El 'Atlas lingüístico del dominio catalán' (y Joan Veny)
Hace pocos días se presentó, en la sede del Institut d'Estudis Catalans en Barcelona,Atlas lingüístico del dominio catalán, una obra magna de la filología catalana, de una importancia trascendental en el ámbito de la romanística. Para hacer sonar las campanas y echar los cohetes como correspondía en una ocasión tan señalada, el IEC llevó a cabo una jornada académica dedicada completamente a la culminación de esta nueva obra de referencia. A lo largo de las intervenciones y las mesas redondas que se sucedieron, el flamante Atlas lingüístico del dominio catalán fue comparado, con todos los merecimientos, con otras obras monumentales dedicadas a nuestra lengua, como el Diccionario general de la lengua catalana, de Pompeu Fabra, el Diccionario etimológico y complementario, de Joan Coromines, o –cómo no– el Diccionario catalán-valenciano-balear, de Antoni M. Alcover y Francesc de Borja Moll, más conocido quizás como elAlcover-Moll (del que ahora celebramos la nueva digitalización, una herramienta que expande la versión de la que disponíamos hasta la fecha y la hace mucho más avanzada, versátil y rica en posibilidades de investigación). Todas estas obras son ladrillos colosales, enormes piezas de piedra arenisca que se han ido componiendo en el gran edificio del catalán, hasta convertirlo en la lengua moderna, viva, potente y diversa que es hoy, una lengua europea de pleno derecho, aunque algunos le quieran escatimar reconocimientos. O, peor aún, quieran aniquilarla.
Los atlas lingüísticos son cartografías, colecciones de mapas que registran y sitúan las variedades de las lenguas en las poblaciones o lugares donde estas variedades se hablan. Así, elAtlas lingüístico del dominio catalán es una obra dialectológica que recoge y expone la gran variedad de los dialectos y hablas de la lengua catalana, recogidos mediante miles de encuestas realizadas por un grupo de estudiosos a cientos de informadores de 190 localidades distintas de las tierras de habla catalana. El iniciador del proyecto fue el filólogo Antoni M. Badia i Margarit, que fue su director, y lo han dirigido en las últimas décadas, hasta la finalización de todo el trabajo cartográfico que ahora se celebra (faltan todavía los índices), dos filólogos también insignes: los doctores Lídia Pons y Joan Veny, que van tarea. La elaboración de laAtlas lingüístico del dominio catalán se ha alargado; naturalmente, en todo este tiempo la geolingüística ha evolucionado, y la obra ha ido incorporando las posibilidades y prestaciones que ofrecen las tecnologías actuales, tanto en lo referente a la conservación de grabaciones orales como a la construcción de una base de datos digitalizada. La obra está publicada en dos ediciones de formatos diferentes: laAtlas Lingüístico del Dominio Catalán y el Pequeño Atlas Lingüístico del Dominio Catalán, de nueve volúmenes cada uno.
La obra, en fin, es una contribución de un valor insustituible para la historia de la lengua y los estudios de romanística, además de una minuciosa fotografía de las hablas del catalán y de su riqueza. Pero, además, en nuestros días, es un estupendo tapamorros a toda casta de negacionistas de la unidad del catalán y personajes que todavía hacen de los ataques contra la lengua catalana una penosa bandera política. Y confirma, por si fuera necesario, la grandeza de la obra filológica y cultural de Joan Veny, un hombre de letras de quien los mallorquines haríamos bien en enorgullecernos. Si en las instituciones queda nadie mínimamente consciente del país que gobierna, que sepa que se cae por su peso agradecer a Joan Veny su labor admirable, que nos ilumina y mejora como país y como sociedad.