Bàrbara Mesquida: "Me enfado cuando me invitan a una mesa redonda por el hecho de ser mujer"
Vinatera

¿Cómo es un día habitual para usted en el campo?
— En mi caso, hacer vino no es sólo hacer vino, sino que es cuidar los viñedos que tenemos, porque trabajamos con viñedo propio, con lo que no sólo estoy en contacto con la tierra, sino también con el proceso de elaboración, gestión y comercialización; es decir, mi trabajo es de 360 º.
¿Hay alguna tarea que le resulte especialmente gratificante o difícil?
— Lo que más me gusta de esta rutina diaria es ver cómo se cuela el paso del tiempo, van pasando los días y van cambiando las estaciones. A partir de una mirada atenta, intentas comprender y acompañar las estaciones para conseguir la mejor uva posible, entendiendo que fuera villa nunca dos más dos son cuatro. Cada año es diferente y no hay ninguna cosecha igual a la anterior y, por tanto, hay que estar presente y tener una mirada atenta.
¿Cuáles son los principales retos que afrontáis como mujer en el mundo agrario hoy en día?
— La verdad es que nunca me he planteado si ser mujer en el mundo rural tiene un impacto o deja de tenerlo en mi día a día. Es decir, yo somos Bárbara y tengo mi forma de hacer y de ser. Sí que es cierto que a veces me enfado cuando me invitan a una mesa redonda oa una charla por el hecho de ser mujer. Yo quiero ir a cualquier sitio por el hecho de ser yo, por mi trayectoria profesional, por mi manera de verlo y de entenderlo… No hay ningún hombre que le inviten a ir a una mesa redonda por el hecho de ser hombre.
¿Cree que se ha avanzado en este ámbito?
— Creo que van más allá de ser hombre o ser mujer. Pienso que, por un lado, vivimos un momento dulce de la agricultura ecológica con un aumento de cifras de extensión, pero también veo con preocupación la concentración de explotaciones y la desaparición de pequeños agricultores y de una forma de hacer. Creo que el reto es intentar sobrevivir en un mundo donde cada vez tienen más voz los gordos ya los pequeños se quiere silenciar y poner trabas. Es decir, uno de los retos es conseguir hacer llegar a la ciudadanía que el poder de decisión lo tiene cada uno con sus elecciones si queremos seguir teniendo los campos cultivados, tiendas de proximidad abiertas, etc. Lo que debemos hacer es apostar por lo nuestro, producto local y de proximidad, que al final es lo que crea tejido.
¿Cómo ha cambiado su trabajo o forma de hacer con los años? ¿La tecnología o el clima, por ejemplo, han tenido un papel importante?
— En una explotación como la nuestra, la tecnología sí está presente. De cada vez vemos la aparición de nuevos artefactos, de herramientas que facilitan el trabajo y la gestión, pero también es cierto que muchas veces complican las pequeñas explotaciones en cuanto a costes, personal disponible y capacidad para gestionarlo. Por tanto, todo tiene una cara A y una cara B. Creo que, más allá de la tecnología, lo más importante son las adversidades climáticas que vivimos tanto de sequías como después de capítulos intensos de lluvia, las enfermedades de madera que debilitan nuestras plantas que ya tienen unos años, que llegue material vegetal de canteranos un poco dañado que yo es muy importante dicen que se dejará de comprar leche es la desaparición de la ganadería sobre todo extensiva. Considero que volver a recuperar la ganadería, volver a tener estiércol, poder aportar materia orgánica a nuestras tierras es fundamental para el futuro.
¿Que le gustaría que entendiera mejor la sociedad sobre la vida y el trabajo del campesinado, especialmente la femenina?
— Lo que muchas veces olvidamos, que la naturaleza tiene su tiempo y que después de un verano debe venir un otoño y que es importante que pasen las estaciones y que la climatología nos acompañe. Es importante tener paciencia, saber esperar y acompañar sobre todo en un mundo que es cada vez más rápido y se olvida de las estaciones y también de la temporalidad de las frutas y de las verduras.