"¿Cómo no debes salir a la calle, si puedes morir en la puerta de un hospital?"

Migrantes marroquíes en Baleares empatizan con las protestas de los jóvenes en su país, que reclaman un futuro con oportunidades y sin corrupción

PalmaDriss esboza una sonrisa y se calla unos instantes en la peluquería de Palma donde trabaja mientras sopesa si opinar sobre las protestas de miles de jóvenes marroquíes en su país. Reclaman mejoras en la sanidad, la educación, creación de empleo y, en definitiva, justicia social. Condiciones de vida dignas. "Claro que les entiendo. ¿Cómo no debo hacerlo?", pide. Se organizaron a través de las redes sociales y plataformas digitales bajo el nombre de GenZ212 (la generación a la que pertenecen y el código internacional telefónico de Marruecos) para tomar las calles de ciudades como Casablanca, Marrakech, Agadir y Tánger, entre otros. Driss, de 33 años, les entiende porqué él fue uno de esos jóvenes desencantados, frustrados y llenos de rabia que exigió cambios en el sistema.

Licenciado en Derecho, buscó trabajo durante años. "No encontré nada. Si quieres acceder a cualquier sitio relacionado con el gobierno, tienes que pagar a los corruptos. Mi madre cobraba 80 euros de pensión de viudedad y yo, 150 en una peluquería. Cambié los bolígrafos y los libros de Derecho por las tijeras y la máquina de cortar pelo. No me quedó más re. Cansado de la situación, reunió un préstamo –recaudado entre sus familiares– y pagó 6.000 euros por atravesar el mar en una lancha. Llegó a Palma hace tres años. "Sé perfectamente el día que dije 'me voy de Marruecos'. Vi una entrevista en la que el ministro de Justicia presumía que su hijo tenía dos carreras y un puesto en la administración gracias a que era rico. Lo dijo así: 'Porque yo tengo mucho dinero'. ¿Para qué debía seguir luchando en un país que no me ofrecía?"

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25 días acampado

La muerte de varias mujeres embarazadas por falta de atención médica han desencadenado las protestas de la GenZ212, saldadas con enfrentamientos con la Policía, daños materiales, más de 400 detenciones, 300 heridos y tres fallecidos. "Yo me manifesté muchas veces con otros estudiantes cuando vivía allí. La Policía nos pegaba. Nunca consiguieron nada. Llegué a estar 25 días acampado en la puerta del ayuntamiento de mi ciudad reclamando oportunidades y progreso. Vivo en una zona donde no había ni un ginecólogo público", relata, y muestra fotos en el móvil. sus amigos. "Mira, éste es licenciado en Filosofía; éste, en Geografía. Ninguno ha conseguido un trabajo por sus estudios. Uno está ahora en Almería. El otro vende fruta en Marruecos", prosigue.

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Cerca de 30.000 ciudadanos de nacionalidad marroquí residen en Baleares (datos del 2021) y viven en la distancia esta petición de diálogo social y mayor transparencia en un país gobernado por Aziz Akhannouch, considerado el segundo hombre más rico del país –tras el rey, Mohamed VI– con una fortuna estimada en unos 140. "Tiene muchísimos negocios, de todo tipo. La situación de la Sanidad es muy preocupante. Roban la maquinaria de los hospitales públicos para llevarla a los privados. La corrupción está a todos los niveles", asegura Driss. A pocos metros de su peluquería, en el barrio de Pere Garau, Ahmed (40 años y 20 en Mallorca) toma un café en la barra de un bar regentado por compatriotas. "Yo vine porque no había futuro. Es triste pensar que los jóvenes de ahora se sientan igual. Entiendo sus protestas, aunque no estoy de acuerdo con el uso de la violencia. El gobierno debe saber que estamos hartos de engaños, que no nos den nuestros derechos", opina y habla en plural como si nunca hubiera dejado a Marruecos. Termina el café antes de denunciar la inflación, un sueldo medio insuficiente (300 euros) y un paro juvenil cercano al 50%. "El jornal apenas llega a 10 euros y no todo el mundo cobra esto. ¿Cómo explicas que la fruta sea más cara que en España cuando somos un país agrícola? Roban para ellos. ¿Cómo no querrás huir de eso o salir a la calle si puedes morir en la puerta de un hospital o esperando una cita?", critica.

Hakim regenta un bar en el barrio desde hace casi 30 años. Condena la violencia, pero defiende que su país "tiene de todo". "Está lleno de ladrones", añade, aunque él apoya al mundial de fútbol que Marruecos acogerá junto a España y Portugal en el 2030 como una cita ambiciosa que puede generar riqueza en el país. Sin embargo, los jóvenes que han tomado las calles ven los 459 millones de euros que costará reformar cinco estadios y la construcción de un nuevo como un gasto obsceno que debería invertirse en sanidad y educación. Todo en un país en el que conviven los trenes de alta velocidad y los hoteles de lujo para un turismo creciente con la pobreza de las clases humildes y la desesperación de los damnificados por el terremoto del 2023, que "cubren lo que queda de sus casas con plásticos", según Driss, porque las ayudas públicas no llegan.

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Como trabajador de la administración pública marroquí que ha ostentado cargos diplomáticos, la visión de Abdul, aunque con matices, encaja con la gubernamental. "No debemos hablar de una revolución sino de una manifestación. Ha habido unas acciones mal gestionadas por parte de la administración en salud, las muertas después del parto. Es legítimo que la gente se manifieste para que cambie el poder y eso no se puede hacer de manera violenta. El cambio ha empezado con el gobierno asegurando que haya doblado el presupuesto para educación y sanidad. que tienen un nivel alto y la gente que vive con menos recursos, pero que puede vivir y comer, con una calidad de legumbres y fruta que no se da en otro sitio", señala defendiendo los 300 euros de sueldo medio. "En Sanidad hay un trabajo por hacer. Mis hijos, que han estudiado en el extranjero y tienen sueldos de 2.000 euros y no les falta de nada, han salido a la calle en Marruecos por solidaridad con los que menos tienen", prosigue, antes de lanzar una petición a la generación Z: "Tienen que comprometerse a la hora de no votar. ejercen su derecho en las elecciones".

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"Emigraremos, emigraremos"

Oussama salió de Marruecos hace siete años. De niño, recuerda, era como un juego y un mantra repetir entre los amigos la frase "emigraremos, emigraremos" cuando veían a la gente del barrio llegar hablando maravillas de la vida en Europa. “Creces oyendo a los marroquíes que vienen de vacaciones hablar maravillas de la vida fuera, con coches caros y ropa buena. Este es tu modelo y te convences de que allí no tienes futuro. Crees que saliendo de Marruecos tendrás mejor vida y todo será fácil. No lo es. Es muy difícil. vivir tranquilo y enviar dinero a mi familia. Conozco a gente en mi barrio con enfermedades graves a los que han dado cita en el hospital para tres años. "La gente no se monta en una patera sólo porque crea que se hará rica. En Marruecos, si quieres empadronarte, tienes que pagar a lo que está en la ventanilla. Si no, no te sella el papel. Si necesitas algo del policía del barrio, sabes que tendrás que darle dinero. No hay seguridad. descontado, habría salido a la calle como estos jóvenes", añade.

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Driss coloca las tijeras de cortar el pelo, apunta hacia la calle y dice: "No he podido ser abogado, pero don gracias cada día a España ya la gente de este barrio por poder vivir tranquilo. Sé que si tengo un problema, la Policía me va a ayudar. Y si estoy enfermo, me cura. Ojalá algún día en Marruecos pueda vivirse como aquí".

Los nombres de estos reportajes son ficticios para preservar la intimidad de los testigos.