Así era y no...

El escritor Sebastià Portell (según su maestra, Aina Roig): “Era el centro de una corte de celestial de muñecas maravillosas”

La docente nos cuenta los secretos mejor guardados de su infancia y adolescencia

PalmaTiene la capacidad de hacer sentir importante quien está a su lado, nunca juzgará los sentimientos del otro, no tiene prejuicios. Es un gran conversador y, sobre todo, escucha de una manera admirable: "Cuando era su maestra, y lo fui de cuarto a sexto de Primaria, ya veía que era un niño especial. Miraba diferente al resto; miraba y escuchaba de una manera única. Sus ojos siempre querían más, esperaba que le contaras algo más". Al escritor Sebastià Portell (ses Salines, 1992) todavía le salen chispas de los ojos, porque pasear, o conversar, o escuchar con la brillante mirada es, casi, una forma de vivir. Nos cuenta algunas cosas de él quien fue su maestra, Aina Roig.

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Lo sabrá quien haya leído el ensayo Las niñas que leían en el baño (ARA Llibres, 2021), pero por si acaso, Roig lo confirma: "Anásimo donde fuéramos, él llevaba un libro; y todos los ratos que podía, leía". La lectura, "hábito estimulado por su padrino, que era maestro y le animó muchísimo a leer", dice Aina, le dio ciertas habilidades prematuras que sorprendían a la maestra cada dos por tres: "Recuerdo perfectamente una actividad: tenían que redactar un texto sólo con frases hechas. Les dije un texto y tenían que escribir. mucha coherencia", cuenta, todavía medio boquiabierta; y menciona también un trabajo muy interesante que hizo Portell sobre el poeta ibicenco Marià Villangómez.

Si bien Sebastià era un niño dulce y calmado, no era nada discreto. Aina Roig lo recuerda como si fuera ahora: "Dentro del aula era la reina. Sólo eran dos niños, y él era el centro de una corte celestial de muñecas maravillosas. Eran perfectas", dice la maestra, que no puede evitar que se le escape la carcajada; tampoco cuando recuerda que era un niño que hacía todo lo posible por escaquearse de hacer Educación Física, que las Matemáticas le generaban poco interés y que de Literatura, sabía más que ella.

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Sebastià amó a los Beatles en breve, y podía decir de memoria el guión de la película Matilda, que le tenía fascinado. Esta forma de apreciar intensamente las cosas (las canciones, el cine, los libros, la gente) también es una singularidad propia del niño de ojos relucientes: "Todo lo hacía, y todavía lo hace, con pasión", dice Roig. Y con pasión se aprendió la discografía de La Oreja de Van Gogh, siguiendo el rastro de Marian, una prima grande de Sebastià.

Durante unos años, maestra y alumno se mantuvieron distanciados porque así estaba escrita la historia. Pero ante la posibilidad de cambiar el guión, nuestros protagonistas se aferraron de repente: "Me envió un correo y reconstruimos el vínculo. También me propuso que hiciera de Inmaculada, uno de los personajes de su obra de teatro Un torrente que era el mar (2013), cuando yo nunca había hecho de actriz. Es uno de los mejores y mayores regalos que me han hecho nunca. No podré agradecerle lo suficiente que me regalara esa experiencia", entona emocionada. La amistad se hizo fuerte durante largos paseos por el barrio Gòtic de Barcelona: "Es el mejor conversador. No sólo eso: cuando le oye hablar pienso que es increíble que un antiguo alumno mío sepa tantas cosas y tenga tanta capacidad de transmitir. Es una persona que te hace sentir bien, pasas gusto de estar con él".

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Aina aún tiene más palabras grandes para Sebastià, que creció en Ses Salines con su padre, su madre y su hermano pequeño: "Creo que ha modificado el pueblo: su manera de vivir y ver el mundo han cambiado.