Muchos son los que ahora se piden qué ha podido pasar para que ahora vaya al alza el nacionalpopulismo de derechas, lo que ahora mismo estaría poniendo en peligro el normal funcionamiento de las instituciones democráticas. Se teme que el triunfo de estas opciones implique un desgaste de la democracia, el auge de unas políticas represivas y regresivas, claramente antiprogresistas, como las que ha empujado a Donald Trump, o las que ahora mismo se implementan en países como Hungría, Suiza, Italia, Austria, etc., o que apunto Chipre, Escocia o incluso Israel.

Aunque aquí siempre hemos tenido un nacionalismo español agresivo que ha normalizado demasiadas cosas, vivimos tiempo de repliegue, como si las promesas del liberalismo capitalista democrático hubieran quebrado, o como si el progreso sin hitos o las mejoras del bienestar a cada generación hubieran fracasado. La gente tiene la impresión de que se vive peor –y de que todo es carísimo–, de que hay más miedo, menos oportunidades y más peligros. También la clase política siente el peligro y habla incluso de prohibir estas "alternativas", idea que finalmente refuerza la idea de la conspiración de las élites. El malestar sobre el que crecen estas quimeras carece de fundamento real, aunque las percepciones ya ocupan los lugares de los hechos indudables. Podemos vivir en sociedades más prósperas y seguras que nunca y al mismo tiempo imaginar que habitamos verdaderas distopías terroríficas. Es en la fisura entre lo que las cosas son en verdad y cómo son percibidas por culpa de las distorsiones ideológicas –y los agujeros en la atención rota, jamás iluminada por la razón– donde crecen todas estas triquiñuelas. Quizás nunca en la historia de la percepción humana había habido tanta diferencia entre cómo son las cosas y cómo son percibidas y vividas por la inmensa mayoría de la población. Es como la caverna platónica, convertida ahora más que nunca, en la cultura dominante. Un regreso a la edad media. Por eso es tan importante la información libre, el pensamiento, el debate y el pluralismo político.

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La democracia no se recuperará mientras no lo hagan los medios. La información a través de las redes nos aboca al debate inútil, la polarización y la cojonada. Quizás lo mejor que puede pasar es lo peor, ido; que ganen y nos demuestren su ineptitud otra vez.