Los hermosas sombras talados por los selfios
Con nocturnidad, cuando aún ni amanecía, el Ayuntamiento de Palma envió el pasado jueves a una brigada de operarios a la plaza de Llorenç Villalonga, en el barrio de la Calatrava, y les hizo talar los dieciocho ejemplares de hermosa sombra que había allí. Los árboles habían sido el motivo de una controversia entre el Consistorio y los vecinos del barrio, que con buen criterio querían mantener los árboles en su sitio, por motivos evidentes: formaban parte de la fisonomía de la plaza y del barrio, y proporcionaban –como hacen siempre los árboles en los entornos urbanos– múltiples beneficios a la comunidad, desde la comunidad. por la sombra que, como su nombre indica, regalaban estos árboles. Eran, como son todos los árboles de Palma, patrimonio de la ciudad. Pero cayeron bajo el rumor de las motosierras, que tanto gusta a la derecha. Si fuera por ellos, al parecer, darían motosierra por todas partes.
Al contrario de lo que algunos puedan llegar a decir, el hecho no es trivial ni anecdótico. Es una demostración de insensibilidad descarada del equipo de gobierno de la ciudad, con el alcalde Jaime Martínez al frente, hacia una reivindicación ciudadana cargada de razones y argumentos: Palma, en efecto, es una ciudad terriblemente carente de zonas verdes, donde incluso los parques consisten a menudo en vastas extensiones de hormigón. ornamental. Que ésta sea también la pauta de otras ciudades mediterráneas (Barcelona o Valencia, sin ir más lejos) no justifica que tenga que ser también la de Palma. Por otra parte, la manera improcedente en la que el Ayuntamiento ha tratado al movimiento ciudadano (que primero ha sido desoído y desautorizado, y finalmente castigado con la tala de los árboles, sin diálogo ni disposición a tenerlos) muestra bien a las claras el cayente autoritario del Ayuntamiento comandado por el PP y Vox en particular, y de estas dos formaciones de derecha. Para rematarlo, la decisión de la tala se sustenta tan sólo en unos supuestos informes técnicos de consumo tan interno que nadie les ha podido ver, y que –también supuestamente– alertaban de un aún más supuesto riesgo de caída de los árboles. Eso sí, estos informes fantasma sirvieron de base a la sentencia del Juzgado de lo Contención Administrativo número 4 de Palma, que –oh sorpresa– dio luz verde a la tala de los árboles por motivos de seguridad. Aunque fuera una emergencia, al día siguiente a primera hora los árboles ya estaban cortados y muertos.
A nadie le escapa que la tala de los bellasombras responde tan sólo a la voluntad de favorecer los intereses particulares de unos empresarios hoteleros y restauradores bien concretos, que querían –y ya tienen– la plaza de Llorenç Villalonga 'limpia', para explotarla comercialmente a su gusto y conveniencia. A nadie le escapa tampoco el buen entendimiento que se produce de repente entre este empresariado parasitario y estos políticos autoritarios a la hora de mostrar su absoluta falta de respeto por el bien común y el patrimonio de las ciudades y los pueblos, sobre todo cuando se trata de mojar el espacio público para sacar beneficio privado. Y a nadie le escapa que la belleza y la armonía (que no son palabras vaporosas, sino conceptos arquitectónicos y urbanísticos clásicos) son incompatibles con las ciudades del turismo de selfis, instagram y franquicia. Un tipo de turismo que desfigura a las ciudades y las convierte en escenarios repetidos –sin fisonomía, sin identidad, sin alma– de país en país, en todo el mundo.