Consejo lo impidieron. Y ahora, la necesidad de sumar el séptimo voto que el PP necesita para aprobar los presupuestos ha precipitado el tercer gran paso, el lingüístico.
Pons Torres ha rescatado la iniciativa que ya había empujado hace un año y ha dado cumplimiento a lo que también pedía De Medrano: el cambio del reglamento lingüístico para garantizar una "igualdad efectiva y real" entre las dos lenguas oficiales en la Comunitat.
Así se ha gestado un vuelco lingüístico que altera 18 de los 27 artículos del reglamento, equipara en muchos supuestos el castellano al catalán en la Administración y da prioridad al uso del menorquín frente al catalán normativo en la atención personal y telefónica, en las revistas, memorias, carteles, publicidades, avisos. También plantea la posibilidad de realizar rótulos en castellano "cuando el contexto sociolingüístico así lo aconseje" y fija que todas las normativas y resoluciones deben publicarse simultáneamente en ambos idiomas, además de los pliegos de condiciones o la propia página web. El conseller pretende que la modalidad insular sea reconocida como "una riqueza cultural y un motivo de unión, no de discordia".
El acuerdo, sin embargo, ha provocado justamente el efecto contrario. Excepción hecha de Sa Fundació y el PP, todas las demás voces –públicas e internas– han rechazado el nuevo reglamento, que ahora sale a exposición y que recibirá un alud de alegaciones. También de la plataforma Fem-ho en Català, para quien "la lengua no puede ser moneda de cambio político". La entidad acusa al gobierno del Consell "de inventarse un problema inexistente" de discriminación del castellano y teme que concentrar la supervisión sólo en manos del conseller "provocará una total oscuridad en la toma de decisiones. Nos encontramos –dicen– ante un ataque frontal e inaceptable contra el catalán".
Modalidad isleña
Ajeno a las críticas, el conseller respondió a la polvareda dejando claro que la institución "seguirá empleando el catalán como lengua propia, pero priorizando el uso del menorquín, como dicta el Estatuto de Autonomía, y sin renunciar al castellano, por aquellos ciudadanos que así lo pidan. El debate –ha clarificado– no es tanto si hablamos catalán o no hablamos catalán o no no sea demasiado tarde". Incluso ha acusado de "radicales" a quienes se han mostrado contrarios a una medida que favorece la modalidad isleña.
La consejera Maite de Medrano, que ha precipitado su aprobación, dice que el objetivo no es garantizar la cooficialidad del catalán y el castellano, "sino del menorquín y el español, la lengua que hablan 600 millones de habitantes en el mundo y que les es tan propia o más a los menorquines. lengua de otra comunidad que nos han impuesto como si fuera nuestra”.
Para De Medrano, "ni existen los Països Catalans ni nuestra lengua es el catalán". La consellera no adscrita rechaza "el imperialismo catalán, que nos obliga a que toda la Administración sea en catalán, y la normalización lingüística, que es una burrada y un despropósito que no permite que haya una verdadera libertad de elección de lengua". Pero es la ley y, "por ahora, debemos aceptarla", aunque avisa de ello: "Esto es sólo un avance, no un punto y final".
No ve bien ni siquiera que el Ayuntamiento de Ciutadella, del que también forma parte como concejala, haya puesto en la biblioteca pública el nombre del escritor, exconsejero y exdiputado Joan Francesc López Casasnovas, quien fue un firme defensor de la lengua y la literatura catalanas. "Estoy convencida de que la mayoría de ciudadanos no están de acuerdo con este reconocimiento", sentenció De Medrano, quien sacó de botador al alcalde Llorenç Ferrer, escandalizado ante la "miserable y vomitiva falta de respeto de la consellera a una figura primordial para la cultura de Menorca".
"Lo que quieren es emplear al menorquín como arma para desmontar la normalización lingüística", concluye la portavoz de Més en el Consell, Noemí García. "No me bastarían ni tres gintónics para tragarlo", ironiza. El consejero socialista Edu Robsy tampoco tiene ninguna duda: "Están haciendo lo que nunca se ha atrevido a hacer ni la propia presidenta Prohens".