'Barroco con fuoco'
Georg Friedrich Haendel fue el gran coprotagonista de la velada
PollençaDe nuevo los nombres de los protagonistas del cuarto concierto del Festival de Pollença propiciaron una entrada que gozaba; es decir, lleno absoluto. Había un buen motivo: la soprano Sonya Yoncheva, acompañada por la Orchestre de la Opéra Royal de Versalles, dirigida por Stefan Plewniak, son nombres y apellidos de la misma magnitud que el resto de protagonistas de la tan repleta edición. Por otra parte, el recital tenía un valor añadido, como es el hecho de que se tratara de música barroca, sobre todo ópera, de pies a cabeza. No es lo habitual, ni muy conocidas ninguna de las arias. Probablemente, la única que se puede calificar de archifamosa sea el aria Lascia ch'io pianga, de la ópera Rinaldo, de Haendel, el gran protagonista de una velada a la que el adjetivo que más le cuadra es el de peculiar. Vamos por partes. Gran protagonista, porque de las doce piezas que anunciaba el programa, once las firmaba el alemán que partió a las Inglaterras y las conquistó. Estructurado de forma muy precisa e incluso tradicional, con una Overture que daba paso a una o dos arias de la misma ópera. Convencional, pero tan sólo hasta aquí, y peculiar porque ya, desde elOverture inicial de Serse, quedaba claro que la forma de interpretarla salía completamente de los cánones barrocos, que exigen, o no, sensibilidad y sutileza. Plewniak y los dieciséis componentes de la formación atacaron con una energía e intensidad que superaba las costumbres de nuestro oído, pero los cánones están ahí, para dinamitarlos desde dentro. Por otra parte, Sonya Yoncheva encaró alSombra nunca fu, con alguna dificultad. Fue una sensación rara. Todo fue mejorando, y cuando llegó a ¡Ah, mio co, schernito sei!, d'Alcina, todo estaba en su sitio, no sin un acompañamiento entre desenfrenado y frenético, al que costaba un poco acostumbrarse. Es una opción, valiente y arriesgada. Y así sonó la última pieza de la primera parte, el Concierto grueso en re mayor op. 6 núm. 4, de Arcangelo Corelli, que fue violinista, compositor y director de la orquesta de la reina Cristina de Suecia.
La segunda parte bajó decibelios, hacia una lectura más clásica, sosegada, como necesita el aria de Theodora, With darkness deep, de una exquisitez y dificultad para lucimiento, sin discusión, de la gran protagonista, que luego después de la solemne Overture de Rinaldo, interpretó la ya mencionada y delicada Lascia ch'io pianga. El concierto había llegado a su punto culminante. Faltaba, tan sólo, Vuelva a vagheggiar, de Alcina. A partir de aquí la sección de bises, que culminó con una festera, risueña y participativa versión de la Danse du grand calumete de la paix, de Las indes galantes, de Jean-Philippe Rameau. Más barrococono fuoco, con el público hechizado, interactuando con los protagonistas con sus mamballetas.