El bar del Hogar de Ancianos del Consell de Mallorca.
04/10/2025
2 min

Mientras que en algunas zonas de Palma la actividad de los bares es frenética, con gente guapa los fines de semana y las cajas registradoras hierven de dinero, los abuelos del Hogar de Ancianos de Palma deben reunirse en un lugar desolado donde, para tomar un café, debes probar suerte con una de estas máquinas que suelen servir agua sucia.

Cuando leía el artículo de Jaume Cladera sobre la falta de bar en esta residencia –hace más de dos años–, primero pensé que no pasaba nada, que un bar es algo frívolo, innecesario, un complemento de la vida sin importancia. Pero después reflexioné –me suele ocurrir que llegue a conclusiones sencillas y después reflexion–, e intenté imaginar cómo será para los abuelos de la residencia no tener un espacio en condiciones para socializar, para tomar algo en condiciones, para hablar, discutir y reír con el rumor de la cafetera de fondo.

Los bares también son cuestión de clase social y se ve que los pensionistas no tienen clase suficiente para disfrutar de ellos. A mí me gustan los bares de barrio, algo sucios, con la tele encendida, sillas y mesas anticuadas, barra metálica y los parroquianos en la suya. Voy a los bares de día, para oler el olor a café y pan tostado, y pasar las hojas de un diario manchado de aceite. Son locales de precios populares. Popular es lo contrario de elitista, quiere decir de la gente normal, de la que se esfuerza por llegar a fin de mes, o directamente no llega.

No me gustan los bares de diseño, los que ponen jazz sólo por figurera, llenos de gente guapa, cuyos trajes yo no podría pagar con el salario de un mes. Sirven copas a precios prohibitivos, con bebidas de marcas prestigiosas. Se iluminan con luces led y la gente baila con mucho estilo y se hace selfios para mostrar después en qué lugar más glamuroso ha sido –de lo humillantes que son los selfios para las personas que se les hacen, ya hablaremos otro día.

En mis bares suele haber alguien en las sillas de plástico de la terraza con su perro, que espera un pedazo de algo. Las señoras mayores se pintan las cejas de lo lindo y algunas incluso fuman. Y hay tablas en las que se debate de política en unos términos de dudosa corrección. A media mañana llega el repartidor con una carretilla de barriles de cerveza o cajas de zumos envasados.

Un bar así es el que debería haber en el Hogar de Ancianos. Con bolsas de patatilla y tapas de tortilla y pelotas para picar algo antes de comer.

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