Palma contra Sánchez
PalmaSi no fuera porque pasa de verdad, parecería un guión deEl Intermedio en horas especialmente inspiradas. En el próximo pleno, el Ayuntamiento de Palma –con los votos del PP y Vox– declarará a Pedro Sánchez persona non grata. Sí, en el pleno municipal. Sí, al presidente del gobierno español. Sí, en un momento en el que Palma tiene sobre la mesa problemas tan graves como la vivienda, la masificación turística o la desertificación del comercio local. Pero no, la prioridad del equipo de gobierno de Cort es hacer una suerte de exorcismo institucional contra Sánchez.
¿O es que debemos sospechar –sólo sospechar, eh– que es una revancha porque el gobierno de Sánchez ha decidido que España no vaya a Eurovisión en protesta por la presencia de Israel? ¿Tan mal les ha caído? Nos podemos perder un festival de luces de neón y purpurina, pero no hace falta que Palma añada ahora fuegos artificiales propios.
Bromas aparte, lo grave no es la poca elegancia política del asunto, sino la irresponsabilidad monumental que representa. El PP, en su noviazgo constante y miedoso con Vox, ha decidido sumarse a esta gesticulación chapucera que alimenta la hoguera de la extrema derecha. Y lo hace en el peor momento, cuando el clima político en España ya es suficientemente tóxico y cuando el hooliganismo, dentro y fuera de las redes, sólo necesita dos chispas mal situadas para esparcirse aún más.
Declarar persona non grata el presidente del gobierno español es una participación entusiasta en este linchamiento público que hace meses que hierve. Es dar alas a un relato que necesita enemigos más que soluciones y que encuentra en el gesto exagerado una forma barata de hacer política. Y el PP, que siempre ha intentado proyectarse como un partido de orden e institucionalidad, cae aquí en la trampa más obvia, que es hacerse un haraquirio político.
Porque no hay ninguna estrategia inteligente detrás de esta declaración de persona non grata, quizás sólo la de Vox. Y es que lo único que consiguen los populares es perder credibilidad y regalar votantes a la extrema derecha, que es donde terminan, tarde o temprano, quienes confunden firmeza con ruido y política con provocación.
El PP a estas alturas debería saber qué papel le toca representar en un sistema democrático: el de ser un partido de gobierno, no un generador de hashtags. Y, sin embargo, con decisiones como ésta en Palma elige la vía del espectáculo. Una vía que quizás genera titulares, pero que resta autoridad y dignidad a una institución que, en teoría, debería representar a toda la ciudadanía, también la que vota diferente.
En un momento en que la ciudad necesita liderazgos serios y capacidad de concentrarse en los problemas reales, dedicar un pleno a convertir al presidente del gobierno español en persona non grata no es sólo un despropósito: es una pérdida de tiempo, de energía y, sobre todo, de sentido común. Palma no necesita más gestos simbólicos para calentar a quienes ya están bien calentados. Necesita política. De la que se hace con la cabeza y no con la bilis.