La impagable lección de la Flotilla
PalmaDebo confesar que cuando supe que una flota de pequeñas embarcaciones partían con la intención de llegar a la costa de Gaza pensé "¿dónde van?". Sin embarcaciones preparadas y saliendo desde demasiado lejos. Pero pronto lo tuve claro. Daba igual lo que había a bordo. Lo esencial era poner el foco en una barbarie que parece imposible que se haya consentido en pleno siglo XXI. Pero lo interesante de todo ello ha sido observar como medida que avanzaba la Flotilla hacia su destino, se incrementaba la escalada de burradas e insultos vomitados en redes sociales por miles de individuos que hacían befa.
Y no toda la crítica venía de defensores de la actitud impresentable de Israel, sino también de algunos progres iluminados que con aires de superioridad trataban de indocumentados a quienes habían decidido jugarse la piel para denunciar la impunidad de la agresión sionista. Es muy fácil sentarse en el sofá y, entre capítulo y capítulo de una serie de Netflix, acudir a una red social a insultar a los activistas. Se puede estar a favor o en contra de una acción como ésta, pero la virulencia de lo que se ha dicho de la Flotilla es para reflexionar sobre el grado de odio y frustración que acumula una parte de la sociedad.
Los activistas de la Flotilla, con cinco integrantes isleños de los que muchos nos sentimos orgullosos, han conseguido lo que pretendían, con creces. Han generado debate, opinión, tensión, y han ridiculizado la acción de la comunidad internacional, que ha mirado hacia otro lado mientras se ejecutaban a civiles inocentes. El activismo es todavía hoy, y ha quedado demostrado con esta impagable acción, el mejor antídoto contra la molura y la soporífera actitud de quienes miran la vida a través del móvil y dan lecciones.