Las posiciones
A raíz de la guerra en Gaza y de las políticas genocidas de Israel se han producido múltiples manifestaciones en todo el planeta, con las consiguientes tomas de posición por parte de decenas y decenas de artistas. Parece que practicar un arte más o menos popular –así la música mainstream– obliga a los artistas a decir qué piensan de un determinado conflicto bélico, o incluso se juzga la manera de referirse a él, como si el uso o no de la palabra 'genocidio', en este caso, fuera suficiente para saber dónde se debe trazar la línea entre los buenos y los malos.
Que lo que ocurre en Gaza sea o no un genocidio es un asunto que compite a las autoridades internacionales, a la ONU, sobre todo, y al Tribunal Penal Internacional, y no a no sé qué cantante que vive en una mansión en Florida, por ejemplo. Aunque parece que salir a lucir la bandera Palestina es lo necesario para que todo el mundo sepa que se es una buena persona, muy concienciada o moralmente potable. No tiene ningún sentido, o sólo lo tiene propagandístico, y en mi opinión no sirve para evaluar la moralidad de nadie, sino que incluso demuestra todo lo contrario: el uso de una calamidad humana con fines instrumentales.
¿Qué valor o utilidad tiene saber qué opina un artista internacional de Gaza? ¿Y por qué sobre Gaza, sólo, y no sobre Ucrania o sobre cualquiera de los diecisiete países africanos donde ahora mismo existe un conflicto armado? ¿Por qué la fijación ideológicamente tan dirigida sobre todo lo que hace Israel y no, por ejemplo, sobre qué hacen Irán o Emiratos Árabes? ¿El silencio –sobre Gaza– significa complicidad? Más bien lo contrario: hablar de ello significa hipocresía, a menudo, al menos si se limita a lucir banderas ya seguir haciéndose millonario a costa de la buena fe de sus fans, que parece que ya no sólo piden música sino también una supuesta ejemplaridad política. Es una vergüenza más bien vomitiva. Una ejemplaridad que tampoco se da, claro, ya que no sabemos –y no debemos saber– qué opinan los artistas sobre decenas de asuntos de interés general (las políticas de acogida de inmigrantes, las deportaciones en frío, el aborto, los vientres de alquiler, las hambrunas africanas, el ascenso de la neodreta, el tratamiento la represión a la disidencia política en Rusia, etc.). ¿Por qué no obligar a todos a posicionarse sobre todos estos asuntos?
¿Y por qué no suponer que si se callan al respecto es que están de acuerdo? La autoridad de un artista al respecto –y tanto otros– es nula: no salva ni una sola vida, y se hace desde una autoridad –o conocimiento– inexistente. Más que preocuparme de qué piensa Rosalía, lo que deberíamos hacer es pensar qué piensa, de todo ello, el presidente del Tribunal Penal Internacional. Nada cambia saber lo que piensa Julio Iglesias o Madò Pereta. Nada denuncia que no esté ya denunciado por la ONU o todos los titulares de la prensa seria. Sirve sobre todo a los maestras que buscan cargarse a un artista por razones no artísticas, ahora que sobre todo el ansia de hacerse un hueco en el espacio cognitivo global se ha hecho más enconada. Esto sí es hacer un uso inmoral de un genocidio. Aprovechamos los muertos para entretener nuestras sobremesas.
"¿Qué hacías tú durante el genocidio de Gaza?". "¿Yo? Pensaba en la Rosalía y en la posición de los cantantes de flamenco o de K-pop". ¿Por qué queda alguien que no esté en contra de los genocidios? Estar en contra es algo, pero hacer algo efectivamente útil para detenerlos es otro, sobre todo cuando lo que sí podría hacerse tiene un coste personal y no simbólico, como ponerse una banderita en X o hacerse dos fotos en Instagram. Pero lo que pidan las masas, eh, que de eso vivimos.