Como era Laura Gost según su padre: “'Annie Hall' desató su pasión por el cine”

El padre de la escritora nos cuenta los secretos mejor guardados de su infancia

Laura Gost con su padre
10/08/2025
3 min

Palma "Fue un tiro en el aire". Mientras lo dice, a través del altavoz del teléfono, se intuye el tono, aún ahora, de asombro; y una media carcajada de quien no sabe cómo ha pasado todo. Es como un suspiro que parece expresar un "¡quién nos lo habría dicho nunca!". El tiro en cuestión fue regalarle un cuaderno: Los cuentos de Laura, cuando tenía siete años. "Era una forma de estimular una afición, no sabíamos por dónde tomaría". Lo cuenta Francesc Gost, quien regaló el cuaderno a su hija, Laura Gost. Por supuesto, que la estimuló: a 31 años ha escrito tres novelas –La prima grande, El mundo se vuelve sencillo y Las cenizas en la piscina– y algunas piezas de teatro. Desde ese regalo, escribe cuentos e historias y, desde hace unos meses, Laura les cuenta a su primer hijo. Por cierto: cuando nació, un amigo de Francisco dijo que Laura Gost era nombre de guionista. No se equivocó.

La escritora poblera debe su nombre a Laura Ingalls de La casa de la pradera porque su madre, Maria Magdalena Seguí, era gran admiradora. Llegó al mundo un 16 de septiembre de 1993, y dice Francisco que sólo recuerda a una polisonada, "o ni eso", apunta. Estaba a punto de cumplir dos años: "No recuerdo por qué, pero lloraba muchísimo y no había manera de calmarla. Lo llevé a la habitación y cogí el Marca. Nos sentamos en la cama y yo leí el periódico desde la primera a la última línea. Quizás estuvimos 40 minutos. Sentía cómo lloraba, pero me concentré con el periódico. Me miraba, con ojos llorosos, sorprendida por mi impasibilidad. '¿Ya está, querida?', le dije. Asintió con la cabeza y salimos. Seguramente, si lo hiciera hoy en día me encerrarían en prisión por eso. Ésta ha sido la única vez que recuerdo que Laura hiciera algo así".

Las fiestas de Sant Antoni despiertan pasión a la mayoría de pueblores, pero quien conoce a la escritora sabe que a ella ni le van ni le venden; "y eso que el Sant Antoni del año 94, cuando no tenía ni un año, entré con ella en Casa Miss a ver bailar a los demonios", apunta su padre, que también habla de un vídeo de hace más de 25 años donde sale Laura canturreando Yo y un pastor. Era charla, interactuaba con la gente y era receptiva a los sonidos y las palabras, dice su padre, que recuerda la cara de sorpresa que puso Laura cuando conoció a su hermana pequeña, María. "Intuyó de repente que había pasado una gorda, se acercaba con un respeto tremendo, ilusionada y asustada". Las hermanas, de repente se entendieron: "Han tenido un vínculo muy fuerte desde que eran pequeñas", celebra Francisco.

Como la mayoría de muñecas de finales de los 90, Laura vio todas las películas de Disney y Pixar. Pero a nueve años, su padre y su madre le hicieron una propuesta: "Le dijimos que, un día a la semana, podría ver una película con nosotros, siempre que fuera adecuada para su edad. La primera que eligió, en el videoclub, fue Sweet Home Alabama. Y así empezó su pasión por el cine". A 13 años vio Annie Hall, de Woody Allen, y acabó de desatarse esa inquietud. Tanto es así que Laura solía acompañar a su padre a las sesiones de cine clásico que se hacían en Sa Congregación de sa Pobla: "Tenía 11 años y venía a ver películas nostálgicas de cine clásico", recuerda Francesc, a quien la situación aún le quita alguna carcajada.

De Laura, su padre dice que es inquieta, curiosa, y siempre tiene un "¿por qué?" y un "perdón" en la boca. "De pequeña mostraba una sensibilidad especial: si intuía que había podido molestar o había sido inoportuna, afloraba en ella un instinto de reparación casi natural". Destaca, también, el fuerte sentido de la justicia, de lo que está bien y de lo que no, que tiene su hija mayor: "Es una persona noble, lo digo con convicción".

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