El jardín florido que Menorca sabe conservar
Menorca nos ha dado muchas lecciones a los isleños. La más importante, ser capaz de encontrar un equilibrio territorial que hoy nos ofrece un paisaje, una actividad económica en armonía, y una sociedad enfocada a la cultura. No ha sido un camino tan sencillo como pueda parecer, aunque es cierto que el mantenimiento de la agricultura y la industria en porcentajes más altos que el resto de Baleares, y no abrazar ciegamente el binomio turismo y cemento han sido clave. Pero ya hace décadas que una serie de líderes políticos y sociales vieron venir que la amenaza de la codicia y el dinero fácil podían enviarlo todo a rodar. Y hicieron una verdadera obra de arte, fruto de mucho trabajo previo: el Plan territorial del 2003.
Entre sus prescripciones que establecía el documento, era algo impensable en el resto de Islas: hacer inedificable el suelo rústico. Basta con dar un paseo por Menorca y comprobar sus resultados. Pero nada es eterno, y el actual equipo de gobierno del Consell de Menorca decidió "dinamizar" la economía, que en el contexto balear sólo significa algo: poder construir más y hacer más pilotadas urbanísticas.
Pero de nuevo la sociedad menorquina demuestra su visión. Lejos de rendirse y lamentar que el PPi Vox querían más cemento en todas partes, se ha puesto en marcha un verdadero alud de movilizaciones ciudadanas (con canción popular incluida), reacciones en cadena, reuniones, técnicos del Consejo que se plantan, e incluso juegos populares en medio de la plaza para explicar que los menorquines. Menorca sabe cuidar de su jardín florido y, en contra de lo que dice la triste balada que le da por perdido, le luchará para siempre.