Misa cantada por Gatamoix
Las personas, los humanos, somos las historias que hemos heredado y las que hemos vivido. También somos las historias de los demás. Hoy queremos compartir una historia especial, diferente; la de una gente que a finales del siglo XIX vivió y murió en la colonia agrícola de Gatamoix. También os queremos contar la odisea de la familia y estirpe La Trobe-Bateman, unos ingleses venidos del norte de Europa, que construyeron, vestiron y mantuvieron la colonia hasta que, en diciembre de 1893, tuvieron que volver hacia Londres y dejar en manos de otros las casas que habían construido y las tierras que habían construido. tanta vida y muerte nos han dado a lo largo del tiempo.
Somos conscientes de que, precisamente, el tiempo y la evolución social nos ayudan a desvirtuar o distorsionar las percepciones y cómo nos ocurren unos hechos que ocurrieron, lo sabemos. Pero existe como una especie de hilo rojo que nos ha llegado hasta hoy, una necesidad de justicia restaurativa que ha sido ahogada por el silencio a lo largo de más de un siglo. Este hilo nos ha ayudado a hacer posible volver a escuchar una misa cantada que fue celebrada como muestra de gratitud por una gente jornalera, humilde, que siempre vivieron con un tiempo áspero y lleno de dificultades. Sabían que la partida de los ingleses, tarde o pronto, les cambiaría la vida, y así fue. La misa cantada en la capilla de Gatamoix, escrita por Miquel Mas i Sabater, fue el punto de inflexión hacia un futuro incierto.
"¡Gatamoix! ¡Vaya un nombre raro!", escribía en la revista Su Marjal el vicario Joan Parera en octubre de 1924. Hoy en día, lo que queda de la colonia de Gatamoix, o del Poble Nou, como prefieren llamarle los alcudienses, pasa muy desapercibido en el frondoso bosque que hay a los pies de la colina de Sant Martí. Una sola casa queda de pie, como testimonio silencioso de un pasado, cuando repicaban las campanas de la capilla construida por Lee La Trobe-Bateman; los niños corrían y jugaban a su alrededor, mientras los mayores luchaban por sobrevivir a un contexto duro y difícil. No sabemos por qué el ingeniero Waring eligió ese paraje para edificar una colonia, un lugar tan áspero y difícil, sin mucha agua de beber ni de riego, sin buena tierra para cultivar. Nada fue fácil, como hemos dicho. Josep Lluís Riera me contaba cómo los niños morían fácilmente de pulmonía o de malnutrición. Sus nombres aparecen, uno tras otro, en el libro de entierros de Alcudia: Joana Aina Vives, de dos años; Magdalena Aloy Mascarolles, de seis años; y su hermano Sebastián... Morir de hambre, de hambre, debe ser terrible.
Hace dos años que un amigo de la infancia, Bernat Aguiló, me ponía en la mano una vieja partitura de una misa en latín que fue cantada en Gatamoix en diciembre de 1893. Era el momento de la partida del joven matrimonio formado por Beatriz y Luis; los lobos se los habían comido por el camino. Seguramente fue un canto amargo y triste. Afortunadamente, la magia de la vida se ha consumado y, el próximo quince de noviembre de este año, volveremos a escuchar aquella misa cantada, gracias al buen trabajo de Martí Sáez, Bárbara Duran y la coral de sa Pobla. ¿No encuentra que es un regalo extraordinario? La madre de Bernat, Catalina Siquier, y su padrino Joan Siquier, que fue el organista de la parroquia de Sa Pobla a lo largo de la primera mitad del siglo XX, guardaron cuidadosamente esta partitura a lo largo de más de ciento treinta años. La obra fue escrita, con toda probabilidad, por Miquel Mas, hombre polifacético que, entre otras cosas, era pianista, organista, maestro de Primaria y regentaba una droguería. Parece que adquirió los conocimientos musicales en el monasterio de Lluc y también con las enseñanzas de su padre, Guillermo.
Pero la historia no termina ahí. A lo largo de los años de investigación, habíamos hablado de la posibilidad de encontrar descendientes de los La Trobe-Bateman. Pues bien, nosotros no los encontramos, pero ellos sí que nos han encontrado a nosotros. Hace meses que una familia descendiente directa de John Frederic se ha instalado en Mallorca, y empezó a observar toponimia de canales, puentes y calles que llevaban su nombre. Pronto ataron cabezas y nos encontraron: primero en Biel Perelló, del parque albuferero y después a mí. La relación ha fluido y están descubriendo un legado que desconocían por completo. La vida es así. La capilla de Gatamoix donde fue escuchada la partitura tenía 60 palmos de largo por 30 de ancho, y no era muy alto, pese al tejado en punta. Dos ventanales con cristales de colores preciosos a cada lado, y otra parte sobre el altar mayor. Sobre éste había una figura muy bella de la Inmaculada Concepción, entre damascos riquísimos; sobre el altar había seis candelabros de gran valor, y debajo de los tres escalones, lujosas alfombras, formando un conjunto rico y muy serio. Adornaban las paredes unos cuadritos de estilo gótico de los pasos pintados por el hijo del pintor Faust Morell. Dentro de la sacristía, tan pequeña como preciosa, había unas cajoneras con una custodia y un copón clásico y de gran valor, con unos adornos riquísimos, costeados por lores ingleses, de estilo inglés.
El último homenaje que los pobleres y la gente albuferera retiran a los La Trobe-Bateman fue en 1886. En la calle Gran, en la casa del mayordomo Pere A. Serra de Can Corró, había mirto esparcido en la carrera; el almuerzo fue de hueso rojo. El viejo Bateman hizo un discurso de gratitud hacia los pueblores, y éstos empezaron el camino para llamarlo Hijo Predilecto. No faltaron el baile de bote ni el vino de gorgollassa. Ya tocaba recordarlos.
Está bien invitado a disfrutar de este homenaje y misa cantada el próximo 15 de noviembre, a las 20 h, en la iglesia parroquial de San Antonio Abad de sa Pobla. Francesc Xisco Lillo y Pep Lluís Riera nos van a construir el relato histórico y social de esta bella y trágica historia.