El concepto 'los papeles'
Beatriz es colombiana. Después de seis años en Mallorca, todavía no ha logrado regularizar su situación. Cuando contaba sus vivencias para el semanario del ARABalears, resumió su sentimiento con una frase que, aunque suene obvia, conviene no olvidar: "Uno no emigra para que lo quiera. No empaquetas tus cosas y dejas a tu país por un capricho". Ella reclama que las administraciones la guíen en el progreso, no que sigan dándole alimentos que, aunque agradece, no necesita. Al poner la mirada en los inmigrantes, dejamos de lado a quienes los contratan en negro, a los participantes de esta economía sumergida.
El concepto 'los papeles' es un resumen y una metáfora de muchas cosas. Es la vía a una vida regularizada, pero no sólo para quien necesita, sino para la sociedad. Con los pagos en negro, estos trabajadores no están cotizando, la Administración no recauda impuestos y son los empresarios quienes se benefician de la economía en negro. Hay gente que, si accede a formalizar 'los papeles', obliga al empleado a pagar a la Seguridad Social. La regularización sale del bolsillo de los trabajadores, que no llegan a escapar de la explotación.
El sociólogo David Abril se remitía a las cifras de renta media de los inmigrantes regularizados, en torno a los 15.000 euros brutos anuales. Y llegan las preguntas: ¿quién puede vivir en una comunidad como Baleares con ese dinero? ¿Quién puede pagar no ya el alquiler de un piso sino al menos una habitación?
En lugar de criminalizar la inmigración y proponer medidas trumpistas (y absurdas) de deportaciones como las de Vox únicamente para atizar el avispero de su caladero de votos, es necesaria una ley de extranjería valiente, sencilla y firme. Y medios para gestionarla. Necesitamos que conseguir una cita en Extranjería no funcione como una república bananera, que no se trate a los inmigrantes como ciudadanos de segunda. Se ven obligados a pagar a desaprensivos por una cita, por un derecho natural a una fuerte democracia. Y nadie hace nada por corregirlo. Sería impensable que un español tuviera que tragarse estos métodos corruptos para renovar el DNI o el pasaporte.
Hay, por suerte, gente consciente de la realidad migratoria, gente que regulariza, que cotiza incluso por una empleada de hogar que trabaja en su casa unas horas a la semana. Los discursos ultras se desmontan con hechos. Y con información.