Hace diez años, Ben Amics tenía personal técnico de salud, educación, juventud, actividades y teléfono rosa. En total había nueve personas trabajando. "Actualmente hace falta más gente, porque entonces se encargaban del área de la entidad y hoy no damos abasto, porque las administraciones públicas de todos lados nos piden más de lo que podemos alcanzar las tres personas que somos", asegura Jan Gómez, portavoz de la entidad. Después de tres años de ley contra la LGTBIfobia se lamentan de que se encuentran solos ante un aumento constante de la demanda. "Este año tenemos 50 nuevos casos, y es que a mayor difusión de la ley más peticiones llegan", dice. Pero las subvenciones de las administraciones, que permitirían tener a más gente, no se incrementan de acuerdo con la necesidad.
San Reprimoni bendito, el Stonewall de Mallorca
Los primeros años de la historia del movimiento LGTBI están marcados por acciones políticas, un barrio de Gomila convertido en centro neurálgico gay y la llegada del sida
PalmaLa performanza-procesión lúdica e irreverente de Sant Reprimoni es el Stonewall del movimiento LGTBI de las Islas. La acción se hizo en contra del entonces alcalde socialista de Palma, Ramon Aguiló, y acabó con la policía forcejeando y arrastrando por tierra a los activistas que hacían resistencia pasiva. "He visto y me han contado muchas cosas, pero una acción como ésta, nunca", dice Jordi Petit, posiblemente uno de los que conocen más a fondo la historia LGTBI de España y del mundo, porque ha sido secretario internacional del movimiento.
La protesta tuvo lugar ante Cort el 16 de noviembre de 1984. Ginés Quiñonero -que ahora es la voz vecinal de Son Gotleu más contraria a la inmigración y que hace poco pedía el voto para Vox- era entonces el teniente de alcalde y concejal. Días antes de la protesta, Quiñonero había decretado el cierre de 32 locales. La mayoría eran de prostitución y tres eran bares de ambiente gay ubicados en el centro de Palma: el MAX-O, el Bronx y el New Way. "El cierre arbitrario y sin motivo de estos bares hizo que se organizara la procesión. Era un paso de Semana Santa con un muñeco que representaba al alcalde Ramon Aguiló, gente disfrazada e incluso un incensario", explica. Y continúa: "También se lanzaba confeti y serpentinas y se cantaba una versión adaptada de Sor Tomasseta : San Reprimoni bendito, no te puedes esconder, porque los gays te buscan y algún día caerás". El impulsor de esta acción fue Juan López, presidente del FAGI, el Frente de Liberación Gay de las Islas, "un héroe dentro de una sociedad conservadora como la mallorquina", dice Petit. Aquel día había mucha policía que no dejaba que los manifestantes entraran en el Ayuntamiento, y eso hizo que optaran por dar vueltas al olivo de la plaza de Cort.
Finalmente, después de esperar mucho pudieron entrar en el Ayuntamiento de Palma a entregar en mano a Ramon Aguiló las firmas que habían recogido en contra del cierre de los bares de ambiente gay. Al cabo de cinco minutos vino la policía y nos sacaron, nos cogieron y, como nos resistíamos, nos echaron a arrastre", recuerda López.
A finales de los 70, el FAGI empezó a funcionar con personas destacadas del mundo de la cultura como Biel Mesquida. Posteriormente lo lideró, como se ha señalado antes, Juan López, quien en el 78 contactó con Jordi Petit y se hizo amigo. Desde entonces el Frente de Liberación Gay de Cataluña (FAGC) y el de las Islas editaban una revista común. Juan López era también militante del Partido Comunista, cofundador de la sección de hostelería de CCOO, y como sindicalista fue detenido en varias ocasiones. Una, durante tres días para realizar una huelga de diez minutos. En la detención, explica, sufrió torturas: manos firmes, mejillas, amenazas de quemaduras con cigarrillos e incluso con una pistola. "Perdí tres kilos en esos tres días", recuerda.
Petit aplaude el trabajo que hizo. "Hay que reconocerle el empuje de lucha que tuvo con una correlación de fuerzas imposible, ni la izquierda estaba a su lado ni todo el colectivo tampoco". De hecho, cuando se movilizaron por el cierre de los bares de ambiente, un gay llamado la Diabla le pegó una mejilla. "Él tenía un bar en Gomila, y, aunque sólo cerraron los del centro, temía que nuestra reivindicación afectara a su negocio", explica López, que después de 14 años de activismo en el FAGI partió a Catalunya. "En Barcelona pude respirar. No me gustaba la etiqueta de ser el mariquita oficial de Mallorca", dice. El otro descalabro mediático que protagonizó antes de marcharse fue pedir el yate Azor de Franco para hacer cruceros gays en las Islas.
Gomila, barrio gay
A finales de los 80 y principios de los 90, el FAGI se fue diluyendo, en parte por el desgaste de los voluntarios. En esa época, Gomila era el barrio gay por excelencia. Llegó a tener más de 12 locales de ambiente, dos hoteles y distintas saunas. "Había quien en su pueblo quedaba dentro del armario, pero después bajaba al Black Cat y se ponía la peluca. En Gomila se creaban espacios seguros y de libertad y otros tipos de vínculos como de familia. Por ejemplo, cualquiera drag queen que empezaba tenía su madrina: una drag con experiencia", explica la activista LGTBI Marcos Augusto.
"En el ambiente de Gomila había muchos gays de los pueblos y también había quienes venían a trabajar de la Península, en los hoteles, para huir de la familia", recuerda Jaume Horrach, más conocido como un espectáculo en tiempos de Franco y quien ha representado más veces al personaje de Divine, inmortalizado por John Waters en la película Pink Flamingos. Él se reividica como showman. "Transvestido, para mí, es una persona que se hormona y lleva pechos, yo somos un transformista, como cuando en la época de Shaskespeare los hombres se vestían de mujeres", explica. De hecho, sobre el escenario siempre ha salido con unas pelucas desafiantes, todo el maquillaje necesario, unas muñecas infinitas y, todo ello, sin afeitar ni esconder los pelos en el pecho. Comenta que tanto en su peluquería como en Desván, un local que tenía el centro de reunión de artistas en el Jonquet, él personalmente nunca había tenido "ningún problema con nadie" porque siempre ha basado todo lo que hace "en el respeto".
"En los inicios del movimiento las mujeres lesbianas luchaban más desde el feminismo. De hecho, el discurso LGTBI bebe mucho", asegura la activista feminista lesbiana Lena Castells. "Las lesbianas muchas veces no nos hemos sentido representadas en el colectivo", añade. "En muchas luchas comunes se sobrerrepresenta la parte masculina. Y como hay hombres gays feministas, también hay misóginos", afirma. Castells también mantiene que precisamente la reivindicación de las mujeres hizo que, en sus siglas LGTBI, la letra 'L' se pusiera antes que ninguna otra letra, justamente para reividicar la visibilidad de las lesbianas. Actualmente Castells también cree que todavía son necesarias "acciones no mixtas -sin hombres- para visibilizar que existe esta desigualdad", al tiempo que entiende que, como colectivo, tienen más fuerza si están unidos.
Raíces, Ben Amics y el sida
En los años 80 nació Arrels, la primera organización antisida de las Islas Baleares. "En ese momento había pocos recursos y mucha desinformación. Se empezó a hablar del cáncer rosa", recuerda el activista Marcos Augusto, quien cree que debido al contexto de estigmatización de las personas homosexuales el discurso del colectivo es más de índole social que político. En 1991 se puso en marcha Ben Amics. "Hacíamos una revista que repartíamos y te podía llegar gratuitamente a tu casa o la podías encontrar en locales de ambiente. La maquetaba Toni Socies, de Diabéticas Aceleradas, y hacíamos tiradas de 2.000 ejemplares", recuerda Pere Morey presidente de la entidad en el año 1994. ~BK_S 1999 se puso en marcha el teléfono rosa, que funcionaba dos horas al día y daba asesoramiento sobre temas relacionados con el VIH. En esa época también se abrió una delegación en Manacor y otra en Menorca. "Había un grupo de jóvenes y uno de tercera edad y nuestro local era muy grande, incluso teníamos un bar donde organizábamos actos", recuerda Morey. En ese momento Ben Amics llegó a tener seis personas trabajando -una parte a tiempo parcial- y sumaban más de 200 socios. Ahora está la mitad del personal y la tercera parte de los socios, y eso pese a que "no deja de ser difícil ser gay en un pueblo pequeño y la demanda de atención y formación LGTBI aumenta todos los días", lamenta Morey.