El mallorquín que exportó los huertos ecológicos al mundo
Gaspar Caballero de Segovia, músico de Petra reconvertido en pionero de la agricultura ecológica, ideó un sistema de cultivo sostenible que ha llegado a escuelas, fincas y restaurantes de todo el mundo
PalmaGaspar Caballero de Segovia Sánchez (Petra, 1946-2024) no se dedicaba al campo, sino a la música –era bajista y se movió por Ibiza durante el auge de la cultura hippy. Pero por motivos de salud empezó a interesarse por la agricultura ecológica. Y lo que empezó como una apuesta personal, se convirtió en una revolución que ha transformado la forma de cultivar de cientos de personas. Su método de cultivo, conocido como las paradas en crestall, ha sido replicado en escuelas, fundaciones, restaurantes y huertos particulares de varios países en todo el mundo. Y todo empezó en una pequeña finca de Costitx.
A principios de los 80, Caballero empezó a experimentar en su finca, Sa Feixeta. "Se llamaba así porque era como una faja estrecha", explica al ARA Baleares Joan Coll, amigo íntimo de Caballero y discípulo suyo. El objetivo de Caballero era encontrar una forma sencilla, eficiente y respetuosa de hacer un huerto, que no dependiera de productos químicos y que maximizara la fertilidad de la tierra. En 1991 realizó la primera exposición pública del método en un curso organizado por la Unió de Pagesos de Mallorca.
Con el tiempo, ese conjunto de técnicas se sistematizó en un método propio, que acabó llamando Método Gaspar Caballero de Segovia, adaptado al clima mediterráneo, que rehuía la agricultura convencional y sus excesos. "Su apuesta era tan fuerte que ni siquiera echaba azufre sobre la tierra, y eso que hasta un límite está permitido", dice Coll.
¿Qué son las paradas en crestall?
El método se basa en paradas: rectángulos de tierra de 1,5 metros de ancho y hasta seis de largo, cubiertos por una capa de compuesto orgánico (llamada crestall). Este compuesto, también conocido como estiércol de balsa, se obtiene de restos vegetales y estiércol, y no se mezcla con la tierra. Actúa como cobertura protectora que mantiene la humedad, evita la erosión y nutre la tierra. "Imita el manto de hojalata que crea humus en los bosques", explica Andrea Landeira, bióloga y educadora ambiental de la Fundación Vida Silvestre Mediterrània, que como Coll también continúa el legado de Caballero.
Uno de los principios básicos es no pisar nunca la tierra cultivada, para no compactarla. Por eso, las paradas van rodeadas de pasillos hechos con unas losas de cerámica que permiten acceder al huerto sin estropearlo.
La plantación es más densa de lo que establece la horticultura tradicional: las plantas están más juntas, las hojas se tocan y crean un microclima que reduce la evaporación, impide el crecimiento de malas hierbas y favorece la retención de humedad.
Entre las paradas se plantan aromáticas y flores que cumplen una doble función: atraer polinizadores y repeler plagas. Además, Caballero añadía un sistema de riego exudante –un tubo de tela que suelta agua de forma uniforme– y una rotación de cultivos por familias botánicas que mantiene la fertilidad del suelo y evita la aparición de enfermedades.
Un método nacido en Mallorca y esparcido por el mundo
"Nadie es profeta en su tierra", dice Joan Coll. Pese a ser mallorquín, el éxito de Caballero fue mayor fuera de Mallorca que dentro. Llevó su sistema a muchas escuelas del País Vasco, "fue hasta 60 centros", dice Coll. También desarrolló proyectos educativos en diferentes lugares de Canarias e hizo formaciones en Cuba, en el Schumacher College en Inglaterra y llegó a África. Incluso realizó proyectos con las fundaciones Miró, tanto en Palma como en Barcelona.
Joan, que también es activista ecológico y es el propietario del restaurante Es Ginebró en Inca, conoció a Gaspar hace más de 30 años. "Nunca llegué a hacer un curso y él me lo decía: 'Este que nunca ha venido a ningún curso hace las paradas mejor que yo'. Pero mi truco era que yo podía llamar al maestro siempre que tenía dudas; tenía el maestro online, aunque en aquella época no había internet", dice entre risas. "Llegué a tener 28 paradas, todas siguiendo su método", recuerda. "Era un profesional como un campanario", resume.
La bióloga Andrea Landeira explica que el éxito del método radica en que "es un sistema que reproduce las condiciones naturales del bosque: una cubierta de materia orgánica que protege, nutre y mantiene la humedad, algo que aunque ahora es habitual, cuando él empezó a aplicarlo fue algo muy nuevo". Según Landeira, el sistema destaca por la simplicidad y el uso del compostaje local.
El legado de Caballero
Gaspar Caballero murió en 2024 tras luchar en los últimos años contra un cáncer. Tanto su hija, Sabina Caballero de Segovia Amengual, como su viuda, Celsa Amengual Mariano, coinciden en que el reconocimiento de su método en Mallorca no fue fácil. "Él tenía una pena porque allá donde nació no le dieron importancia, no se le reconoció pese a que el método se hubiera reproducido con éxito en muchas partes del mundo", explica Celsa.
Su hija, que mantiene vivo su legado y sigue haciendo cursos y difundiendo el trabajo de su padre, apunta que Gaspar fue un pionero, aunque en su momento lo tenían como loco del pueblo. Destaca que el método es muy sencillo y de fácil iniciación y que tiene incluso "una vertiente terapéutica para personas mayores acostumbradas a vivir en el campo, ya que se puede adaptar para personas que utilicen sillas de ruedas".
Sabina también recuerda la figura de Tomás Martínez, que fue el compañero de lucha de Gaspar "a favor de la horticultura ecológica" y destaca "especialmente" su labor para llevar a las escuelas el huerto ecológico escolar con el método de su padre. "Fueron dos visionarios que se adelantaron 25 años en el tiempo; seguro que ambos están haciendo una gorda allí donde estén", dice.
A pesar de las trabas y la falta inicial de reconocimiento, el legado de Gaspar está más vivo que nunca. Las enseñanzas siguen circulando entre colectivos de agricultores y educadores. Y su método sigue implantándose en escuelas, terrazas urbanas, fincas, huertos y jardines familiares. "Creer en lo que haces", esa era la clave, según explica Joan. "Y él creyó de verdad. Tenía mucha conciencia ecológica. Amó la tierra, la respetó y enseñó a los demás a hacer lo mismo... era su filosofía", acaba.