No son políticos, son nuestros trabajadores
Que nadie se confunda: los políticos no hacen lo que quieren, sino lo que les dejamos hacer. Son nuestros representantes, los elegimos para que trabajen para nosotros durante unos años. Pero a veces olvidamos controlar que hagan bien su trabajo, mientras que ellos menosprecian su verdadero patrón –los ciudadanos– y se dedican a hacer servicios para otros –las empresas, la macroeconomía, los intereses particulares.
Si estos olvidos se enquistan, a los políticos les cuesta aceptar que los ciudadanos manifiesten su disconformidad. Así ocurrió en el pleno del Ayuntamiento de Palma de julio. Lo puede encontrar en Youtube. Podrá ver el alcalde de Ciudad, Jaime Martínez, visiblemente molesto y enfadado porque algunos ciudadanos decidieron acudir a la sala de plenos para decir en voz alta, ante un atril, que no están conformes con la política urbanística de Cort y que, por mucho que el gobierno municipal hable de la necesidad de hacer pisos, algunas decisiones huelen más de negocio que de preocupación por la preocupación.
El desfile de reproches fue largo y contundente. Desahuciados, animalistas, vecinos de los pueblos de Palma... Qué guarda de insolentes, que decidieron molestar al alcalde horas antes de dar el suso a una exposición histórica sobre Joan Miró que hará de Palma el foco internacional del arte. Un foco lleno de caravanistas, de infraviviendas, de chabolas, de personas que podrían perder su casa, de un campo que podría desaparecer tragado por el negocio urbanístico... Estas personas no callarán, por mucho que molesten al alcalde y los concejales, que harían bien en disimular mejor el rechazo que les provocan las intervenciones de las entidades de la sociedad.