El motor que hace funcionar las escuelas: del cocinero a la limpiadora

En los centros educativos no sólo conviven los docentes y los alumnos, sino que son muchos los profesionales que trabajan para garantizar la atención, la seguridad y el bienestar

Maria Roig.
28/10/2025
7 min

PalmaCuando se entra en el centro, velan por que todo el mundo lo haga con seguridad. Cuando toca el almuerzo, preparan y sirven las comidas. Y cuando todo el mundo se va, se encargan de que las aulas brillen. Son ellos: el cocinero, el conserje, las personas que limpian y las que gestionan los bares de los institutos. Todos ellos mejoran la vida de docentes y alumnos, y sin su presencia, los centros educativos no podrían funcionar a pleno rendimiento.

Luis París.

Luis París

Coordinador del comedor y cocinero en el CEIP de Prácticas (Palma)

La trayectoria de Lluís París está ligada al CEIP de Prácticas desde sus primeros años de vida. Fue alumno, llevó a sus hijas y, hace 20 años, es cocinero y coordinador del comedor, gestionado por su familia desde hace cuatro décadas. "Me siento y nos sentimos una parte importante del centro. Hay hermandad y somos una familia. El equipo directivo siempre ha apoyado todas las iniciativas que les proponemos", explica. Entre él y su madre, cada día alimentan a más de 220 alumnos, y también a algunos maestros que se dejan querer por el sabor de los platos que se preparan de manera artesanal en las cocinas de la escuela.

París entiende que el comedor es un espacio educativo al mismo nivel que el resto de actividades que se realizan en la escuela. "Yo me encargo de transmitirlo a los monitores, que no son monitores, sino que son maestros de comedor", explica. "Tenemos mucha responsabilidad, no sólo por la diversidad de niños que atendemos, sino porque algunos tienen necesidades educativas, alergias... Y les damos la mejor atención que podemos", añade.

La labor que se realiza en la cocina ha cambiado mucho a lo largo de los años, debido a la multitud de normativas que se han aprobado para garantizar la salubridad y la seguridad. "Monitoreamos la temperatura a la que los alimentos salen de cocina o del congelador ya la que se mantienen en cada momento hasta el momento de su cocción", expone. "Para hacerse una idea, desinfectamos las naranjas con agua y lejía, algo que en casa no hace nadie", dice entre risas.

A pesar de las dificultades, él está a gusto con su trabajo, con el contacto con los niños y con el hecho de poder ser útil, tanto a la hora de cocinar los platos como después, al servirlos y atender a los alumnos. "A las 14 h bajan de clase, pasamos lista y todo empieza a rodar. Cada día suceden cosas: un niño enferma, otro con necesidades educativas que está alterado... ya todos se les debe prestar una atención adecuada y respetuosa", asegura. Y lo sintetiza: "Hago de comodín para cualquier trabajo donde me necesiten, porque yo estoy bregado y los monitores son más jovencitos ya veces hay situaciones que les vienen de nuevo", explica.

La base con la que trabajan él y su equipo es "el amor y los refuerzos positivos". "Con los niños de tres años, por ejemplo, premiamos el esfuerzo que prueben las comidas, no tanto que se les acaben", dice. Después, la información se transmite a las familias para que puedan ver su evolución. "Hay quienes venden y nos piden cómo preparar algunos platos que comen en la escuela, pero en casa no. Hay una interacción sana y constante con la comunidad", explica.

Margarita Estévez.

Margarita Estévez

Conserje en el CEIP Ses Rotes Velles (Calvià)

La conserjería de una escuela es uno de los puntos neurálgicos. Todo el mundo pasa por delante y mucha gente se dirige cuando tiene un problema técnico o de mantenimiento. Margarita Estévez lleva 35 años siendo la conserje del CEIP Ses Rotes Velles, donde todo el mundo la conoce y ama. "Me siento muy valorada y muy útil. La gente confía en mí, y también cuido a los niños, no porque me corresponda, sino porque me nace así", asegura.

Es la primera persona que llega al centro, enciende las luces de los pasillos, ventila las aulas, repone el papel de los lavabos, el jabón y todo lo que considera oportuno para que, cuando lleguen docentes y alumnos, se encuentren un entorno acogedor. Mantiene el espacio limpio y preparado para que todo funcione con normalidad. "Gestion todo lo que entra y que sale, y si hay cualquier problema de mantenimiento, somos yo quien debe avisar, la que recibe a los proveedores y quien hace de nexo entre el equipo directivo y el personal que presta servicios en la escuela", dice. Entre risas, asegura que, sin conserje, la escuela no podría funcionar. "Si falto, y nadie viene a sustituirme, me echan de menos. Porque pasa cualquier cosita y yo somos quien tiene las soluciones, quien sabe a quien hay que telefonear para que lo resuelva", explica.

Su jornada es completa y, además de estar pendiente de los aspectos técnicos y de mantenimiento, intenta estar atenta a las personas. Conoce a las familias, escucha sus preocupaciones y apoya a los niños cuando lo necesitan. "Aquí hay mucho contacto humano, y eso es lo que más me gusta. No es sólo un trabajo, es una responsabilidad que me tomo muy en serio. Es mi casa", añade. No se moverá del CEIP Ses Rotes Velles: "Es un lugar donde he crecido y donde siempre he encontrado mi espacio".

Magdalena Garau.

Magdalena Garau

Limpiadora en el IES Son Pacs (Palma) con 35 años de experiencia

En un centro educativo donde cada día pasan cientos de alumnos y profesores, con miles de zapatos y cientos de desechos que acaban en las papeleras (o en el suelo), el trabajo de profesionales como Magdalena Garau es imprescindible. Con más de 35 años de experiencia como limpiadora funcionaria de la Conselleria de Educación y seis años de dedicación en el IES Son Pacs, junto con sus compañeras se encargan de que "todos los espacios del centro, incluidos los barracones, se hagan limpios todos los días". La limpieza se realiza habitualmente entre las 14 hy las 15 h, cuando los alumnos ya han salido de las aulas y antes de que lleguen los del turno de tarde.

Se repasan todas las aulas de ESO, de Bachillerato, los talleres y también los barracones, que han aumentado con los años. "Pero tienen aire acondicionado y hace buen estar", dice entre risas. Garau destaca que todo el equipo trabaja con cuidado para que todo quede en perfecto orden y preparado para los siguientes que tengan que utilizar las instalaciones. A ella le gusta el trabajo y resalta que los alumnos le respetan y le ayudan a mover muebles pesados ​​cuando lo pide. También valora positivamente que "la dirección y el profesorado tienen en cuenta las necesidades de las limpiadoras en todo momento".

Uno de los grandes retos es que la mayor parte del personal de limpieza del centro tiene más de 60 años, por lo que reclama que "pongan a alguien más, porque el trabajo es mucho y vamos arriba y abajo todo el día". También explica que cuando hay obras o pintores en verano, no se coordinan con ellas y "hay que volver a limpiar todo", pero dice que lo afronta con determinación.

Magdalena recuerda con claridad sus 25 años en el IES Politécnico: "Teníamos tablas de madera, más de 300, y un verano las limpiamos en profundidad. Cuando volvimos en septiembre, las habían echado y habían llevado nuevas. Nos molestó mucho". Para ella, su trabajo es esencial: "No podrían funcionar sin nosotros", resume. Con toda esta experiencia a sus espaldas, Magdalena sigue aportando profesionalidad a Son Pacs, y también reivindicación: "Empecé a limpiar a 24 años y ahora hay cosas que me cuestan más; por eso pido que pongan a alguien más. Son Pacs es un centro grande".

Maria Roig

Jefe de cocina y cooperativista en la escuela Es Liceu (Palma)

La cocina del CC Es Liceu es un espacio abierto a todo el mundo. Ésta es una de las máximas con las que trabaja Maria Roig, jefe de cocina del centro, donde trabaja desde hace 19 años. "Junto a mis compañeras, somos la maquinaria alimentaria del centro. Hacemos los pedidos, revisamos que lleguen bien, preparamos los menús para que cumplan los parámetros nutricionales, preparamos los panecillos para la hora del patio…", enumera.

Entra en el trabajo a las 8 h, ya partir de ahí comienzan a llegar los suministros. Una tarea importante es revisar qué toca cocinar ese día y contrastarlo con las alergias notificadas, para preparar menús diferenciados. A continuación, se activa la maquinaria y preparan comida para 500 personas. Más allá del trabajo culinario, el equipo de cocina también forma a las familias. "Tenemos una comisión de comedor en la que les explicamos la razón de ser de cada menú, para que entiendan que nada es por azar", explica.

Se siente valorada por el centro, pero no siempre por las familias ni los alumnos. "A veces no se creen que todo lo que servimos es casero, y todo lo es. Esta idea llega a los niños y después no valoran la comida que preparamos", lamenta.

En nueve años dedicados a la cocina escolar se acumulan muchas anécdotas, y una de ellas está ligada a un animal invertebrado que no gusta mucho a la mayoría de gente. "Cocinamos haba con fideos y fue un desastre, porque los niños no entendían que un puré pudiera llevar fideos, y pensaban que eran gusanos. Fue tan chocante que incluso las familias pidieron qué había pasado y les tuvimos que explicar que era un plato mallorquín, que era así, y que no eran gusanos".

Carolina Rodríguez.

Carolina Rodríguez

Trabajadora en la cantina del IES Portocristo (Manacor)

El día que ofrecieron a Carolina Rodríguez trabajar en la cantina del IES Portocristo, no lo veía claro. Venía de trabajar en una carnicería y el cambio era drástico. Ahora, sin embargo, no dejaría ese trabajo por nada. "Los niños del centro son como si fueran míos", reconoce. "Yo somos el poli malo. Tengo otras dos compañeras. Ahora bien, cuando los alumnos quieren comprar algo entre clases, sabiendo que lo tienen prohibido, me los envían a mí para que les diga que no pueden", explica entre risas.

Su rutina comienza a las 7 h, momento en que llega al bar, enciende el horno, mete las baguetes y recibe a los niños que entran a pedir bocadillos para la hora del patio. "Me gusta lo que hago y estoy a gusto porque estoy en contacto con la gente, con niños, algunos muy malos, pero que se hacen querer", confiesa.

La cantina trabaja con una consigna clara: ningún alumno debe pasar hambre. Así, si algún día un alumno se deja la merienda, puede ir, le darán comida y se le fiará el pago. La consigna es especialmente importante para aquellos niños que no llevan merienda porque tienen problemas económicos en casa. "Tanto el instituto como la cantina vamos a la una. Estos niños no deben pagar por nada, en ningún caso", sentencia.

Cuando le piden qué cambio quisiera que se hiciera para mejorar su trabajo, hace una petición, aparentemente sencilla: "Hay dos puestos por pedir. Ido, por favor, que hagan dos filas, porque siempre hay un caos de gente", reclama.

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