Sólo aspiro a ser como Bridget Jones

Romperte delante de alguien es perder el control, abrazar la pasividad y dejarte caer sabiendo que te recogerán después

La actriz Renée Zellweger en El diario de Bridget Jones.
19/10/2025
3 min

PalmaRecuerdo un día como éste desde el que escribo, un domingo lento y lastimoso. Estaba en casa y el mundo me caía encima. Había quedado la noche con mi amiga Clara y hacía todo lo posible por alargar la hora de arreglarme. Desde el sofá, la manta me pesaba más que toda la angustia que –por algún motivo– llevaba dentro. La idea de tener que articular una sola palabra me inmovilizaba, me secuestraba un poco más en ese rincón de penumbra desde donde me sentía sana y salva. Lloraba porque estaba triste, y lloraba porque si salía de ahí, ya no podría estar triste. Pensaba en las preguntas que me haría, mi amiga, cuando la viera –"¿Cómo estás? ¿Cómo llevas esto? ¿Y lo otro?"– y en la decepción en su mirada si le contestaba con sinceridad a todas ellas. En otra ocasión, habría fingido. Habría hecho un esfuerzo por cargar con su consuelo y liberarla de esa responsabilidad. Pero simplemente no podía. Tener que esconder la realidad la hacía aún más insoportable.

Hoy, que vuelve a ser el domingo, me parece increíble que no hubiera optado antes por la vía más razonable de todas: coger mi corpiño y arrastrarlo hasta delante de mi amiga, y decirle: "Estoy fatal, me pasa esto". Entonces no era consciente de la humildad que carecía de rendirme. Visto con perspectiva, requiere cierta modestia –o, si no, valentía– para mostrarse vulnerable, para soltar tu desasosiego y entregarle a otro. Romperte delante de alguien es perder el control, abrazar la pasividad y dejarte caer sabiendo que te recogerán después. Es un acto de generosidad y confianza que he aprendido a detectar y valorar. Así que ese día, con mi amiga Clara, no puse excusas, barreras, ni escudos. "Quiero que sepas que hoy no estoy bien. Que hay cosas que no van bien, y que tampoco tengo la solución". Decirle esto fue mucho más íntimo que cualquier otra experiencia compartida –más que aguantarnos el pelo para vomitar una noche de fiesta o que cambiarnos la copa menstrual, llena de sangre, una frente a otra. Dejé que fuera ella la que colocara la red de seguridad por debajo de mí. Fue como convertirme en un cachorrito, desprotegido, visible y abiertamente necesitada de cuidados. Y me pareció una muestra de amor perfecta.

Este momento volvió a mi cabeza hace unos días, mientras escuchaba la conversación entre Helen Fielding –la autora de la saga de libros deEl diario de Bridget Jones– y la creadora de contenido Juliana Canet, en el Festival de Literatura Expandida de Magaluf. De alguna manera, Fielding vino a decirnos que "existimos en esos pequeños momentos de confort, cuando nos permitimos ser vulnerables y cometer errores". Y que la personificación de esto era Bridget. "Nadie quiere a una amiga que diga que todo le va bien y que su vida es perfecta. Lo que queremos es una amiga que venga y te diga: '¡No sabes lo que me ha pasado!', con una copa de vino en la mano", argumentó, acabando de convencerme del todo. Todo estará bien mientras tenemos esto: amigos y amigas como Bridget, que nos envuelvan con su nórdico para comer helado juntos, protegiéndonos, como un cobijo. Ahora sólo aspiro a esto con la gente que amo, a ser como ese pijama de franela de confianza –cómodo, honesto, cómplice– para que me encomienden todas sus debilidades.

Pienso en esto estos días, que a veces parecen todos un domingo muy largo. No sé si ha sido el inicio del otoño, en el que la vida se ha convertido en un síncopa entre lo que quisiéramos –cerrarnos en casa a beber infusiones– y al que nos sometemos –una rutina con el calendario lleno, que no nos deja poner el trasero en el sofá ni en fin de semana. Pero lo cierto es que la fragilidad es la palabra que mejor define mi estado y el ecosistema que me rodea. Tomo decisiones como si estuviera construyendo un castillo de naipes: cada "sí" aparentemente ligero e inofensivo acaba creando un resultado inestable, que sólo somos capaz de admirar con preocupación, y que me mantiene constantemente vigilando, anestesiándome el resto de emociones.

Justamente hoy, que aún es domingo, mi vulnerabilidad ha topado con otra, la de Andrea Gumes, en su último Notas, desde donde enviaba este mensaje, que me ha abrazado como el nórdico de Bridget: "No sé dónde está anímicamente, si está aturdida, descolocada o con aquella respuesta preparada cuando te piden cómo estás y tú dices: 'Pues ir haciendo'. mío". Pues sí, Andrea, vamos haciendo. Y está bien.

stats