10/08/2025
2 min

Los expertos dicen que el ciclo de los programas del corazón está agotado. Cuando Telecinco aniquiló la nave de abastecimiento del género, Sálvame, quizás no era consciente de que comenzaba una travesía del desierto. O al menos no tan larga. Mató al padre bruscamente, pensando que podía virar sin mucho esfuerzo, sin analizar que gran parte de su parrilla e imagen estaba impregnada y retroalimentada por el serial de la ligereza y la zafiedad en nombre del entretenimiento. No es tan fácil decirle a tu público que ahora eres otra cosa, otra más parecida al resto. Y menos cachonda.

Cuando termina un ciclo, empieza otro: ahora el de la política. No la del análisis, sino una que, paradójicamente, bebe de los códigos del corazón. Todas las cadenas (incluso la pública) apuestan por los infoshows, que aquí importó Ferreras con En el rojo vivo, deudor también de los Sálvame deportivos. Son programas de pantalla partida, llenos de rótulos llamativos, de reclamos que ceban contenidos, construidos bajo la creencia de que el espectador, como un adolescente en TikTok, necesita vídeos rápidos, cortos, sin mucho tiempo para pensar. Ritmo de redes sociales con poco análisis y mucha política. Las televisiones fichan a colaboradores no por su valía intelectual, sino como contribuidores al show. Hacen de camión escoba y recogen los desahuciados del hemiciclo. La que robó las cremas en el súper, la que jugaba en el Candy Crush en el Congreso, o, ahora, la que adornó su currículum mientras atacaba al adversario. Todo legitimado por la supuesta información, cuando no hay más que opinión. Y espectáculo, por supuesto. El espectador elige lo que coincide con sus tesis e ideología. El problema es que ahora no hablamos de nimiedades como la última amante de Amador Mohedano o del embarazo de Chabelita. Ahora se cuestiona cualquier asunto de Estado, como el reparto de carne en la leonera de un zoo.

Mientras los creadores de Sálvame se estrellaban (con razón) con La familia de la tele porque lo fiaron todo a la nostalgia y no tenían ni una escalerilla para su programa, los infoshows llenan horas legitimados porque hablan de cosas serias, importantes. Dame diez horas con Jorge Javier Vázquez antes que una con Nacho Abad o Ana Rosa. Había menos peligro y tergiversación en un entretenimiento estéril. En la tele, nadie está para dar lecciones.

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