
Según Carl Gustav Jung existe un inconsciente colectivo del que nos abrevamos para obtener una sabiduría compartida, pilar referencial que nos ayuda a gozar de unos fundamentos culturales básicos. Llevada esta concepción en el extremo, se llega a la conclusión de que no paramos de sacar otras realidades superiores, como si viviendo nos nutriéramos del planteado mundo de las ideas de Platón. "No escribimos, un discurso se nos dicta", dejó sentenciado Bartomeu Fiol. Por tanto, el poeta, más que un creador, es un médium o, como aseguraba Márius Sampere, un demiurgo, es decir, un embajador entre realidades o, de forma más práctica, una antena parabólica que ata el plano terrenal con los órdenes celestiales. Ya argumentó Robert Graves que el poeta, permanentemente enamorado, no hace otra cosa que esperar y escuchar a los dictados de la Diosa Blanca…
Por su parte, el nuevo poemario de uno de los seniors indiscutibles y más excepcionales de la poesía catalana como Antoni Vidal Ferrando, y que lleva por título Entre dos oscuras, se construye a partir de la certeza de que hay más allás que redimen estas tristes realidades que nos rodean, empapadas de cantos funerarios y sueños crucificados, y que se puede acceder a ellos a través de una plena conciencia poética. Tal plenitud se gesta a partir de impresionantes contrastes paradójicos: cada poema de esta nueva recopilación publicada en Proa presenta una avalancha de miserias y de desastres –un planteamiento que conecta con otras obras suyas como la anterior Si entra niebla no tendré dónde ir, merecedor del prestigioso premio Carles Riba–, pero después el discurso lírico sube implacablemente por las ramas de una prima esperanza, sea a través de una nostálgica mirada retrospectiva hacia el pasado y el paraíso de la infancia, o hacia el optimismo de un futuro mejor. Son estas las finas claridades que chocan con las oscuras brutales que se parapetan talmente formas de un gran paréntesis: la nada de todavía no haber nacido y el cambio aún desconocido que significa la muerte.
Quizá sea verdad que ya no cantan los ángeles al leer Quasimodo o Faulkner o Woolf, pero es en la feliz memoria lectora donde se instaura el bastión de cuando los serafines glorificaban cada página talmente una vivencia visionaria. Pese a la proliferación de inclemencias, un Antoni Vidal Ferrando más mesiánico e inclemente que nunca, porque ama el mundo a pesar de sus carencias, consigue construir jardines mediante las palabras. Con la sabiduría y generosidad y destreza expresiva que han caracterizado su magno trabajo hasta ahora, el titán de Santanyí nos ofrece su particular sentido de la vida, del leer y del escribir en una obra crepuscular y, sin embargo, refulgente. Uno de los volúmenes imprescindibles de esta rentrée literaria pero también de todo el 2025.