Olivia Cerdeiriña

Carta al director

Una ciudad se mira en el espejo

Hay momentos en los que una ciudad se mira en el espejo. Momentos incómodos, decisivos, en los que debemos elegir si seguimos por inercia o si damos una vez sobre la mesa y decimos: "suficientemente".

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La tala de cerca de una veintena de árboles puede parecer un detalle menor para quien firma desde un despacho. Pero para quien camina por estas calles, quien respira el aire y quien cria a sus hijos, no es un trámite: es un mensaje.

No es una cuestión de ideologías políticas, sino de sentido común, de salud pública, de derecho a la información, de protección ambiental, de amor hacia el lugar donde vivimos.

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Las decisiones públicas deben ser públicas. La información ambiental debe ser accesible. Los impactos deben evaluarse. Las alternativas deben compararse. La ciudadanía debe participar.

Pedimos que se cumpla la ley, actuar con rigor y cuidar de la ciudad como si fuera importante. Porque es importante.

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Detrás de los 18 troncos hay 18 historias vivas. Durante décadas han hecho sombra y han dado humedad, belleza, descanso, cobijo y dignidad a una plaza que hoy respira gracias a ellos. Han amortiguado el ruido, han capturado partículas, han sostenido la biodiversidad y han mantenido vivo un espacio que, sin ellos, vuelve más duro, más inhóspito y menos saludable.

Retirarlos (y más aún, sin transparencia, sin participación, sin informes accesibles y, posiblemente, sin evaluación técnica individualizada) no es gestionar. Es renunciar.

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Renunciar a la ciencia, la cordura, la legalidad, los compromisos climáticos suscritos en Bruselas y los espacios que sostienen esta ciudad día tras día.

Un árbol no puede pedir explicaciones. Pero nosotros sí. Un árbol no puede exigir transparencia. Pero nosotros sí. Un árbol no puede reclamar sus derechos. Pero nosotros, sí… y los nuestros también son los suyos. Hoy defendemos estos árboles, pero, a la vez, algo mayor: el derecho a un entorno sano, digno y vivo. Porque al levantar un árbol, debilitamos nuestra capacidad de adaptación climática. Y al callar, debilitamos nuestro futuro.

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Palma puede ser líder en sostenibilidad, en justicia climática, en planificación urbana inteligente. Tiene talento, recursos, conocimiento, ciudadanía activa y compromisos internacionales que le avalan.

Aún están a tiempo: a frenar la tala; a rehacer el proceso con rigor, ciencia y participación; a demostrar que en Palma las decisiones públicas se toman en la cara y no de espaldas.

Están a tiempo a entender que defender los árboles es defender nuestras plazas, nuestras calles, nuestra salud y nuestra dignidad como ciudad, porque cuando defendemos un árbol, defendemos la vida. Y una ciudad que cuida a los árboles es una ciudad que cuida a la gente.

#LaCiudadQueSomos #LaCiutatQueVlemSer