Lengua y escuela: ¿dónde estamos ahora?

"En toda la legislatura, la única medida del programa de Vox que ha prosperado en Baleares ha sido permitir la entrada de menores en los toros". Olé.

La frase es magnífica. A primera vista parece la ácida descripción que algún comunicador izquierdista ha hecho del patético balance de la extrema derecha en Baleares y de su manifiesta incapacidad para aplicar sus principios y postulados. Básicamente, el barro y la caspa, para entendernos.

Pero no. Debemos la frase al ínclito Sergio Rodríguez, diputado de Vox, quien, en sede parlamentaria, quiso certificar en el diario de sesiones de la Casa la absoluta inutilidad de su acción política.

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Es un resumen excelente del enésimo episodio de tribulación lingüística del mandato: humo, humo, humo. Mucha obsesión enfermiza trasladada a la tribuna de oradores una y otra vez, pero a la hora de la verdad, nada. A esto se le llama impotencia.

La nueva astracanada se substanciaba a raíz de la presentación por parte de Vox de una fantasiosa proposición de ley que supuestamente habría implicado la demolición del ordenamiento lingüístico escolar y que atacaba frontalmente la Ley de normalización lingüística, el Decreto de mínimos y la autonomía de centro.

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Ya se sabía con antelación que todo quedaría en nada porque el PP había anunciado su voto negativo, algo que, ciertamente, no es algo menor. Pero la photo finish fue incluso más divertida, porque la propuesta sólo logró cuatro votos del cada vez más mermado grupo de extrema derecha. Dos de los ex diputados de Vox –Idoia Ribas y Agustín Buades–, además, tuvieron la amabilidad de contar su voto negativo: consideran la redacción propuesta un "nyarro jurídico inacabado y ambiguo". Y, como buenos expertos en la materia, al hablar de "nyarros" hay que darles toda la credibilidad.

A propósito de ello, el PP acabó de enmarañar la madeja presentando, el día anterior al debate, su contrapropuesta, que deberá debatirse más adelante y que garantiza, por tanto, alargar el nuevo episodio de gastritis lingüística: incluir explícitamente en la LEIB el castellano como lengua vehicular de la enseñanza. insulares de la lengua catalana" por "'Uso y difusión' de las modalidades insulares de la lengua catalana". En fin...

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La finta del PP no gustó nada a Vox, que habló de "traición" y se desgañitó dramáticamente: "¿Cuál es la fórmula para que yo mañana pueda pedir que mi hijo estudie el 50% en castellano en un colegio público?". Brutal.

Llegados a este punto, convendría volver a la realidad y evaluar, después de tanta toxicidad y demagogia, en qué punto exacto nos encontramos. No es muy complicado y se resume básicamente así: el modelo lingüístico escolar de Baleares sigue intacto; ningún centro escolar puede realizar menos del 50% en catalán; todos pueden llegar al 100% en catalán; la decisión es de cada centro a través de su PLC; el catalán es el vehículo de expresión normal en las actividades educativas y complementarias, y en las comunicaciones y administración de los centros. Fácil, ¿no? Total, que mucha pirotecnia, pero continuamos exactamente allá donde estábamos.

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Previsiblemente, la única modificación mínimamente vistosa –que no relevante–, será la inclusión explícita del castellano como lengua vehicular de la enseñanza, lo que no deja de ser una obviedad a la vista de lo que dice la propia LEIB un poco más abajo: "La lengua castellana, como lengua de enseñanza y aprendizaje, también podrá ser utilizada5 por decisión de cada centro educativo.3". Obvio, ¿no? ¿En qué lengua, si no, se realizan el resto de asignaturas en los centros que no prevén llegar al 100% en catalán según su PLC?

Nuevamente, es el sagaz Sergio Rodríguez quien lo ha clisado astutamente, por lo que ha valorado lúcidamente la iniciativa del PP: "Un cambio vacío, sin contenido, que no va a ninguna parte", "Un gesto de cara a la galería", "Una estafa"... Talmente, SR. Rodríguez, usted lo ha dicho. Todo lo que hace el PP en este tema es eso: hablar por hablar sin el menor efecto tangible. Y engañaros una y otra vez. Está solo, no está avanzando y no lo conseguirá.

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Pero debemos entendernos: esta intoxicación permanente no es inocua y se acaba trasladando a las escuelas ya la sociedad un peligroso relato de derrota y una falsa sensación de retroceso del modelo lingüístico escolar. El desánimo y la desorientación son letales intrínsecamente, sin necesidad de munición efectiva.

Por eso los agentes y las fuerzas progresistas deberían encontrar la forma de contrarrestar la falaz sensación de regresión que Vox quiere inocularnos. O, al menos, deberían intentar no amplificar aún más su retórica enfermiza. El catastrofismo y el melodrama no siempre son la mejor opción. Yo dejaría la caballería para mejor ocasión.