Tablero de tiburones

Manifestación en Palma en defensa de una vivienda digna y contra la especulación.
29/12/2025
Jefe de redacción
2 min

PalmaCuando llegó en 2007, el grupo de amigos se dividía entre los de ocho linajes mallorquines, con una vivienda asegurada por herencia, y los que éramos hijos de forasteros, que sólo podíamos heredar la hipoteca de nuestros padres. En mi pandilla era un axioma.

Mientras los afortunados llegaban con las llaves en la mano sin haber pisado un banco, el resto nos lanzamos al mercado, adrenalíticos y asustados, porque cada mes los pisos subían 6.000 euros. En los bancos, todos los días era el del patrón. No importaba si el endeudamiento superaba el 70%. Siempre había forma de arreglarlo.

Me rechazaron la concesión de la hipoteca a un banco y fui de vivo al siguiente, como si fueran ellos quienes tuvieran que pelear por mí. Negocié como un toro. Me iba el futuro. Literalmente. Y cerré unas condiciones que incluso el notario cuestionó. Siente agradecimiento por la entidad que, lógicamente, acabó absorbida por otra, la más ladrón, pero también la superviviente.

Años después, un gestor me dijo que no le interesaba como cliente porque mis condiciones le hacían perder dinero. Ni siquiera tenía obligatorio el seguro de vida. No me inmuté ante el comentario. Sólo sonreí.

Por supuesto que critico lo que ocurrió aquellos años, pero vista la evolución del sistema inmobiliario, la sumisión de la Administración y el poder absoluto de los especuladores, debo sentirme afortunado porque, con muchos esfuerzos, sobreviví al euríbor desbocado de aquella etapa. Paradójicamente, pagué la fiesta de los bancos, la misma que, vista con perspectiva, me permitió ser propietario.

Ya en el 2007, sin ese descontrol, tenía las mismas posibilidades que ahora de adquirir una vivienda. En realidad, la situación es mucho peor hoy, porque la clase media –si es que todavía queda nada– no puede ni plantearse pedir una hipoteca. El control ha pasado a manos del capitalismo más salvaje y líquido, a los fondos de inversión con los que los bancos, gracias al dinero de todos, escondieron el problema bajo la alfombra. Ahora te reciben en sus oficinas blancas, de aire hortera-futurista, e ignoran que convirtieron a los desahuciados en un número de expediente transferido a especuladores de difícil rastro. En 2007 ya era complicado comprar un piso, pero, al menos, todavía formábamos parte del juego. Ahora, el tablero es cosa de tiburones con corbata.

stats