¿Podemos decir leche de avena?
Cada vez es más habitual encontrar en las estanterías de los supermercados -físicas o virtuales- productos etiquetados como bebida de avena, 'bebida de avena', 'oat milk' o 'hafer drink'. La variedad de nombres no es casual: refleja tanto la diversidad del mercado como la complejidad de una cuestión lingüística que combina tradición, innovación y polémica terminológica


Si consultamos el Diccionario del Institut d'Estudis Catalans (DIEC2), la leche es el "fluido blanco o amarillento segregado por las glándulas mamarias de las hembras de los mamíferos, que sirve para el nutrimiento de sus crías". Ésta es, seguramente, la definición restrictiva que defiende parte de la industria láctea –obviando la última parte de la definición, está claro: "Para el nutrimiento de sus crías"–, especialmente en relación con las normativas europeas que regulan las denominaciones comerciales.
Sin embargo, la leche también es una "bebida hecha con almendras [soja, chicheros, anacardos, avena, arroz, coco, avellanas...] muchas y leche u otro líquido", como, por ejemplo, agua. En catalán ya hace siglos que se emplea la palabra 'leche' para designar líquidos de origen no animal: "No es menos antiguo [s. XIV] en ciertas combinaciones como leche de almendras" (ya en Eiximenis). Dicho de otro modo, la leche es el "zumo de ciertas plantas comparable, por el color u otras propiedades, a la leche animal", según el Diccionario catalán-valenciano-balear (DCVB). Y ahora que es tiempo de higos, podemos observar –cuando cosechamos de la higuera– la leche de higos, ese "zumo blanco contenido en los retos y en el fruto de ciertas higueras". Asimismo, la leche es un "zumo blanco procedente de ciertas sustancias minerales", como la leche de antimonio, de mercurio, de montaña o de tierra. Y, por supuesto, la leche también es comúnmente conocida como el líquido seminal.
Animal o vegetal
La bebida, por su viento, es un "líquido que se bebe, ordinariamente con exclusión del agua clara" (DIEC2, sv bebida, 11). Por tanto, sea animal o vegetal, la leche es leche y bebida a la vez.
En cuanto a la planta, hoy en día la forma más viva en catalán es 'avena'. Esta palabra proviene del participio pasivo latino 'cĭbāta', derivado del verbo 'cibare' ('alimentar, dar pienso a las cabalgaduras') y, a su vez, de 'cĭbus' ('comida, alimento'). Los continuadores románicos de 'cibata', entre ellos el catalán, designaban en un primer momento cualquier cereal destinado al ganado. Más adelante, la palabra se especializó: en catalán, occitano y aragonés pasó a identificar lo que en latín se llamaba "avanza", mientras que en castellano y portugués se asoció a 'hordeum' (cat. 'cebada'; cast. 'cebolla').
Con el tiempo, tuvo lugar un proceso de especialización léxica: el término originariamente genérico se convirtió en nombre específico de una especie concreta dentro del campo semántico de las gramíneas. En la documentación más antigua, la palabra 'avena' (con 'd' y 'v') no designaba específicamente a la avena, sino que se utilizaba como término genérico para diferentes cereales. Así, en un documento del siglo XI de Almadraba se trata de la palabra genérica: "Sesteros dos de avenaSin embargo, a partir del siglo XII ya se observa un proceso de restricción semántica que lleva a identificar la avena exclusivamente con la avena (Avena sativa; cereal cultivado tanto para la alimentación animal como humana). Así lo muestra un documento cerdáno hacia el año 1182 en el que se observa una oposición clara entre la avena y otros cereales: "Un sester de tritico te uno de cebada, te uno de avena de brazage".
La palabra 'avena', procedente directamente del latín 'avēna', es hoy una palabra en regresión en lengua catalana. Según el Diccionario Etimológico y Complementario de la Lengua Catalana (DECat), hasta finales de la Edad Media, el cereal que hoy conocemos como 'avena' era designado habitualmente con el nombre de 'avena'. Las fuentes literarias y jurídicas medievales lo atestiguan. Así, a Costumbres de Tortosa se lee: "Cafiz de formento, de cebada o de avena o mijo"; y en el Consolat de Mar: "Forment, cebada, avena e todos trigos grandes e pequeños". Igualmente, un documento de Tortosa de 1340 recoge la prohibición de "comprar forment, cebada ni avena ni null otro linaje de trigo".
Este uso convive, desde el siglo XIII, con la expansión del término 'avena', que en sus orígenes –como hemos visto– era 'el alimento destinado al ganado'. Joanot Martorell, en Tirando lo Blanco (1490), emplea el plural 'avenas' con este valor de 'cereales para los animales': "Ir por las casas haciendo sacar formente e avenas".
Este fenómeno semántico tiene un interés sociolingüístico y cultural: en las tierras catalanas, el cereal de referencia como pienso fue la avena, mientras que en las zonas castellanas fue la cebolla (''hordeum', cat. 'cebada'). La terminología reflejaba la diferencia en la práctica agrícola y ganadera de cada dominio lingístico.
Con el paso de los siglos, la palabra 'avena' ha ido desapareciendo del catalán general, aunque en la Comunidad Valenciana se ha conservado su uso. El DCVB aún recoge ejemplos medievales: "Dijo el formento que la cebada volvía avena" (Lull, Árbol de ciencia, s. XIV). En cambio, en el resto de dominio catalanohablante, 'avena' ha sido sustituido completamente por 'avena', según confirma también el DIEC2, que define 'avena' simplemente como sinónimo de 'avena'.
Práctica agrícola y hábitos
Así, la historia de esta palabra ilustra la forma en que la lengua, en contacto con la práctica agrícola y los hábitos de consumo, selecciona y reorienta el léxico.
En definitiva, tanto si hacemos un café con leche de avena como un tazón de bebida de avena con hielo, ambas formas son adecuadas.
¡Al fin y al cabo, todo esto aquí escrito no es más que leche!