Hablamos con adictos al sexo: “Veía un cuerpo y me daba igual de quien fuera, me sentía atrapada"
Detrás de la práctica sexual compulsiva se esconde una adicción invisible y estigmatizada, que se caracteriza por la fuga emocional y la búsqueda desesperada de regulación afectiva


PalmaLa agenda de contactos de Lola es extensa, llena de nombres de hombres; amantes efímeros de un único encuentro sexual. "He llegado a masturbarme 18 veces al día para autorregularme y, además, practicaba sexo siempre que podía. Me he follado todo Palma. Solo buscaba sentir orgasmos, no crear vínculo alguno", relata.
Durante su tratamiento para curar la adicción al sexo, Lola ha descubierto que sufre alexitimia, un trastorno que le impide identificar, reconocer y expresar sus emociones. De igual modo, tiene dificultad para diferenciar las sensaciones corporales y las emociones. Creció en un hogar de padres ausentes. Él la abandonó y su madre sufría depresión. En este contexto, se refugia en los orgasmos que le ofrece la masturbación y termina buscándolos con hombres en las redes sociales y aplicaciones de contacto. "Me siento atrapada. No sé cómo conectar y el sexo me permite hacerlo. Veía un cuerpo y me era igual de quien fuera. Después del encuentro, sentía un gran vacío; sucia y no aceptada. Estaba en una burbuja en mi relación con el mundo y el sexo me permitía romperla. Llevarlo en secreto era muy duro. orgasmo me permitía ponerme a este ritmo. Muchas veces me dije que sería la última y lo repetía sin saber por qué dije: 'Ya no sé quién somos'.
Patrón impulsivo
La adicción al sexo es comportamental, sin sustancias, aunque pueden existir como un añadido al problema. "Implica un patrón impulsivo y persistente en la conducta, pese a las consecuencias que comporta para la persona. Interfiere en distintas áreas de la vida: personal, familiar, social e incluso física", explica el psicólogo de Projecte Home Fran Antonete. Uno de los síntomas más comunes es la perdida de control. "El sexo, que debe ser placentero, acaba convirtiéndose en el centro de sus vidas, con conductas repetitivas y una inversión cada vez mayor de dinero y recursos. Surgen comportamientos en lugares inadecuados como el consumo de pornografía en el trabajo, en lugares públicos, incluso conduciendo", prosigue el especialista. Como sucede con las sustancias, el paciente desarrolla "tolerancia cuantitativa" (inversión de más tiempo y recursos) y "cualitativa". Implica "una escalada de estímulos cada vez más potentes, como pasar de la pornografía convencional a contenidos más extremos como la zoofilia o incluso con menores".
Cada persona desarrolla conductas distintas como "sexo con desconocidos, sexo a través de aplicaciones de citas, masturbación compulsiva o prostitución".
Luis tiene 30 años y, después de dos en tratamiento, ha completado el programa de Projecte Home, donde la adicción al sexo es la comportamental más común después del juego patológico. Su incidencia ha crecido en los últimos años, especialmente entre jóvenes perfiles. El relato de Luis se llena de elipsis cuando habla de su infancia. Confiesa que tuvo "problemas familiares" y que la primera vez que accedió al porno tenía ocho años. "Mi educación sexual fue nula y la pornografía apareció muy pronto en mi vida. Se volvió central, una válvula de escape para todo el malestar emocional; en definitiva, para gestionarme en soledad", resume. Cuando se independiza, pasa de la virtualidad de la pantalla a encuentros reales. Inicia una relación y no es capaz de detener. "Estaba saliendo con un chico y la angustia y las mentiras llegaron a un punto en el que no eran tolerables. El sexo real no satisfizo mis expectativas. No era saludable. No era una pérdida de control. Por un lado, deseo detener y, por otro, somos incapaz de hacerlo. Me sentía tremendamente culpa. Me sentía tremendamente culpa. muy duros. Es cierto que hoy me doy cuenta de que no quería continuar con esa relación, pero, en vez de terminarla de una manera sana, lo gestionaba teniendo encuentros sexuales", prosigue, antes de añadir: "Las personas no éramos los protagonistas, que me hacía sentir culpa, á'stico,"
La búsqueda de sexo se convierte "en un regulador emocional", señala Antonete. "No se usa para sentir placer, sino para lidiar con estados emocionales negativos: aburrimiento, tristeza y enfado. Todo es una excusa para recurrir al sexo como vía de escape y el problema es la relación que se establece con él", añade.
La mayoría de los usuarios de Projecte Home tiene "una sexualidad pornificada y cosificada". "Tratan a sus parejas sexuales como objetos, con una gran desconexión empática. Prevalece el placer inmediato, muchas veces vinculado con prácticas violentas. También influye el rendimiento sexual, que genera complejo y disfunciones sexuales, derivados de la ansiedad por no cumplir con estos estándares", explica el experto. Los perfiles más frecuentes se dividen entre "uno más introvertido, con dificultades para socializar, y otro más seductor, que basa su autoestima en la conquista, con la infidelidad muy presente".
Sin teléfono móvil
El entorno digital ha multiplicado el acceso al sexo en distintas formas, que se van diversificando y "actúan como disparadores constantes". Luis los tiene identificados. Por eso, durante las primeras fases del tratamiento, se prohibió el acceso al teléfono móvil. "Me condicionaba el porno suave, que me aparece siempre en el carrusel infinito de contenido de las redes sociales. Por ejemplo, un entrenador personal que vende sus planes deportivos. El algoritmo sabe que consumo ese contenido y me ofrece más cuerpos atractivos, sexualizados. Si continúo aquí, acabo masturbándome, entrando en una sintiendo mal. Y, tal vez, el disparador, en mi caso, ha sido un conflicto no resuelto con un amigo", relata. Luis actuaba, reconoce, como un autómata. "No sabía cómo había llegado a ese punto porque no tenía conciencia de ello".
Los expertos califican la del sexo como una adicción invisible, porque ocurre en la intimidad. Estigmatizada. Muchas veces sólo estalla cuando tiene consecuencias externas con una infidelidad descubierta o un conflicto de pareja. Puede incluso tenerlas legales. "Desde el consumo de pornografía infantil hasta agresiones y denuncias por maltrato. También pueden haber sufrido abusos sexuales en la infancia, que genera una hipersexualización temprana", revela Antonete.
El abordaje terapéutico comienza por la evaluación del problema y del nivel de conciencia del paciente. A continuación, un trabajo en la motivación del cambio y la oferta de recursos para controlar sus impulsos. Un período de abstinencia reduce la hipersexualización y crea una línea base. "Reeducamos su sexualidad, identificamos a los disparadores, resolvemos traumas pasados y ofrecemos estrategias, además de prevenir las recaídas", explica el psicólogo. dos años, Luis las ha tenido. "Claro que sí, pero no significa que retrocedas o deje de servir el trabajo realizado. Es parte del proceso", reconoce. Él ha completado el puzle, ha desarrollado habilidades sociales gracias a vivir "con conciencia plena" el problema. ¿Y qué ha aprendido? "Que puedo gozar del sexo sin sentirme culpable, conectando con la otra persona. Lo he conseguido".