Cine

¿De qué viven los cineastas de las Islas?

Hablamos con cinco directores de Baleares que proyectan sus cortometrajes en el Evolution Film Festival

Palma"Si encuentras a alguien que viva sólo de hacer cine en Baleares, avísame. Y pídele cómo lo hace, que te lo cuente punto por punto, que me interesa". Quien pronuncia estas palabras es Josep Alorda, cineasta mallorquín que hace apenas un año recogía el premio a mejor cortometraje documental en el Evolution Film Festival con Barbecho, premiado también en el certamen Art Jove y en el Menorca Doc Fest, entre otros. Este año vuelve a formar parte de la programación de la decimocuarta edición de la Evolution, que tiene lugar estos días en Palma, y ​​en esta ocasión lo hace con dos nuevos cortometrajes documentales: En el nombre de las flores y Ambos pozos.

Pese a los logros recogidos con su primer corto y pese al puñado de proyectos que tiene en marcha, Alorda tiene claro que es imposible vivir de ello. "Por Barbecho, que es el corto con el que mejor me ha salido todo hasta ahora, recibí subvenciones y premios y podría decir que me fue bien, pero en total he recibido unos 7.000 euros. Y debemos pensar que hice de guionista, director, montador… Hice mucho trabajo durante meses, sin saber si sacaría nada. ¿Y para qué sirven los 7.000 euros? ¿Para compensar el trabajo realizado? ¿Para mantenerte un tiempo? No te dan para vivir todo un año, o hasta que vuelva a irte bien. Yo estoy muy contento y agradecido, pero ni se me ocurre poder vivir de dirigir".

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Lo mismo opinan los otros cuatro cineastas consultados por el ARA Baleares, todos ellos con obra seleccionada en la Evolution. A pesar de las trayectorias e intereses diversos de Josep Alorda, Jordi Nadal, Constanza Amengual, Jaume Carrió y Eugenia Sampedro, coinciden en señalar que el objetivo, a la hora de poner en marcha un proyecto propio, es encontrar la fórmula que permita no perder mucho dinero, en la que las ayudas de entidades como el Instituto de Cultura de Industrias Culturales (ICIB) tienen mucho que ver. "Yo tengo asumido que no da beneficios, pero es que tampoco lo hago por eso. Lo hago por vocación, y si puedo empatar, es decir, si puedo no tener demasiadas pérdidas tras un proyecto, benísimo, pero no me planteo nada más que eso", reconoce Amengual, codirectora, con Francesca Mas, del documental Margalida, que ahora presenta el cortometraje documental Una casa.

En el caso del largo protagonizado por Margalida Bover, Amengual y Mas obtuvieron la financiación a través de una campaña de micromecenazgo, mientras que con Una casa la directora ha sido beneficiaria de una de las ayudas de creación del IEB. "Con Margalida no pudimos optar a muchas ayudas porque era una ópera prima, ya muchas subvenciones te puntúan la experiencia. Ahora con Una casa he podido solicitarlo, y me he dado cuenta de lo importante que son las subvenciones a la creación porque he visto en qué se traduce una ayuda para desarrollar un guión. Hace que te pongas en marcha y que puedas empezar a plantearte el proyecto y buscar otras formas de financiación", expone la manacorina, quien sin embargo reconoce que valora poder relacionarse con el cine desde la independencia y la libertad. "Yo vendo del periodismo y trabajo en el servicio de comunicación de la UIB, lo que significa que mi sueldo no depende de los proyectos. Si dependiera, supongo que me los debería plantear de manera muy diferente", reflexiona.

Inseguridad laboral

La imposibilidad de los cineastas isleños de mantenerse con sus proyectos particulares no es, ni mucho menos, una realidad exclusiva de Baleares, si bien el Archipiélago tiene algunos factores diferenciales que contribuyen a ello, como las limitaciones de las ayudas a la creación en comparación con otros territorios, como Cataluña; el encarecimiento del coste de la vida en Baleares o, evidentemente, la insularidad. Aún así, el principal estudio realizado en España sobre las condiciones laborales de los cineastas, impulsado por la entidad DAMA en 2022 y realizado por Javier Carrillo Bernal y José Antonio Gómez Yáñez, profesores de las Universidades Rey Juan Carlos y Carlos III, respectivamente, constata que la situación es muy similar en todo el Estado.

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Según se desprende del trabajo, titulado Dirigir obras audiovisuales en España y accesible a través de la página web de DAMA, de los más de 440 cineastas encuestados, menos de un 30% afirmaba gozar de cierta continuidad laboral, con trabajos de dirección de cine y series que los ocupaban entre 9 y 12 meses al año, mientras que por casi un 60% de los encuestados la inseguridad laboral era el principal. La gran mayoría de ellos –un 86,1%– reconocían tener que compaginar las tareas de dirección con actividades complementarias, a menudo vinculadas al mundo audiovisual, y sólo uno de cada diez afirmaba haber podido dirigir más de una película en los últimos cinco años.

Aún así, el número de producciones no ha hecho más que crecer con los años: según el último Anuario de Cine publicado por el Ministerio de Cultura, durante el año 2023 se produjeron 556 cortometrajes, más del doble que una década antes –en el año 2013 fueron de 237–s, y las en los casos 237–, y las 231 producidos en 2013 se ha pasado a 375 diez años más tarde. Según el informe más reciente de la entidad Spain Audiovisual Hub, el coste medio de producción de un largometraje es de 3 millones de euros, y un 40% del presupuesto se destina al personal, tanto artístico como técnico.

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Por otro lado, según el estudio impulsado por DAMA, los ingresos brutos percibidos por los cineastas por sus tareas de dirección resultaban del todo diversos, demostrando la variabilidad de las condiciones del sector: tres de cada diez no alcanzaban los 20.000 euros anuales mientras que un 15% superaba los 80.000. Son estos últimos, en todo caso, los que marcan la tendencia de lo que significa 'ser cineasta' dentro del imaginario colectivo, un trabajo que muy a menudo se asocia a las alfombras rojas ya los presupuestos millonarios, si bien la realidad de la gran mayoría es muy diferente.

¿Perder la libertad?

"Mi pareja, que tiene un trabajo que no tiene nada que ver con el audiovisual, muchas veces se sorprende de saber que a la hora de empezar un rodaje es habitual que ninguno de los que formamos parte hayamos cobrado nada. A veces ni siquiera sabemos cuándo nos pagarán ni hemos firmado nada con nadie, pero ahí nos tienes, 10 o 15 personas que empiezan, ingreso asegurado". Así lo explica Jordi Nadal, quien compagina las tareas como guionista de formatos televisivos con proyectos propios como El último vaquero de Hollywood, que se podrá ver en la Evolution después de haberse estrenado este verano en la Atlántida. Lo mismo sucede con el último cortometraje de Jaume Carrió, Las imágenes llegaron a tiempo, que forma parte de los seleccionados en la categoría de cortometrajes documentales Made in Balears.

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"Es lo primero que he hecho sin buscar financiación, aunque la productora Far Visuals y el patrocinio del Ayuntamiento de Esporles se han convertido en imprescindibles para poder moverlo por todo el mundo. Sea como fuere, este caso es excepcional, ya que todos mis cortos anteriores han sido financiados a base de ayudas públicas", comparte Carrió, director Hostal Orión y Woody & Woody, con la que recogió el Goya a mejor cortometraje de animación. Preguntado por si cree que es posible vivir exclusivamente del cine en Baleares, Carrió tiene la respuesta muy clara. "Desgraciadamente, creo que es inviable vivir sólo de escribir y dirigir a Mallorca, pero por suerte es posible vivir del sector audiovisual. Si somos honestos, tampoco hay tantos que vivan de escribir y dirigir a la Península, también deben compaginarlo, por ejemplo, con miedo que no temo nunca: yo debo tampoco: yo debo por mi miedo: yo debo tampoco por mi miedo. la libertad que tanto amo a la hora de hacer cortometrajes. Cuanto mayor es el proyecto, más daño es tener el control absoluto que busco en un proyecto personal que hago porque quiero, y no porque me lo piden.

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Carrió ejerce actualmente de profesor en el CEF, donde se formó otra de las cineastas que tienen obra seleccionada en la programación de la Evolution: Eugenia Sampedro. Presenta Enjambre, su segundo corto después deUn domingo cualquiera, y se muestra orgullosa de formar parte de una nueva hornada de cineastas. "Creo que vengo de una generación que está cambiando las cosas, que empieza a creer que es posible hacer cine desde aquí, con acento propio y mirada local. Es cierto que la insularidad puede ser compleja ya veces nos pone trabas logísticas, pero yo intento verlo desde el lado más inspirador: todo el mundo quiere venir a rodar aquí, así que… ¿Por qué nosotros deberíamos?"

Los festivales, espacios de encuentro

Sobre el retorno que tienen los festivales, convertidos en el epicentro de las políticas culturales actuales y financiados con cientos de miles de euros de dinero público, en sus trayectorias, las opiniones de los cineastas isleños son diversas. Todos coinciden en señalar que se han convertido en un punto de encuentro del sector y en una ventana que es provechosa tanto para mostrar sus proyectos propios como para conocer los del resto de creadores isleños, lo que celebran y agradecen. Algunos de ellos, eso sí, cuestionan ciertas dinámicas: la excesiva búsqueda de proyección internacional de algunos de estos acontecimientos, más que de sus contenidos; los precios de inscripción de las obras –que en el caso de la Evolution tienen un descuento para los cineastas baleares, pero, aun así, son de pago–, o la ausencia del catalán en sus canales de comunicación, algo que ya denunció el ARA Baleares. Sin embargo, el balance, reconocen, es positivo. "Cuando comienzas, cada festival es un pequeño empujón para continuar. Y luego entiendes que también son lugares para hacer red y construir trayectoria", valora Sampedro.